Don Santiago de Liniers y Bremond fue Caballero de la Orden de San Juan, Brigadier de la Real Armada. Era de origen francés pero estuvo al servicio de la Corona de España, fue nombrado Virrey del Río de la Plata entre 1807 y 1809, el penúltimo en el cargo; en este último año, fue favorecido por Real Cédula con el título de conde de Buenos Aires. Pero vayamos a los antecedentes.
La invasión inglesa de Buenos Aires
Un 24 de junio de 1806, una expedición de 1,600 soldados británicos, al mando del general William Carr Beresford, desembarcó en Quilmes y tres días después se apoderaba de Buenos Aires, casi sin pegar un tiro. Los ingleses se hacían así con la principal ciudad del Virreinato del Río de la Plata.
La bochornosa derrota, ante una ridícula fuerza invasora, se hizo aún más infame tras la deserción en masa de las milicias de la ciudad y la retirada de las tropas mandadas por el Virrey Rafael de Sobremonte hacia Córdoba para organizar una contraofensiva, siguiendo ciertas instrucciones que existían en la legislación local ante una invasión a gran escala, que no era el caso.
Más infame se hizo, todavía si cabe, cuando las tropas en retirada perdieron las cajas de la Real Hacienda en Luján, debido al mal estado de los caminos, siendo recogidas por los ingleses, repartidas e incluso parte de aquella fortuna enviada a Inglaterra, según se dice, los caudales de la ciudad perdidos fueron 1.291.323 pesos de plata.
Santiago de Liniers libera Buenos Aires
Mes y medio más tarde, el capitán de navío de la Armada española Santiago de Liniers con cerca de 1,200 hombres llegaba, no sin dificultad, a Buenos Aires reduciendo a los ingleses. Se convertía así en el primer “caudillo popular” de Buenos Aires junto a otros héroes como Martín de Álzaga, que había permanecido en la capital organizando la resistencia y todo un ejército clandestino, que salió de varios túneles excavados en zonas de la ciudad cuando Liniers comenzó a entrar.
Sobremonte había salido más tarde de Córdoba con el mismo objetivo, pero a mitad de camino se enteró de que Liniers ya había hecho el “trabajo sucio”. La situación del Virrey dio al Cabildo de Buenos Aires una ocasión que no desaprovecharon para cobrarse las cuentas pendientes que tenían con él.
El 14 de agosto de 1806, dos días después de la reconquista, mientras Sobremonte se disponía a entrar de nuevo en la ciudad, Buenos Aires realizaba su primer Cabildo abierto.
El Cabildo abierto de 1806, la ciudad decide
Buenos Aires era por entonces una ciudad bulliciosa de cerca de 40,000 almas, donde se debatía y se hablaba en bares y reuniones de la situación política de España, pero sobre todo del futuro del Virreinato.
El comerciante, y ahora héroe local, Martín de Álzaga, organiza y dirige el Cabildo que convoca abierto (algo así como “extraordinario”) porque se necesitaba decidir rápido sobre qué hacer cuando regresen los ingleses, algo que era inminente.
Participaron 96 ciudadanos en las reuniones en las que se acordaron dos importantes reformas: quitar el poder militar de la ciudad al virrey Sobremonte y organizar las milicias populares. Por vez primera, una ciudad bajo dominio de un monarca absoluto (Carlos IV) decidía por sí misma, por voz de parte de sus habitantes. Eso sí, siempre con el visto bueno de su majestad, como se puede leer en las actas de oficio de estas reuniones; por ejemplo, el acta de abril de 1807 decía al final: (…) es lo que espera para ocurrir al Soberano en primera oportunidad. Vamos, el Cabildo propone, el rey refrenda y da el visto bueno.
Organización de las milicias populares
Liniers, organizó muy bien desde el punto de vista militar las milicias del virreinato pero detestablemente desde el punto de vista político. Lo explico:
Uno de sus errores fue distribuir las milicias en “Cuerpos indígenas” y “Cuerpos peninsulares”, generando sin saberlo una segregación que, si bien en la Península Ibérica funcionaba de alguna manera (separando por regiones, ciudades o Reinos), no funcionó en el Virreinato.
Los Cuerpos Peninsulares se dividieron en 5 Tercios: 1 Tercio de Andaluces, 1 Tercio de Cántabros (Tercio de montañeses), 1 de Catalanes 1 de Gallegos y Otro Tercio de “Vizcaínos” (en este se agruparon asturianos, vizcaínos y castellanos). A los cuerpos formados por nacidos en el virreinato los separó en 7 batallones y 6 escuadrones de Caballería. Estos son los 7 batallones criollos, en donde se observa la separación con criterios —como se pudo ver— poco acertados para aquellas latitudes:
- Cuerpo de Patricios: (3 batallones) formado por los nacidos en Buenos Aires.
- Cuerpo de Arribeños: formado por peones provenientes de las provincias del interior.
- Compañía de Granaderos: (ya existente) Cuerpo que luego formaría la guardia personal de Santiago de Liniers
- Compañía de Cazadores Correntinos: formado por ciudadanos nacidos en Corrientes
- Cuerpo de Indios, Pardos y Morenos: formada por compañías de indios (naturales), pardos (mulatos libres), y morenos (ex esclavos negros emancipados).
Asignó también a ambos Cuerpos un regimiento de Artillería. Realmente tenía un ejército, militarmente, muy bien organizado.
Problemas entre peninsulares y criollos
La mayoría de crónicas coinciden en que los nacidos en la Península se creían los amos del virreinato y miraban por encima del hombro a los criollos, presumiendo de su abolengo español.
Otro punto clave era que los comerciantes locales hacían fortuna con el contrabando y el ganado, que también se solía vender de contrabando (carne, cuernos y pieles), especialmente con destino a Londres. Y los peninsulares eran fervientes convencidos de que todo lo que entraba y salía del virreinato debía de pasar por Cádiz.
Este punto es un tanto extraño, los historiadores se contradicen, quizás una versión simplista haga ver a los peninsulares como “favorables al control comercial” y a los criollos como “anhelantes del libre comercio“; pero esto no fue así, por ejemplo Álzaga era un hábil contrabandista, de ahí que lograra movilizar aquellas tropas (armadas) en la reconquista de la ciudad.
Esta forma comercial, en la que destacaba especialmente el contrabando, era algo compleja y venía de lejos, por eso estaba ya muy aceptado, aunque no legalizado. Los rioplatenses (criollos o peninsulares, no importa) sabían muy bien que con la libertad de comercio valdrían mucho más sus productos locales: no tendrían que pasar por contrabandistas y tampoco por la Real Hacienda, en ambos “organismos” se perdían beneficios.
Finalmente, el contrabando endémico, hacía que la Real Hacienda no recaudase todo lo que debería de los productos rioplatenses, ni los comerciantes locales ganasen lo que deberían, por causa de vender de manera irregular.
La segunda invasión al Virreinato, mayo de 1807
La flota inglesa no había abandonado el Río de la Plata, estaban esperando refuerzos. La situación de conflicto continuo entre España, Francia y Gran Bretaña hacía inevitable un segundo intento de invasión del virreinato. Esta vez, Buenos Aires, estaba preparado, tenía a sus milicias, sus ciudadanos dispuestos y dos cuerpos auxiliares de menores de entre 10 y 14 años que fue agregada a las de artillería.
Caída de Montevideo
La que estaba preparada, militar y defensivamente por sus murallas, pero sucumbió fue la ciudad de Montevideo. Tras un sitio impuesto desde enero de 1807 lograban entrar en la ciudad de Montevideo en febrero, tras una heroica resistencia.
Sobremonte, todavía virrey del Río de la Plata, estaba acampado con un pequeño ejército en las inmediaciones de la ciudad, pero no pudo hacer nada contra los ingleses. De nuevo había fracasado como máxima autoridad en el Virreitano.
Tampoco pudieron hacer nadas las fuerzas de Buenos Aires enviadas por Liniers al mando de Cornelio Saavedra, llegaron tarde, y regresaron a la capital. Los británicos, desde Montevideo, ocuparon la Colonia del Sacramento, y preparaban la invasión de Buenos Aires.
Por supuesto, tanto en Montevideo como en Colonia (y también en Maldonado), hicieron honor, saqueando las ciudades violentamente, a la frase que acuñará Wellington años después en Burgos:
Los soldados británicos son la escoria de la Tierra, solo luchan por el trago y el botín
Fuga de los prisioneros de la reconquista
Tras la caída de Montevideo, se decide trasladar a los oficiales prisioneros ingleses, alojados sin calamidades en la villa de Lujan, a la provincia de Catamarca. Pero durante el traslado, dos “colaboracionistas” ingleses (Saturnino Rodríguez Peña, capitán del regimiento de Voluntarios Patriotas de la Unión, y Manuel Aniceto Padilla, capitán del regimiento Arribeños) aseguraron que traían órdenes de Liniers para trasladar ellos a los prisioneros.
Huyen así los oficiales ingleses a través de una red de colaboracionistas, apoyada por contrabandistas portugueses, y logran llegar a la flota británica.
Cabildo de Buenos Aires en Febrero de 1807
Si en agosto de 1806 al virrey le quitan el poder militar, el 10 de febrero de 1807 deciden deponerlo y poner en su lugar a un nuevo virrey, no impuesto desde Madrid, si no por el ya poderoso Cabildo; como decimos, refrendado por La Corona en segunda instancia por Real Cédula tiempo después.
El virrey elegido no es otro que el citado Don Santiago de Liniers, hombre afable, de gran carisma según sus contemporáneos y cuyo gran defecto fue el de ser demasiado reflexivo buscando el bien común, algo que se traduciría en debilidad poco tiempo después.
Se conservan varias cartas de Sobremonte hablando sobre el suceso, en una de ellas se dice lo siguiente:
El abogado Joaquín Campana y dos o tres mozuelos despreciables fueron los que tomaron la voz y con una furia escandalosa intentaron probar que el pueblo tenía autoridad para elegir quién le mandase a pretexto de asegurar su defensa.
El último asalto a Buenos Aires
El 2 de julio de 1807 se produjo el “Combate de Miserere” en las afueras de Buenos Aires. Los hombres del Teniente General John Whitelocke (9,031 hombres) derrotaban a las milicias de Liniers ( 6,937 milicianos) dejándoles 14 muertos y algunas decenas de heridos, además de los cañones. Intentaban con esto evitar que los ingleses entrasen a la ciudad. Pero a pesar de la derrota se había ganado tiempo, la defensa había sido acertada pero sus bisoños soldados porteños fueron superados.
Los ingleses consideraron tras este enfrentamiento a las milicias “una simple muchedumbre” y se confiaron, incluso se permitieron un par de días de descanso antes de invadir la ciudad. Mientras tanto, Martín de Álzaga preparaba su defensa.
Los ingleses entraban en la capital del Virreinato del Río de la Plata de nuevo el 5 de julio, marchando en trece columnas. Casas y trincheras, parapetos en las bocacalles con doble fila de sacos terreros, alpacas. Todo estaba listo para resistir al enemigo. Álzaga se había encargado de que toda la ciudad se involucrase, e incluso tuvo que dar ánimos a Liniers tras replegarse hacía unas horas.
Dos hombres al mando de la defensa de la ciudad: Santiago de Liniers, hombre que lucha por el Rey y por España y Martín de Álzaga, del que muchos historiadores afirman que luchaba por sus intereses y por declarar la independencia. Pero ahora tenían un interés común: convertir Buenos Aires en “la boca del lobo” para los ingleses
La entrada de los descoordinados ingleses en la ciudad fue una masacre. Recibieron fuego desde todas partes, parapetos, balcones, azoteas y ventanas. Familias enteras desde sus casas les hostigaban con sus mosquetes, varias columnas fueron destrozadas al completo.
Para el día 6 de julio, los británicos no podían más. Habían quedado prácticamente diezmados. El general Craufurd se rindió ante Francisco Javier Elio con apenas 46 oficiales y 600 soldados. Whitelocke cesó el avance también el día 6 de julio desmoralizado, habían perdido más de 2,000 hombres y en el lado español unos 200.
Los británicos firmaron la capitulación del día 7. Por imposición de Álzaga, ésta incluía la retirada de los británicos de Montevideo, la cual se produjo el 9 de septiembre.
Las repercusiones de la victoria
Estas dos derrotas inglesas tuvieron gran repercusión en la época. A los hombres de Liniers se les citó en prensa con el nombre de “vengadores de Trafalgar“, había sido el más grande hecho de armas de que pudiera enorgullecerse la América Española desde la defensa de Cartagena de Indias por Blas de Lezo.
Resentidos por la humillación, los ingleses, difaman a Liniers, a Álzaga y a toda la ciudad en sus panfletos londinenses, afirmando que eran “gente sin talento” y que “la defensa de la ciudad dejó mucho que desear” e incluso afirmando que los porteños no eran más que “unos contrabandistas”. También dejaron caer perlas como esta:
El “Times”, que tanto había publicado sobre la ocupación de Buenos Aires y de la mejora que estaban teniendo sus habitantes gracias a Inglaterra, criticó la expedición de Beresford dando a entender que había sido realizada por iniciativa casi particular y nada tenía que ver con el gobierno.
¿Qué ocurrió con Santiago de Liniers ?
Hacia febrero de 1808, el rey confirmó el nombramiento de Liniers como virrey, comenzando ahí sus problemas con bastantes personalidades de la política hispana.
En verano de 1808, ya con José Bonaparte en el trono, recibió una visita de un emisario francés para que reconociera el Virreinato al nuevo monarca. Aunque rechazó todas sus peticiones se extendió el rumor de que conspiraba a favor de francia a pesar de que lanzó una proclama declarando el Virreinato “neutral” en la Guerra contra Francia.
El gobernador de Montevideo, el general Francisco Javier de Elío, al no ver firmeza en las decisiones del Virrey y creyéndose las difamaciones en su contra, convocó un Cabildo abierto (7 de septiembre) declarando que no reconocía el poder de Liniers.
Álzaga es desterrado
En Buenos Aires mucha gente estaba en su contra también, entre ellos Martín de Álzaga, que promovió un alzamiento contra el el 1 de enero de 1809, conocido como la asonada de Álzaga. Santiago de Liniers aceptó las demandas del Cabildo creyendo que se trataba de un movimiento popular, pero el comandante Cornelio Saavedra movilizó varios regimientos que disolvieron a los sublevados y enviando a Álzaga al presidio.
En febrero de 1809, por Real Cédula, se le ofrece a Santiago de Liniers un título de nobleza que el decide que sea el de Conde de Buenos Aires. Seguramente Liniers pensó que esto agradaría a la población, pero causó, de nuevo, gran malestar en el Cabildo por el cambio de estatus que suponía para la ciudad.
Santiago de Liniers es reemplazado
Pero, cuando la Junta Suprema de España e Indias (fundada en mayo de 1808 en Sevilla) tomó el control del Reino de España, nombró virrey a Baltasar Hidalgo de Cisneros motivada por la ascendencia francesa de Liniers y la mala fama que estaba ganando en el virreinato. Llegará al Río de la Plata en julio de 1809.
Cisneros le ordena que prepare el viaje de regreso a la península, pero Liniers compra una finca a los jesuitas en donde se instala, en Alta Gracia, en el interior; y se toma con mucha calma los preparativos del viaje.
Iglesia Jesuita del Siglo XVII, residencia de Santiago de Liniers
Entre las decisiones polémicas que toma Cisneros se encuentra la de poner en libertad a Álzaga y al resto de participantes en la asonada.
En 1809 ocurrieron dos intentos por formar Juntas en el Alto Perú (perteneciente al Virreinato del Río de la Plata), debido a la ausencia de rey en España. Cisneros envió un ejército para eliminar sus intenciones, capturando a sus miembros y condenandolos a muerte. Esto causó gran resentimiento entre los criollos, ya que criticaba que estos fueran reprimidos con la pena capital y a los de la asonada se les puso en libertad por el mismo delito, alegando que el motivo es que Álzaga había nacido en la península y los otros no.
Revolución de Mayo
En 1810, cuando disponía su regreso estalló la Revolución de Mayo, conato de la independencia Argentina. Esta revuelta puso en el poder a una Junta, al estilo de las que estaban ejerciendo los poderes de los reinos peninsulares; la llamaron: “Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII”, en ella estaban representados todos los cabildos del Río de la Plata y su función inicial era la garantizar una política de espera y de cautela ante los sucesos de la contrarrevolución en la península.
El motivo principal de su creación fue que los Virreinatos americanos no estaban representados en la Junta Suprema de España e Indias y eso, los orgullosos “vengadores de Trafalgar” no lo iban a consentir.
También exigieron el reconocimiento del Cabildo y de la Real Audiencia como órgano supremo. Esta Junta, llamada también“Junta Grande”, declaró la guerra a todo aquel que no le jurara obediencia comenzando aquí una serie de enfrentamientos armados en las que muchos historiadores ven una guerra por la independencia, aunque la Junta afirmaba combatir en nombre de Fernando VII. Aquí se suceden una serie de historias que analizaremos en el futuro, además de los combates, sobre la llamada “Máscara de Fernando VII”.
Contrarrevolución de Córdoba
Cisneros, tras ciertos avatares, finalmente renuncia al cargo y huye con su familia hacia Canarias, según dice, para contar a la Junta Suprema lo que estaba ocurriendo en el Virreinato.
La revolución en Río de la Plata estaba creciendo, los soldados se sumaban a las tropas de la Junta. A pesar de que muchos llamaron a Santiago de Liniers para que se uniera y reconociera la Junta Grande, finalmente recibió órdenes de un sobrepasado Cisneros para que organizase un ejército junto al Virrey del Perú a fin de que frenase las expediciones de castigo de la Junta Grande.
Pero sus hombres no dejaban de desertar cada día (y cada noche) quedándose con un reducido grupo de soldados fieles que terminaron por darse a la fuga hacia el norte debido a las órdenes de busca y captura que habían emitido desde la Junta Grande.
La Junta Grande decretó el 28 de julio una orden contra él y el resto de autoridades virreinales que pretendían deponerla:
Los sagrados derechos del Rey y de la Patria han armado el brazo de la justicia y esta Junta ha fulminado sentencia contra los conspiradores de Córdoba, acusados por la notoriedad de sus delitos y condenados por el voto general de todos los buenos.
La Junta manda, que sean arcabuceados don Santiago de Liniers, don Juan Gutiérrez de la Concha, el obispo de Córdoba, don Victorino Rodríguez, el coronel Allende y el oficial Real don Joaquín Moreno.
En el momento que todos o cada uno de ellos sean pillados, sean cueles fuesen las circunstancias se ejecutará esta resolución, sin dar lugar a minutos, que proporcionasen ruegos y relaciones capaces de comprometer el cumplimiento de esta Orden y el honor de Vuestra Señoría.
Captura de Liniers
En agosto de 1810 la mayoría de los opositores a la Junta Grande fueron capturados. El 6 de agosto de 1810 fue capturado Liniers, que recibió una brutal paliza de sus captores, pero lo dejaron con vida.
Antonio González Balcarce, veterano militar que había participado en la defensa de Montevideo y combatido en la península contra los franceses al lado de José de San Martín, había sido el artífice de la captura.
Lo entregó a su superior, Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, el cual debería haber ejecutado la orden de la Junta Grande y haberlo fusilado. Pero había sido compañero de armas de Liniers durante las Invasiones Inglesas y no pudo ejecutar aquella orden.
Fusilamiento
Los miembros de la Junta se sorprendieron cuando Liniers y el resto de cautivos llegaron a Buenos Aires. La mayoría de los ciudadanos lo tenían por un héroe y era un peligro que tenían que atajar.
El 26 de agosto, en el Monte de los Papagayos, cercano a la posta de Cabeza de Tigre, cerca de la actual Los Surgentes en el sudeste de Córdoba, Liniers fue fusilado junto con los demás opositores a la Junta Grande.
A raíz de este fusilamiento, Luis, el hijo de Liniers, repudió el título de conde de Buenos Aires que fue trocado —con anuencia de la monarquía española— por el de “conde de la Lealtad”.
Descubre más desde El Reto Histórico
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.