En 1212, en los llanos de las Navas, bajo la sombra de Sierra Morena, se libró una batalla que definiría el futuro de la península ibérica. Los ejércitos cristianos, liderados por Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra, se enfrentaron a las fuerzas almohades de Abu Abdallah Muhammad al-Nasir (Miramamolín en las crónicas). Un punto de inflexión en la larga lucha por el control de la península.
La Catástrofe de Alarcos: Preludio de una Venganza
Para comprender la importancia de la batalla de las Navas de Tolosa, debemos retroceder al siglo XII. En 1195, Alfonso VIII de Castilla sufrió una derrota en Alarcos a manos del califa almohade Abu Yusuf Yaqub al-Mansur. Esta derrota debilitó a los reinos cristianos y permitió a los almohades consolidar su control. Sin embargo, también sembró las semillas de la venganza que germinarían diecisiete años después en las Navas de Tolosa. Tras la derrota, Alfonso VIII buscó alianzas con otros reinos cristianos y fortaleció sus relaciones con el papado, preparando el terreno para una futura ofensiva. Quería recuperar el terreno perdido y resarcirse de la humillación sufrida, demostrando que los reinos cristianos podían unirse contra este imperio invasor como era el Almohade.
Aires de Cruzada: La Llamada a las Armas
La idea de una cruzada contra los almohades ganó fuerza tras Alarcos. El papa Inocencio III y el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, promovieron esta empresa. La tregua de diez años firmada en 1197 entre Alfonso VIII y el califa almohade permitió al rey castellano resolver disputas internas y preparar la campaña. En 1209, con las treguas expiradas, Alfonso VIII lanzó ataques sobre tierras almohades, iniciando una serie de escaramuzas que culminarían en la batalla de 1212.
La predicación de la cruzada atrajo a numerosos caballeros y soldados europeos, ansiosos por obtener la remisión de sus pecados y participar en una guerra santa. Esta movilización de fuerzas cristianas fue decisiva para el éxito de la campaña.
El Camino hacia las Navas: Preparativos y Estrategias
El 20 de junio de 1212, el ejército cruzado partió de Toledo hacia Sierra Morena. Este ejército era una amalgama de tropas: mesnadas reales, huestes señoriales, fuerzas de órdenes militares y milicias castellanas, además de cruzados europeos. El avance cristiano fue relativamente fácil, pero las severas medidas de Alfonso VIII para evitar el saqueo disgustaron a muchos cruzados, que abandonaron el ejército antes de llegar a las Navas.
El 13 de julio, los cristianos desalojaron a los almohades del puerto de Muradal, obligándolos a replegarse. Según la “Historia de los hechos de España” de Jiménez de Rada, un pastor indicó a los cristianos un camino alternativo para evitar el desfiladero custodiado por los africanos. Así, la alianza de reinos cristianos llegó a la meseta de las Navas, donde se encontraron con el ejército almohade.
El Choque de los Titanes: La Batalla de las Navas de Tolosa
El 16 de julio de 1212, los ejércitos se dispusieron para la batalla. Los cristianos, agotados tras días de marcha, se instalaron en una altura conocida como la Mesa del Rey. Los almohades, liderados por al-Nasir, ocupaban una posición elevada. Los almohades intentaron provocar a los cristianos mediante escaramuzas y la táctica del tornafuye, pero Alfonso VIII mantuvo una actitud prudente. La estrategia cristiana consistió en resistir los ataques laterales y lanzar oleadas de ataques por el centro.
La batalla fue feroz. La carga inicial de la vanguardia cristiana arrolló a los bereberes de la primera línea almohade, pero fue detenida al alcanzar el cuerpo central del enemigo. En ese momento crítico, la segunda y tercera líneas cristianas cargaron en auxilio de la primera, logrando romper las defensas musulmanas y precipitar la huida del califa al-Nasir. El asalto al palenque, donde al-Nasir presenciaba la batalla, fue decisivo. La huida del califa desmoralizó a sus tropas, que fueron perseguidas y masacradas por los cristianos. Según la carta de Alfonso VIII al papa Inocencio III:
“matamos más durante la persecución que durante la batalla”.
Las Consecuencias de una Victoria: El Retroceso Almohade
La victoria en las Navas de Tolosa tuvo repercusiones inmediatas y a largo plazo. Alfonso VIII entró en Baños de la Encina y Vilches, incendiando Baeza y asaltando Úbeda. Estos éxitos militares debilitaron significativamente el control almohade sobre al-Ándalus y marcaron el inicio de un proceso de expansión hacia el sur que incluía, inicialmente, la antigua Mauritania Tingitana, parte de la Diocesis de Hispania y parte del legado visigodo del que los reyes cristianos se creían herederos. La resonancia de esta victoria se sintió en toda Europa, fortaleciendo la idea de la cruzada y el papel del papado en la lucha contra el Islam. Como escribió el cronista Rodrigo Jiménez de Rada en su “Historia de los hechos de España”:
“El Señor, que da la victoria a quien quiere, otorgó a los cristianos un triunfo tan grande que no se recordaba otro igual desde los tiempos de Carlomagno”
El Declive Almohade y la Consolidación del Poder Cristiano
La derrota de las Navas de Tolosa significó un golpe devastador para el imperio almohade. Los almohades comenzaron a experimentar un declive irreversible. La derrota minó su poder militar y socavó su autoridad política y religiosa, provocando revueltas y fragmentaciones internas, tanto en África como en las prósperas regiones de Al-Andalus, que fueron gradualmente conquistadas por andalusíes rebeldes o por los reinos del norte. Tras la victoria en las Navas de Tolosa, los reinos cristianos lanzaron nuevas ofensivas. En 1236, Fernando III tomó Córdoba y en 1248, tras un largo asedio, logró la rendición de Sevilla, la capital almohade.
Para los reinos cristianos, la victoria en las Navas de Tolosa significó un importante impulso moral y político. Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra emergieron como héroes de la cristiandad. Además, la batalla consolidó la posición de Castilla como el reino líder en la lucha contra los musulmanes.
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