La Mano de Fátima es uno de los símbolos más antiguos, que se remonta a la cultura sumeria-babilónica. Desde la antigüedad, la simbología de “la mano” ha jugado un papel crucial en la historia de la humanidad, constituyen un verdadero lenguaje simbólico.
Así lo atestiguan las antiguas representaciones de arte parietal en cuevas como la “Cueva de las Manos”, al noroeste de la Provincia de Santa Cruz (Patagonia, Argentina) con cerca de 10,000 años de antigüedad o la encontrada en la “Gruta de Cosquer”, en Francia, cuya mano “en negativo” está datada en 27,000 años. Sin olvidarnos de las encontradas en nuestra Altamira, que rondarán los 20,000 años. Es pues, una representación común, casi lógica, del género humano.
La mano, poder y divinidad
La mano simboliza el poder y tiene valores positivos y negativos, según las diferentes culturas y tradiciones. Para el cristianismo, la mano derecha da orden al mundo, mientras que la mano izquierda es la gracia divina.
Además, en la Biblia, la mano expresa la capacidad del hombre de no poder hacer algo: “está en su mano”, o “caer en sus manos”. En la antigua Grecia, la mano representaba el más allá y, al mismo tiempo, la fertilidad y la inmortalidad. Las manos son en sí un universo interior, son incluso capaces de comunicar cosas a través de un lenguaje casi secreto.
Las manos unidas recuerdan el gesto de la oración, el momento en el que el hombre busca el contacto con lo divino. Entre los griegos y romanos, la mano cerrada en un puño con el pulgar apretado entre los dedos índice y medio simbolizaba un verdadero amuleto contra la mala suerte. Con la grafía hebráica יד (yád, “mano”), la mano aparece 1,618 veces en el Antiguo Testamento y unas 178 en el Nuevo (escrito en griego como χείρ, χειρός cheír, cheirós ‘mano’).
Son los gestos de las manos los que comunican el estado mental o la identidad de la persona. Moisés abre y levanta las manos al cielo en señal de oración e intercesión, el pueblo aplaude en aclamación. De aquí también que los hebreos usen este símbolo también como amuleto.
La mano de Fátima: origen
Uno de los gestos, o símbolos que encontramos con frecuencia, tanto en el arte como en la vida cotidiana, es la mano con la palma abierta, comúnmente llamada “Mano de Fátima”.
La mano de Fátima es un símbolo muy antiguo, vinculado al culto de Tanit, la diosa más importante de Cartago.
Tanit era la diosa más importante del panteón púnico, deidad de la fertilidad, del amor carnal, de la luna y de la Tierra. Era la encarnación de todo lo femenino. A menudo se representaba a la diosa Tanit con las manos extendidas y elevadas, incluso su representación esquemática (el famoso triángulo) se solía acompañar de su mano derecha elevada, la que bendice y protege, igual que en las representaciones cristianas. Estas manos se pueden encontrar en en los restos de las lápidas púnicas o estelas.
Significado de la La mano de Fática en el islám
En lo que toca al amuleto islámico, se le conoce como Jamsa o Hamsa, representa seriedad y autocontrol, y es usado principalmente por mujeres. La mano tiene cinco dedos, de ahí su nombre (hamsa es 5) y recuerda los cinco pilares del Islam. En el folclore popular, el símbolo se usa para protegerse del mal de ojo. Con un ojo representado en el centro de la palma, el amuleto tiene la función de prevenir enfermedades.
Según se suele afirmar, incluso las piedras utilizadas para decorar el objeto adquieren un significado simbólico:
- la amatista protege durante los viajes.
- la esmeralda ayuda a la memoria.
- el rubí contra accidentes.
- el zafiro protege de las fuerzas del mal.
La leyenda de Fatima: entre el amor y la convicción
Fatima az-Zahra, cuarta hija del profeta Mahoma (Muhammad) y transmisora de la sucesión consanguínea de este. Se casó con Ali ibn Abi Tálib, un primo de su padre, primer varón en convertirse al islam y el primer Imán para los chiíes.
Para los musulmanes Fatima (o Fátima) es objeto de inspiración, y como tal giran en torno a su figura diferentes historias y leyendas como la que se suele contar para sincretizar el símbolo de la mano derecha con su persona:
Una noche, Fátima estaba preparando la cena para su esposo, de quien estaba locamente enamorada, cuando lo vio regresar a casa desde la ventana con una concubina. Fátima sufrió al ver a su marido con otra mujer, tanto que no se dio cuenta de que había sumergido la mano en la sopa caliente. No sintió dolor físico sino un inmenso dolor en su corazón.
El esposo entró a la cocina y al encontrarla en ese estado, le preguntó qué estaba haciendo. Solo entonces, sacó la mano del cazo, notando la quemadura y el dolor severo en su mano. Ali la curó y la cuidó, pero luego le dijo que pasaría la noche con su nueva novia. Fátima no pudo evitar aceptar la decisión de su esposo.
Cuando llegó la noche, entró en la habitación con la concubina, ella los observó en secreto desde una grieta entre los tablones de madera de la pared del dormitorio.
En este punto, el corazón de Fátima estaba hecho pedazos. Al de su esposo con su nueva esposa, una lágrima cayó de sus ojos y se posó en el hombro de Ali, haciéndole comprender el amor que sentía por él y convenciéndolo de que renunciara a la nueva concubina.
Al darse cuenta del amor que sentia por su mujer y el dolor que le estaba causando, dejó a la joven concubina.
De esta leyenda se suele sacar el importante simbolismo que acompaña al colgante dedicado a Fatima (Fatema o Fátima). Las mujeres que lo usen, de hecho, recibirán el regalo de la paciencia, que les traerá alegría, suerte y riqueza.
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