En un rincón oscuro del Vaticano, el 21 de julio de 1773, el Papa Clemente XIV firmó el breve apostólico “Dominus ac Redemptor”. Este acto, más que un simple golpe de pluma, fue una bomba política y religiosa que sacudió los cimientos de la Iglesia Católica y las monarquías europeas. La Compañía de Jesús, esa orden influyente y controvertida fundada por Ignacio de Loyola en 1540, fue disuelta oficialmente. Pero vamos al grano, ¿Qué demonios pasó y por qué?
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ToggleEl Auge y la Caída de los Jesuitas
La Compañía de Jesús, fundada en 1540 por San Ignacio de Loyola, se había establecido rápidamente como una fuerza poderosa dentro de la Iglesia Católica. Con su rigor intelectual y su fervor misionero, los jesuitas se convirtieron en defensores acérrimos de la fe católica, extendiendo su influencia desde Europa hasta los rincones más remotos de Asia y América. Sin embargo, este mismo poder y autonomía que les permitió florecer también les granjeó numerosos enemigos.
Desde mediados del siglo XVIII, los jesuitas enfrentaron una creciente oposición de las monarquías europeas. Fueron expulsados de Brasil en 1754, de Portugal en 1759, de Francia en 1764, y finalmente de los reinos y virreinatos del Imperio Español en 1767. La presión sobre el papado para suprimir la orden se intensificó, especialmente desde las cortes borbónicas, que veían en los jesuitas una amenaza a su autoridad y un obstáculo para sus ambiciones políticas.
Pero los jesuitas no eran unos cualquiera. Desde sus inicios, se destacaron por su rigor intelectual y su ardor misionero. Sin embargo, su poder y autonomía también les granjearon enemigos. El Papa Clemente XIII, antecesor de Clemente XIV, resistió valientemente estas presiones, negándose repetidamente a suprimir la orden. Sin embargo, su muerte en 1769 y la elección de Clemente XIV, un fraile franciscano de la familia Ganganelli, cambiaron el curso de los acontecimientos. Clemente XIV, consciente de las amenazas de secesión de los países católicos y la necesidad de mantener la paz en Europa, finalmente cedió y firmó el breve “Dominus ac Redemptor”, poniendo fin a la existencia oficial de la Compañía de Jesús.
El Breve Apostólico: La Sentencia de Muerte
El “Dominus ac Redemptor” es un documento extenso y detallado que justifica la supresión de los jesuitas en 45 párrafos. En su introducción, Clemente XIV se presenta como un pacificador, siguiendo el ejemplo de Cristo, el Príncipe de la Paz. Argumenta que es responsabilidad del Papa fomentar las instituciones que promuevan la paz y eliminar aquellas que la obstaculicen. Así, se otorga la facultad de suprimir una orden religiosa si esta atenta contra la armonía y la tranquilidad de la Iglesia.
El documento enumera una larga lista de cargos contra la Compañía de Jesús, recordando las críticas severas que la orden había enfrentado a lo largo de su historia. Se menciona la angustia ocasionada a los papas anteriores por los enfrentamientos doctrinales entre católicos y jesuitas, así como las numerosas quejas y acusaciones presentadas por soberanos y clérigos. En una sección final, más técnica, Clemente XIV pronuncia la sentencia real de supresión de la orden, acompañada de disposiciones específicas para su ejecución.
La Ejecución del Breve: Resistencia y Consecuencias
La ejecución del breve “Dominus ac Redemptor” no fue un proceso sencillo. Un segundo breve, “Gravissimis ex causis”, emitido el 16 de agosto de 1773, estableció una comisión de cinco cardenales encargados de informar a los jesuitas y gestionar los gastos asociados a su expulsión. Estos gastos incluían la venta de bienes, los traslados de los miembros de la orden, y la provisión de alimentos y alojamiento temporal. La resistencia a la supresión fue significativa. En muchos territorios, los jesuitas gozaban de una estrecha relación con la población local, lo que provocó protestas y levantamientos armados contra las autoridades eclesiásticas y civiles. En contraste, en los reinos no católicos o protestantes del Sacro Imperio Romano Germánico, como Prusia y Rusia, se prohibió a los obispos promulgar el breve, y se ordenó a los jesuitas continuar con sus actividades académicas como si nada hubiera sucedido.
Las Raíces de la Supresión: Factores Políticos y Sociales
Para comprender plenamente la decisión de Clemente XIV, es crucial explorar los factores políticos y sociales que influyeron en la supresión de la Compañía de Jesús. A mediados del siglo XVIII, Europa estaba inmersa en un torbellino de cambios y conflictos. Las monarquías absolutas buscaban consolidar su poder y eliminar cualquier entidad que pudiera desafiar su autoridad. Los jesuitas, con su vasta red de influencia y su lealtad directa al Papa, representaban una amenaza potencial para estos soberanos.
En Portugal, el marqués de Pombal lideró una campaña feroz contra los jesuitas, acusándolos de conspirar contra el Estado y de fomentar insurrecciones. En Francia, los filósofos de la Ilustración, como Voltaire y Diderot, criticaron abiertamente a la Compañía, viéndola como un bastión del oscurantismo y la superstición. En España, el ministro de Carlos III, el conde de Aranda, impulsó la expulsión de los jesuitas como parte de un esfuerzo más amplio para modernizar y centralizar el poder del Estado. Esta convergencia de intereses políticos y filosóficos creó un entorno hostil para los jesuitas. Las cortes borbónicas, en particular, utilizaron su influencia para presionar al papado, argumentando que la supresión de la orden era esencial para mantener la paz y la estabilidad en sus dominios. Clemente XIV, al enfrentarse a estas presiones, optó por ceder en nombre de la paz de la Iglesia, aunque a un costo significativo.
La Respuesta de los Jesuitas: Desafío y Adaptación
La reacción de la Compañía de Jesús ante su supresión fue diversa y compleja. Mientras que algunos jesuitas aceptaron la decisión con resignación, otros resistieron activamente. En territorios como Prusia y Rusia, donde la orden no fue oficialmente suprimida, los jesuitas continuaron sus actividades educativas y misionales, adaptándose a las nuevas circunstancias (al menos hasta que los expulsaron entre 1814 y 1820). En otros lugares, los jesuitas buscaron refugio en países que les ofrecieron protección. Catalina la Grande de Rusia, por ejemplo, permitió que los jesuitas continuaran operando en sus dominios, reconociendo su valiosa contribución a la educación y la cultura. De manera similar, Federico el Grande de Prusia se negó a promulgar el breve papal, permitiendo que los jesuitas mantuvieran sus colegios y seminarios.
Este período de exilio y adaptación no estuvo exento de desafíos. Los jesuitas tuvieron que enfrentar la incertidumbre sobre su futuro, la pérdida de sus propiedades y la dispersión de sus miembros. Sin embargo, su resiliencia y capacidad para adaptarse a nuevas circunstancias les permitió mantener viva la llama de su misión, incluso en medio de la adversidad.
La Restauración: El Renacimiento de los Jesuitas
Pero la historia no terminó ahí. En 1814, el Papa Pío VII restauró la Compañía de Jesús, reconociendo su valiosa contribución a la educación y la evangelización. Esta restauración fue recibida con entusiasmo por muchos, aunque también con recelo por parte de aquellos que aún veían a los jesuitas como una amenaza. Tras su restauración, los jesuitas se enfrentaron al desafío de reconstruir su orden y recuperar su influencia. Se centraron en reabrir y fundar nuevos colegios y universidades, reafirmando su compromiso con la educación de calidad. También retomaron sus misiones en todo el mundo, adaptándose a los nuevos contextos del siglo XIX.
El renacimiento jesuita también se caracterizó por una renovación espiritual y un enfoque en la justicia social. Inspirados por los cambios sociales y políticos de la época, los jesuitas comenzaron a involucrarse más activamente en la defensa de los derechos humanos y en la lucha contra la pobreza y la injusticia.
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