El general Juan García-Margallo y García fue un distinguido militar español nacido el 12 de julio de 1830 en Montánchez, Cáceres. Su destacada carrera militar lo llevó a desempeñar un papel crucial en la historia de Melilla y a convertirse en una figura emblemática durante la denominada “Guerra de Margallo” en 1893.
Desde su juventud, Margallo mostró habilidades militares excepcionales. Ingresó en el Ejército como cadete en 1855 y ascendió rápidamente a segundo teniente en 1858. Su primer destino fue en el Ejército Expedicionario de África, donde se destacó por su valentía y determinación.
Durante las Guerras Carlistas, Margallo participó activamente y logró ascender al rango de general de brigada. Estas experiencias en el campo de batalla le proporcionaron una sólida formación militar y le valieron el reconocimiento de sus superiores. En septiembre de 1891, Margallo asumió el cargo de gobernador militar de Melilla. Esta posición estratégica en la ciudad costera de Melilla, en el norte de África, lo colocó en el centro de un conflicto que marcaría su legado.
La “Guerra de Margallo”, también conocida como Primera Guerra del Rif, se iniciaría en octubre de 1893, cuando Melilla fue atacada por aproximadamente 6,000 kabileños, quienes se oponían a la construcción de un fuerte en las cercanías del cementerio musulmán de Sidi Guariach, cerca de un morabito, un lugar sagrado para los musulmanes de la zona.
Las obras se habían iniciado el 28 de septiembre anterior, y desde el principio los kabileños manifestaron su descontento con dichas construcciones, a pesar de que legalmente la zona del cementerio y el morabito pertenecían al territorio de Melilla según el tratado de Wad-Ras. En poco tiempo, se vislumbraron las hostilidades que llevaron a la destrucción de todo lo construido por las fuerzas españolas. Este acto agresivo provocó los primeros derramamientos de sangre en los días siguientes. La prensa española reaccionó de inmediato ante la inminencia de un conflicto armado, exigiendo una postura firme en defensa de la plaza. A pesar de estas circunstancias, Margallo demostró una disposición al diálogo y se reunió en varias ocasiones con los qaides alzados sin logar llegar a un acuerdo.
Otro que intentó infructuosamente pacificar a los rifeños fue el sultán marroquí, Hassan I, que, como bien sabemos, consideraba a los rifeños súbditos suyos… pero realmente ellos no lo reconocían a él, por lo que las fuerzas del majzén fueron atacadas y obligadas a replegarse de nuevo a Marrakech.
Esta presencia derivó en un alzamiento mayor de las kabilas que marcharon directamente a atacar los fuertes de Camellos y San Lorenzo que sufrieron una destrucción considerable debiendo, los españoles, montar las defensas más hacia Melilla, centrándose en los fuertes de Cabrerizas y Rostro Gordo. De estos, la posición española más cercana al frente, el Fuerte de Cabrerizas Altas, será el más hostigado.
Ante el ataque a Cabrerizas, Margallo se dirigió al fuerte con su guarnición (28 de noviembre de 1893) y una pequeña columna para prestar ayuda. Sin embargo, la superioridad numérica del enemigo y las dificultades de comunicación con otras posiciones pusieron a las fuerzas españolas en una situación precaria. En medio de estas circunstancias adversas, el capitán Picasso se ofreció voluntario para llevar un mensaje de auxilio a la Comandancia General de Melilla. Montado en su rápido caballo “Príncipe“, Picasso logró llegar a tiempo para alertar al general Ortega y coordinar el rescate del Fuerte de Cabrerizas Altas.
La valiente acción de Picasso fue recompensada con una Laureada, una condecoración militar de alto honor. Su gesto ejemplificó el coraje y la determinación de las fuerzas españolas en medio del conflicto.
A pesar de los esfuerzos por mantener la defensa de Melilla, la situación seguía siendo precaria. El 28 de octubre de 1893, durante un intento de abastecer al Fuerte de Cabrerizas Altas, Margallo lideró a sus hombres en un avance desesperado, ordenando cargar con bayonetas contra el enemigo. En un acto de coraje y determinación, Margallo avanzó apenas unos cien metros antes de recibir un disparo en el pómulo derecho que le causó una herida mortal. Aunque los rifeños intentaron apoderarse de su cuerpo, los soldados españoles recuperaron su cadáver a bayonetazos.
La muerte de Margallo tuvo un impacto significativo en la moral de las tropas españolas y en la opinión pública de la época. Su sacrificio y liderazgo valiente fueron ampliamente reconocidos y se convirtió en un símbolo de la lucha y el heroísmo en defensa de Melilla.
Tras la muerte de Margallo, su guerra, la “Guerra de Margallo” continuó durante varios meses más. Aunque las fuerzas españolas lograron mantener el control de los alrededores de Melilla, la guerra dejó un alto costo en términos de vidas humanas y recursos.
Finalmente, en marzo de 1894, se alcanzó un acuerdo de paz entre España y los rifeños, poniendo fin al conflicto. El legado del general Juan García-Margallo y García trascendió incluso más allá de su fallecimiento, siendo reconocido por sus méritos y condecorado póstumamente con la prestigiosa Cruz Laureada de San Fernando. A través de esta distinción, el general Juan García-Margallo y García se suma a una selecta lista de héroes y figuras destacadas que han dejado un legado indeleble en la historia de España.
