Madrid, 20 de julio de 1754. La ciudad duerme bajo un manto de estrellas, pero en la casa del Marqués de la Ensenada, la noche está lejos de ser tranquila. A las doce en punto, se escucha un golpe seco en la puerta. No es una visita social ni un mensajero con buenas noticias; es un grupo de Guardias Reales con una orden directa del rey. El marqués, aún con la bata puesta y la pluma en la mano, es arrestado bajo la acusación de alta traición. ¿Su crimen? Ocultar órdenes de guerra. Así comienza el fin de uno de los hombres más poderosos de la España ilustrada.
La Ascensión del Marqués de la Ensenada
Zenón de Somodevilla y Bengoechea, conocido como el Marqués de la Ensenada, no era un cualquiera. Nacido en Hervías, La Rioja, en 1702, su meteórica carrera lo llevó a ocupar simultáneamente los cargos de secretario de Hacienda, Guerra, Marina e Indias bajo los reinados de Felipe V y Fernando VI. Este hombre tenía una visión clara: modernizar y fortalecer España a través de una serie de reformas audaces.
Una de sus iniciativas más importantes fue la creación del Catastro de Ensenada, un ambicioso proyecto que buscaba realizar un censo detallado de la propiedad y la riqueza en España. Esta medida tenía como objetivo mejorar la recaudación fiscal y hacer más justa la distribución de los impuestos. Además, impulsó el comercio con América y promovió la construcción de infraestructuras, como canales y carreteras, que facilitaban el transporte tanto particular como de mercancías.
Intrigas y Conspiraciones
Pero en la corte, no todos estaban encantados con sus reformas. Ensenada, con su política de fortalecimiento militar y naval, orientada a preparar a España para un eventual conflicto con Inglaterra, generó tensiones. Su postura no era bien vista por todos, especialmente por aquellos que preferían una política más neutral y menos beligerante. No obstante, pese a esta postura, su reforma militar incluyó una reducción de más del 20% de los oficiales, como consecuencia de intentar anular la venta de empleos militares de años atrás, y el 50% de los efectivos de los privilegiados cuerpos de las Guardias Reales, especialmente las Guardias de Corps, que eran el cuerpo más aristocrático. Además, Ensenada trató de restar poder a las Guardias Reales al hacer depender por completo de la vía de la Secretaría del Despacho de Guerra a unos cuerpos que hasta ese momento habían gozado de plena autonomía.
El secretario de Estado José de Carvajal, representante de los intereses ingleses, comenzó a socavar la posición de Ensenada en la corte. La muerte de Carvajal en 1754 no alivió la presión sobre Ensenada; por el contrario, las intrigas se intensificaron. El embajador británico Benjamin Keene y Ricardo Wall, un hombre de ascendencia irlandesa que pronto se convertiría en el sucesor de Carvajal, vieron su oportunidad. Keene y Wall urdieron una trama con precisión quirúrgica para derribar a Ensenada. Buscaron pruebas incriminatorias que pudieran convencer al rey Fernando VI de la traición del marqués. Finalmente, encontraron órdenes de guerra firmadas por Ensenada sin el conocimiento del monarca, lo que fue suficiente para desencadenar su destitución.
La Noche del Arresto y el Destierro
La noche del 20 de julio de 1754, la vida de Ensenada cambió para siempre. A medianoche, fue arrestado en su propia casa en Madrid por orden del rey, acusado de alta traición. La principal acusación era haber ocultado al monarca planes de guerra, un acto que, en el contexto de las tensiones internacionales de la época, se consideraba una grave traición. Aunque no fue condenado al exilio del país, Ensenada fue desterrado a provincias. Inicialmente, se le ordenó residir en Granada, bajo estricta vigilancia. Más tarde, en 1757, obtuvo permiso regio para trasladarse a El Puerto de Santa María, en Cádiz. A pesar de su caída en desgracia, Ensenada continuó disfrutando de la compañía de influyentes amistades y apoyos, lo que hizo su castigo algo más llevadero.
Durante su exilio, Ensenada no se quedó de brazos cruzados. A pesar de estar bajo vigilancia, mantuvo contactos con sus aliados y continuó trabajando en algunas de sus ideas reformistas. Su destierro en El Puerto de Santa María, aunque era una humillación, no le impidió seguir en contacto con el mundo político y mantener una cierta influencia.
La llegada de Carlos III al trono en 1760 ofreció una breve esperanza de retorno para Ensenada. El nuevo monarca, aunque inicialmente receptivo, no dio a Ensenada el poder que este había esperado. Sin embargo, Ensenada no se rindió y trató de influir en la política a través de sus escritos y consejos. Un ejemplo de esto es la “Instrucción Reservada a la Junta de Estado”, un documento en el que resumía sus planes económicos y proponía reformas que consideraba esenciales para el país.
El Motín de Esquilache y la Caída Final
El estallido del motín de Esquilache en 1766 marcó el golpe final para Ensenada. Este levantamiento popular fue una reacción contra las reformas del ministro italiano Leopoldo de Gregorio, conocido como el marqués de Esquilache. Aunque la participación de Ensenada en la conjura que provocó el motín no está del todo clara, la situación de descontento generalizado llevó a Carlos III a destituirlo para calmar la protesta popular.
Así, Ensenada perdió sus últimos cargos oficiales, incluyendo el de consejero de Estado y miembro de la Junta del Catastro. Fue confinado nuevamente, esta vez en Medina del Campo, donde pasó sus últimos años, y esta vez sí, alejado de la vida política activa. A pesar de su caída, Ensenada nunca dejó de pensar en las reformas que podrían haber hecho de España un país más fuerte y moderno.
La Conexión con el Motín de Esquilache
El Motín de Esquilache estalló en un contexto de descontento popular exacerbado por la carestía de alimentos y las impopulares reformas del ministro Leopoldo de Gregorio, Marqués de Esquilache. Entre estas reformas, la más controvertida fue la prohibición del uso de la capa larga y el sombrero de ala ancha, vestimentas tradicionales que el pueblo consideraba parte de su identidad cultural. Esta medida, vista como una imposición extranjera debido al origen italiano de Esquilache, fue la chispa que encendió la revuelta.
Pero detrás de este descontento popular, se escondían intereses más profundos y complejos. La Pesquisa Secreta, una investigación llevada a cabo por las autoridades desde abril de 1766, concluyó que el motín había sido instigado por los jesuitas y personalidades afines al Marqués de la Ensenada. Según esta pesquisa, los ensenadistas habrían instrumentalizado el descontento popular para debilitar la posición de Esquilache y sus aliados en la corte, en un intento por recuperar su influencia perdida .
El motín, por tanto, no fue solo una reacción espontánea del pueblo contra las reformas de Esquilache, sino también un episodio de la lucha por el poder entre diferentes facciones de la corte. Por un lado, estaban los albistas, seguidores del Duque de Alba, y los aragoneses, liderados por el Conde de Aranda, quienes se beneficiaron de la caída de Esquilache. Por otro lado, los ensenadistas, que vieron en el motín una oportunidad para deshacerse de un enemigo político y recuperar su influencia. La instrumentalización del descontento popular por parte de estas facciones muestra cómo, a menudo, eran utilizados por los grupos de poder como herramientas en sus luchas internas. La caída de Esquilache y el posterior destierro del Marqués de la Ensenada y otros jesuitas y afines, fueron el resultado de esta compleja red de intrigas y rivalidades
El Legado del Marqués de la Ensenada
Zenón de Somodevilla, el Marqués de la Ensenada, falleció en 1781 en Medina del Campo. A pesar de las intrigas y las rivalidades que truncaron su carrera, sus reformas y políticas sentaron las bases para la modernización del país. La creación de arsenales, la mejora de la hacienda pública y el impulso al comercio con América son solo algunos ejemplos de su visión ilustrada.
Ensenada fue un hombre adelantado a su tiempo, un reformista que entendía la importancia de un Estado fuerte y bien organizado. En sus propias palabras:
“las monarquías bien gobernadas cuidan con preferencia a todo del Real Erario y de que todos los vasallos no sean pobres”.
Su enfoque en la justicia fiscal y la eficiencia administrativa reflejan un pensamiento avanzado y un compromiso con el bienestar de la nación.
El Contexto Internacional y las Repercusiones de su Caída
La caída de Ensenada no solo tuvo repercusiones internas, sino también internacionales. Su destitución fue vista con alivio por los británicos, que temían el fortalecimiento militar y naval de España bajo su liderazgo. El embajador Keene, en particular, expresó su satisfacción al afirmar que “no se construirán más buques en España”.
La política exterior de Ensenada, que buscaba una España fuerte y autónoma, chocaba con los intereses de aquellos que preferían mantener al país en una posición más débil y dependiente. Su destitución, por lo tanto, no fue solo el resultado de intrigas palaciegas, sino también de las tensiones y rivalidades internacionales que definían la geopolítica de la época.
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