Vamos a meternos en la vida de Jaime de Borbón y Borbón-Parma, un tipo que tuvo más vueltas que una noria en su lucha por un trono que nunca llegó a calentar. Este hombre, conocido también como Jaime I, nació el 27 de junio de 1870 en La Tour-de-Peilz, Suiza, y desde pequeño estuvo metido en el lío de la política y las guerras europeas. Jaime fue el segundo hijo y único varón de Carlos de Borbón y Austria-Este y Margarita de Borbón-Parma.
Durante la Tercera Guerra Carlista, Jaime acompañó a su padre en varias ocasiones a España, un país que se debatía entre la monarquía y el liberalismo. Su educación fue esmerada y cosmopolita: estudió en los colegios jesuitas de Vaugirard en París y Beaumont en Inglaterra, y más tarde, en la prestigiosa Academia Militar Teresiana de Wiener Neustadt en Austria. En 1893, obtuvo el título de oficial y emprendió un largo viaje a la India, visitando las Filipinas a su regreso.
En julio de 1894, Jaime realizó un viaje de incógnito por España, un país que siempre consideró suyo por derecho. Regresaría en varias ocasiones, especialmente a Barcelona, donde se mezclaba con los carlistas, sus fervientes seguidores, en actos y concentraciones.
Oficial del Ejército Imperial Ruso
La carrera militar de Jaime de Borbón no se limitó a las fronteras de España. En 1896, el zar Nicolás II lo nombró alférez del Ejército Imperial Ruso, asignándolo al Regimiento de Dragones de Loubuy. Un año más tarde, fue trasladado al Regimiento de la Guardia Imperial de Húsares de Grodno. Su vida militar lo llevó a las fronteras de Afganistán, Turquestán y Persia, y luego a Varsovia.
En el año 1900, Jaime participó en la expedición contra los bóxers en China como agregado del Estado Mayor del ejército ruso. Su valentía en el ataque a los fuertes de Peitang le valió una condecoración. Posteriormente, en 1904, intervino en la guerra ruso-japonesa. Según el Barón de Artagan, en la batalla de Liaoyang, Jaime permaneció tres días seguidos a caballo bajo el fuego enemigo. En el combate de Vafangón, el general ruso Samsónov intentó obligarlo a retirarse del frente, advirtiéndole que su vida podría ser necesaria para España. Jaime, con el espíritu que lo caracterizaba, respondió: “General, si yo fuera cobarde no sería digno de mi Patria”, y espoleó su caballo hacia las trincheras japonesas en medio de una lluvia de fuego. Sus méritos en esta guerra le valieron el ascenso a comandante de Caballería.
A la muerte de su padre en 1909, Jaime intentó renunciar a su cargo en el Ejército ruso, pero el zar no aceptó su dimisión. En cambio, le concedió el nombramiento de coronel de húsares de la Guardia Imperial, aunque le permitió salir de Rusia.
Jefe del Carlismo
Al asumir el liderazgo del carlismo tras la muerte de su padre, Jaime se enfrentó a una época de intensa agitación política en España. Confirmó a Bartolomé Feliú como jefe delegado del carlismo en España y encargó a Juan Vázquez de Mella su secretaría política particular. Sin embargo, las tensiones internas y la falta de un manifiesto claro generaron malestar entre sus seguidores.
El 4 de noviembre de 1909, en medio de la Guerra de Melilla, Jaime dirigió un manifiesto a sus partidarios, recogiendo la herencia de su padre y afirmando que solo cuando España hubiese vencido al otro lado del Estrecho, se acordaría de cumplir otros ineludibles deberes que le imponía su nacimiento. Denunció el terrorismo anarquista y los tradicionalistas le regalaron una espada de honor. Durante su jefatura, el carlismo se conoció como jaimismo.
Los jaimistas seenfrentaron violentamente a los lerrouxistas y los bizkaitarras, especialmente en Cataluña y Vizcaya. Jaime destituyó a Feliú en 1912, creando una Junta Central presidida por el marqués de Cerralbo (el del Museo, sí). Jaime mostró un afecto especial hacia los veteranos de la Tercera Guerra Carlista y en 1913 presidió un “aplec” tradicionalista en Lourdes, reafirmando el carlismo, especialmente entre los jaimistas catalanes.
Ante el Cisma Mellista
La Primera Guerra Mundial marcó un periodo de aislamiento para Jaime, quien vivió bajo arresto domiciliario en Austria. Tras la guerra, en enero de 1919, publicó un manifiesto desautorizando a la Junta Central por su campaña germanófila. Vázquez de Mella, principal dirigente de la campaña a favor de los Imperios Centrales, encabezó una escisión en el partido carlista. Jaime asumió personalmente la dirección del partido, disolviendo la Junta de Gobierno y provocando la salida de los mellistas, los seguidores de Vázquez de Mella. En agosto de 1919, nombró a Luis Hernando de Larramendi como su secretario político y en noviembre presidió la Junta Magna legitimista de Biarritz, reorganizando el partido tras el cisma mellista.
En 1921, nombró al marqués de Villores como su secretario político, quien tuvo que enfrentar la desaparición de El Correo Español, el principal periódico jaimista. En 1923, Jaime creó la Orden de la Legitimidad Proscrita para premiar a los leales a la causa legitimista.
Ante la Dictadura de Primo de Rivera
En 1923, Jaime acogió con simpatía el Directorio militar de Primo de Rivera, aunque pronto se desilusionó al ver que los jaimistas fueron tratados igual que los partidos liberales y su prensa sufrió censura. En 1925, Jaime publicó un manifiesto criticando el fracaso del Directorio militar y advirtiendo del peligro que amenazaría a España al término de la Dictadura.
Jaime se opuso firmemente al separatismo y en particular a las exaltaciones de Francesc Macià. Aunque defendía el regionalismo y la restauración de una monarquía federativa, rechazó que los Estatutos de autonomía fueran la solución al problema regionalista.
Ante la Segunda República
Con la proclamación de la Segunda República Española en 1931, Jaime publicó un manifiesto solicitando a los jaimistas que apoyasen al Gobierno provisional en todo lo que no fuese contrario a sus doctrinas tradicionales para evitar desórdenes. Deploraba la pérdida de la bandera bicolor como símbolo nacional y defendía el federalismo para España, además de advertir del peligro comunista y declararse contrario al separatismo.
El llamamiento de Jaime fue escuchado por integristas y mellistas, quienes se reintegraron en la Comunión Tradicionalista. Jaime mantuvo conversaciones con Alfonso XIII para unificar las dos ramas de la dinastía borbónica, pero su muerte el 2 de octubre de 1931 en París impidió que prosperasen. Le sucedió como pretendiente carlista su tío Alfonso Carlos.
Jaime de Borbón y Borbón-Parma fue un hombre de principios firmes, cuyo destino estuvo marcado por la lucha constante por un trono que jamás llegó a ocupar. Su vida, llena de viajes, guerras y política, es un testimonio de la complejidad y las contradicciones de una época turbulenta en la historia de España y Europa.
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