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¿Unificación de Italia? Así nació Italia como Estado moderno

Cerdeña encabezó la creación de un estado conquistando la Península Itálica

Tras el fracaso de la revolución nacionalista italiana de 1820 y ‘30 el país entrará en una nueva fase a finales de los ‘40, un nuevo proceso revolucionario que ocupará todos los rincones de Europa Central. En este artículo explicaremos hasta la proclamación del Reino de Italia.

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Batalla naval de Lissa. 1869, Konstantinos Volanakis, Museo de Bellas artes.

La hegemonía austríaca

Tras el fracaso de la derrota nacionalista en los años ‘20 en el norte de Italia, gran parte de esos reinos y ducados quedaron bajo control de Austria como parte del Imperio o estados satélite. Durante los siguientes 20 años de relativa calma, Inglaterra y Austria peleaban políticamente para evitar que el Imperio consiguiera más influencia en la Península y dejase de amenazar a los estados si accedían a reformarse.

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Papa Pío IX. 1878, autor desconocido.

Pío IX al frente de los estados pontificios, intentando frenar esta situación y ganar poder a Austria en la zona, tomó la iniciativa reflejándose en Prusia aunque con un aire mucho más reformador. Intentó crear una liga aduanera italiana como hicieron los Alemanes en 1833 con el Zollverein. Para finales de 1847, Los Estados Pontificios, el Gran Ducado de la Toscana, el Reino de Cerdeña, el Ducado de Módena y el Reino de las Dos Sicilias tenían el pacto casi cerrado, pero estalló la revolución a los pocos meses.

La presión de Austria llegó a tal punto sobre sus propios ciudadanos y sobre Italia que, sumado a la enorme crisis económica de 1847 y a la nueva ola revolucionaria francesa estallaron múltiples revoluciones regionalistas dentro de Austria. Italia volvió a arder.

Reino de Lombardía-Venecia

Este estado satélite austríaco, antiguamente había ocupado las fronteras del Ducado de Milán o Milanesado y de la Serenísima República de Venecia. Desde la época napoleónica, en estos territorios se despertaron movimientos identitarios muy arraigados en el territorio y basados en el odio a la ocupación austriaca. No será hasta el 1848 que no estallará esta Revolución Nacionalista.

Las 5 jornadas de Milán

Tras estallar la Revolución en Viena y tras la caída de Metternicht (el adalid del absolutismo en la Europa del XIX) la situación se caldeó en Milán donde se respiraba un aire revolucionario. Cada vez más animado al ver que Viena era incapaz de mandar refuerzos y que Cerdeña no haría nada para impedir la situación, la revolución estalló el día 18 de marzo de 1848.

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Un episodio de las 5 jornadas de Milán. 1886, Baldassare Verazzi, Museo del Risorgimento.

Los revolucionarios querían la abolición de la vieja policía austriaca y la organización de un nuevo cuerpo de seguridad municipal, la liberación de los detenidos políticos, libertad de prensa y la convocatoria de los Concejos Comunales para elegir diputados a la Asamblea Nacional. Nada evitó que se formasen barricadas y violencia que fue respondida con la entrada de tropas austriacas a la ciudad.

Esta ocupación sólo provocó que más jóvenes salieran a las calles que se enfrentaron a las tropas austriacas multiplicando las bajas. El tercer día de revuelta, los austriacos se vieron acorralados en el centro de la ciudad, provocando que la virulencia aumentase a cada momento.

Finalmente, los 13000 austriacos junto al legendario mariscal Radetzky huyeron de la ciudad que estaba tomada por no más de 600 milicianos armados. La revolución había triunfado. Un dato curioso, la famosa marcha Radetzky que suena cada fin de año en el concierto de Año Nuevo en Viena, se la dedicó el compositor Johann Strauss al mariscal.

República de San Marco

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Proclamación de la República de San Marco. 1876, Napoleone Nani.

Paralelamente a las jornadas de Milán, en Venecia, al enterarse de la destitución de Metternicht, el 17 de Marzo de 1848 una multitud se aglomeró frente a la plaza San Marco para clamar la liberación de los presos políticos nacionalistas. El gobernador de la ciudad para evitar los disturbios accedió a su liberación, pero eso no evitó que al final de la jornada se produjesen debido al fervor patriótico. A pesar de las liberaciones y de las promesas de Viena de una carta magna para Lombardía los nacionalistas insurrectos no detuvieron los disturbios y se hicieron con el control de la ciudad hasta la proclamación de la República el día 22 de marzo.

Cuando una revolución nacionalista triunfa, como fue el caso, siempre aparece el mismo problema, la realidad. Los líderes nacionalistas venecianos se encontraron con una sociedad muy dividida entre clases con muchos intereses propios y de ideologías igual de diferentes. Solo les unía el nacionalismo.

Visto el triunfo en Venecia, las autoridades austriacas abandonaron las ciudades del territorio dejándolas a las nuevas fuerzas del orden de la República que las incorporaron a la recién creada nación. (No sin antes una suculenta reducción de impuestos).

La primera guerra de Independencia de Italia

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Las carga de los carabineros. 1880, Sebastiano De Albertis, Museo Storico dell’Arma dei Carabinieri.

Hablemos primero de este nombre y de lo que fue en realidad:

¿Podemos considerar que un conflicto entre Austria y el Reino de Cerdeña, brevemente aliado con los demás estados italianos, para deshacerse de la influencia austriaca, pueda llamarse guerra de independencia?

La respuesta es clara, depende. Depende de la interpretación de cada historiador. Desde luego es un nombre nacido del romanticismo italiano, de eso no hay duda.

El día 23 de marzo, con las tropas austriacas en retirada de Milán y Venecia junto al caos que se extendía por toda Lombardía, el rey de Cerdeña, Carlos Alberto de Saboya, presionado por los nacionalistas, no tuvo más remedio que declarar la guerra a Austria para intentar encabezar una coalición de estados italianos y deshacerse del chantaje de los Habsburgo. No nos engañemos, el objetivo era anexionar Lombardía, territorio que Cerdeña ambicionaba desde la restitución de 1815.

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Batalla de Novara. 1850, Giuseppe Ferrari.

La llamada fue un éxito, una marea de nacionalistas italianos de todos los estados se sumaron en cuerpos de voluntarios para marchar a la guerra. Incluso muchos estados italianos (seguramente para evitarse alzamientos nacionalistas) mandaron tropas, como la Toscana, las Dos Sicilias o incluso el Papa. A pesar de ese entusiasmo, la realidad volvió a golpear: sabían que no podrían hacer frente al ejército austriaco. Así que para mediados de mayo, el Papa, la Toscana y las dos Sicilias se habían retirado de la guerra, aunque muchas tropas desobedecieron y se unieron a Cerdeña.

La guerra en general fue un desastre para los italianos y el responsable fue el rey de Cerdeña, muy dubitativo, vacilante y más centrado en las anexiones que en ganar la guerra. Mientras la guerra transcurría, a su vez, se generaba otra guerra ideológica, entre monárquicos y republicanos de la talla de Mazzini o Garibaldi. La postura ganadora era por mayoría la de anexionar Lombardía a Cerdeña para favorecer la guerra y la creación de un estado potente. Finalmente, la Asamblea de Venecia aprobó la anexión el 4 de julio. Todo esto ocurría mientras que Austria ganaba territorio a los venecianos.

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La iglesia de San Jeremías impactada por un proyectil austriaco. 1850, Luigi Querena.

No es el objetivo de este artículo profundizar demasiado en la guerra, por lo que la vamos a resumir en una serie de escaramuzas con más efecto psicológico que militar en las que Austria ganó la mayoría. La guerra terminó con un cruel bombardeo sobre Venecia entre abril y agosto de 1849.

República de Roma

Durante la Guerra de Independencia de Italia, se produjo otro alzamiento nacionalista que dio paso a un breve y nuevo Estado Italiano. El Papa tras retirarse de la guerra contra Austria, provocó una ola de descontento entre su población. En noviembre de 1848 un joven nacionalista asesinó al primer ministro de lo Estados Pontificios. Por miedo a sufrir el mismo destino, el Papa Pío IX huyó de Roma. La República de Roma fue proclamada el 9 de febrero de 1849. A este hecho tuvo que intervenir Francia, en plena Segunda República y al mando del futuro emperador Napoleón III, en ese momento presidente.

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Garibaldi asediando Roma. 1850, George Housman Thomas, Museo di Roma.

Eso provocó muchas contradicciones y debates en Francia, ya que se estaba interviniendo contra otra república para restablecer un sistema del Antiguo Régimen. Pero aun así, la Asamblea Nacional Francesa lo aprobó. Esta expedición estuvo acompañada por el ministro de asuntos exteriores francés Alexis de Tocqueville, uno de los principales filósofos liberales del siglo XIX.

Cavour, ¿el Bismarck italiano?

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Retrado de Cavour. Antonio Ciseri.

Tras la derrota de Cerdeña contra Austria, el rey Carlos Alberto se vio obligado a abdicar en favor de su hijo, Víctor Manuel. Este monarca tuvo a bien en nombrar como primer ministro a Camillo Benso, más conocido como conde de Cavour. Este hombre fue el ideario político de la conquista sarda de la Península Itálica.

Tras la Guerra de Crimea, en la que Cerdeña participó solamente para poder acercarse a las grandes potencias, situaron a Napoleón III como potencial candidato a aliado en un futuro conflicto contra Austria. Napoleón III fue nombrado emperador de los franceses el 2 de diciembre de 1852. Se posicionará a favor de la expansión sarda tras la firma del Congreso de París de 1856.  En el reino de las Dos Sicilias, entre 1848 y 1849 fracasó el intento de establecer una monarquía parlamentaria liberal.

Tras una escalada de tensión provocada por Cavour y un ultimátum austriaco que Córcega ignoró, los austriacos invadieron el territorio sardo forzando a Francia a entrar en defensa del reino alpino.

Segunda Guerra de Independencia Italiana

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Fotografía de Víctor Manuel II, primer rey de Italia. Fuente: Wikimedia

Desde inicios de 1859, en los estados centrales de Italia entre Cerdeña y Estados Pontificios hubo procesos revolucionarios nacionalistas que derrocaron sus gobiernos títere controlados por los Habsburgo. Estos estados conformaron la Confederación de Italia Central. Esta confederación no dudó en mandar apoyo militar a Cerdeña. A su vez, Víctor Manuel mandó tropas a la región para mantener el control de ese territorio.

El 29 de abril de 1859 empezó la guerra. A diferencia de la anterior guerra, esta vez las tropas francesas llevaron la iniciativa y ganaron terreno a las austriacas logrando una rápida victoria que puso fin a la guerra para julio de 1859. Durante la paz, Francia cumplió su promesa a medias, cedió Lombardía al reino de Cerdeña y esta le cedió Niza y Saboya. Francia pactó en secreto con Austria que los gobiernos de la Italia central debían ser restaurados. Eso enfureció a Cavour, pero ese pacto secreto se quedó en papel mojado. Sería en 1860, con el permiso de Inglaterra y Francia, Cerdeña se anexionó la Confederación. En menos de dos años, Cerdeña había ocupado todo el norte de Italia.

Garibaldi en Sicilia

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Fotografía de Garibaldi. Autor: desconocido.

El Reino de Cerdeña estaba en el cenit tras ganar la guerra contra Austria y quería aprovechar el entusiasmo nacionalista que había generado, además de su nueva posición de potencia hegemónica en Italia. Necesitaba entrar en guerra con las Dos Sicilias para anexionarse sus importantes puertos y adquirir una de las mayores flotas militares del mundo. Cavour, viéndose incapaz de encontrar una razón para entrar en guerra decidió mandar a Garibaldi.

Víctor Manuel II fue el Rey, Mazzini el pensador, Cavour el político y Garibaldi el conquistador. Participó en todas las revoluciones italianas y viajó por Europa y América alimentando su formación militar y sus ideas nacionalistas. Tuvo que exiliarse de Italia dos veces por sus ideas políticas. Estaba enemistado con Cavour y con Víctor Manuel II por regalar a los franceses Niza (su lugar de nacimiento) y Piamonte. Pero se necesitaban mutuamente para lograr sus fines pero con diferentes objetivos.

El 11 de mayo, Garibaldi junto a mil voluntarios llamados camisas rojas, desembarcaron en la parte más Occidental de Sicilia, en Masala. Su objetivo era iniciar una revolución armada para derrocar el gobierno borbónico de Nápoles y anexionarlo a Cerdeña. Hoy en día los llamaríamos terroristas o paramilitares. Eran un ejército de ocupación no oficial del reino de Cerdeña que luchaban en nombre de Italia. La elección no fue casual, pues Sicilia siempre fue la zona más sensible a insurrecciones nacionalistas del reino y una piedra en el zapato para el monarca Borbón. Y como estaba previsto, los sicilianos se sublevaron y se unieron a Garibaldi. Para finales de junio, toda Sicilia había caído en manos de los camisas rojas.

Desoyendo a Cavour, Garibaldi decidió desembarcar en el continente en agosto y reiniciar la campaña. El reino estaba tomado por el entusiasmo nacionalista italiano hasta el punto que cientos de soldados sicilianos desertaban y se unían a las filas rojas. Garibaldi entraría en tren a Nápoles el día 7 de septiembre proclamándose dictador de las Dos Sicilias.

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Entrada de Garibaldi en Nápoles. 1860, Franz Wenzel Schwarz, Museo Cívico de Castel Nuovo.

Cerdeña acorrala al Papa

Al mismo tiempo, en el Norte, Cavour invadía los Estados Pontificios por una disputa territorial. Las ciudades del Norte del papado se sublevaron. Tras hacer plebiscitos, solicitaron su anexión al reino de Cerdeña. Dándolos por válidos Victor Manuel solicitó al Papa su cesión y ante su negativa los ocuparon con una guerra bastante rápida. De este modo los Estados Pontificios quedaron relegados a la actual región de Lazio aproximadamente. Para la Entrada de Octubre Cerdeña ya tenía todos esos territorios bajo su bandera. ¿Qué consecuencias tuvo eso? Un paso terrestre a través de Umbría, las Marcas y Abruzzo hacia el reino de las Dos Sicilias.

El nacimiento de Italia como Estado

Garibaldi a pesar de sus esfuerzos necesitó de las fuerzas sardas para poder doblegar a las fuerzas fieles al rey Borbón. Para el día 8 de octubre se convocó un plebiscito en toda Italia en el que se preguntaba por la anexión de las Dos Sicilias a Cerdeña. Cabe destacar que votar “No”, suponía ser declarado enemigo de la patria. Fue un plebiscito con más sombras que luces. Evidentemente, el “Sí” fue aplastante. La guerra se alargó hasta febrero de 1861, cuando Fernando II de Borbón se exilió a territorio papal.

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Garibaldi en Dijon. Sebastiano De Albertis, 1877, La Biblioteca de Arte Bridgeman.

Con la campaña acabada, unas fronteras estables y paz interior, el 18 de febrero de 1861, el rey Víctor Manuel II se reunió con representantes de todos los estados italianos que reconocían su autoridad para poner en marcha la siguiente fase. El 17 de marzo del mismo año, sería coronado rey de Italia por la gracia de Dios y voluntad de la nación. Lo más destacable fue que las demás potencias europeas lo reconocieron.

Aún habría una tercera guerra de unificación ya que Venecia, partes del Véneto y zonas del norte seguían en manos de Austria. Sin olvidarnos de Roma y el Lazio, que seguía en manos del Papa.

El agosto de ese año murió Cavour pronunciando las siguientes palabras: Italia ya está hecha, todo está listo. Pero más que esa frase, la que hay que enmarcar es la frase del primer ministro de Cerdeña, Massimo d’Azeglio, que destaca las enormes contradicciones y la fragilidad del nacionalismo italiano:

L’Italia è fatta. Restano da fare gli italiani.

Hemos hecho Italia. Ahora debemos hacer italianos.

Fuentes:

Álvarez Junco, José. Dioses Útiles. 2017.

Hobsbawm, Eric. La era de la Revolución. 2017.

Schulze, Hagen. Estado y nación en Europa. 1997.

_Ignasi Vidal

Historiador contemporáneo. Especializándome en liberalismo y nacionalismo del siglo XIX. Siempre dispuesto a ser crítico y criticado para mejorar.
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