Entre octubre de 1859 y abril de 1860 se dio lugar una rápida guerra contra el sultán de Marruecos como represalia por los continuos ataques a los enclaves españoles del Norte de África. La “Guerra de África” fue vendida en toda España con una efectiva propaganda que, por primera vez en décadas, tendrá un apoyo casi unánime con fervor patriótico.
Contexto
España, Cataluña y África
El momento histórico, llamado Gobierno largo de O’Donnell, fue uno de los más estables del XIX. Eso fue a causa de que las cortes estaban dominadas por los liberales. Fue una época de moderado aperturismo; por ejemplo en la censura, aunque existente, permitió la impresión de periódicos. Todos estos factores crearon un clima de estabilidad. Aprovechándose también ese clima para avanzar en política fiscal y legislativa, consolidando el cuerpo administrativo.
En este período, Cataluña, gozaba de una rápida revolución industrial. También de un crecimiento demográfico disparado de un millón seiscientos mil ciudadanos (según el censo de 1857). Al estar toda la política del país centralizada en Madrid, Cataluña estaba alejada de movimientos regionalistas, más allá de reivindicaciones culturales.
Cataluña centró sus esfuerzos en el crecimiento económico, en la industria textil y manufacturas básicamente. Cabe matizar que no era la única industria nacional, el norte y sur de la Península tuvieron importantes explotaciones mineras y siderúrgicas. También hay que citar que no todo era bueno, también surgieron las llamadas bullangas, unas revueltas de carácter liberal anti-librecambista.
La situación en el África española era muy diferente. Sufrían incursiones continuas de marroquíes, especialmente de la región del Rif, lo que complicaba, como es obvio, su expansión y “revolución industrial”. Por ejemplo, Ceuta, a causa de su complicada geografía y su limitado territorio (antes de la Guerra) vivía de la pesca y de ser puerto franco en el estrecho de Gibraltar.
La guerra
La guerra se justificó a causa de un ataque rifeño contra las defensas militares de Ceuta, concretamente el detonante fue la destrucción de un escudo español en unas murallas. Al pedir represalias contra los atacantes, el sultán de Marruecos se negó. Esta negativa llevó a O’Donnell (Presidente) e Isabel II, a declarar la guerra al Sultán Mohamed IV, recién ascendido al trono. La guerra, como tal, duró muy poco. Los beneficios de esta fueron más políticos que territoriales (aunque España obtuvo nuevos territorios de manera temporal ocupando Tetuán).
La victoria contra Marruecos ayudó a unificar el sentir nacional del país, apoyando la guerra con un marcado repunte del nacionalismo, algo insólito, ya que desde su coronación, el reinado de Isabel II había sido muy controvertido y discutido. Incluso los territorios más carlistas como el País Vasco o Cataluña aportaron voluntarios a esta campaña. Esta guerra también será la válvula de escape de muchas aspiraciones militares de oficiales, que en la península suponían una amenaza de pronunciamiento.
El ejército desplegado no llegaba a cincuenta mil hombres, pero estaba mucho mejor equipado que los marroquíes que sólo eran efectivos en emboscadas, a distancia, o en pequeñas escaramuzas. Las batallas fueron de mucha violencia, a causa de la complicación del terreno y la ferocidad de los rifeños. En estas batallas destacó el papel de Juan Prim que sería enormemente elogiado y honrado. A pesar del rápido avance el ejército sufrió mucho desgaste y dispersión de tropas por lo que antes de la toma de Tetuán se prefirió acampar y reorganizar las tropas.
Batallón de Voluntarios Catalanes
El factor de que la guerra fuese contra Marruecos, convergió los intereses de los conservadores de hacer la guerra contra el infiel y los intereses de los liberales-progresistas de hacer una guerra civilizadora contra los “bárbaros” del Rif y el Sultán. Esta convergencia explotó en Cataluña —y muy especialmente en Barcelona— dónde la guerra sumó grandes apoyos de todos los sectores.
Esta exaltación fue aprovechada tanto por el gobierno como la oligarquía catalana liberal. Por un lado para reclutar cuerpos de apoyo y por el otro para limpiar la imagen de deslealtad que las bullangas habían provocado. Así volvían a reivindicar su catalanidad y españolidad. El cuerpo de voluntarios no llegó a Marruecos hasta principios de año del 1860, a pocos meses de la finalización de la guerra.
El Principado
Cuando el avance de las tropas en África se detuvo, se ordenó reclutar en Barcelona cuatro compañías de voluntarios, para apoyar el asalto a Tetuán bajo el nombre de “Voluntarios Catalanes”, de todo el territorio. La Diputación de Barcelona se entregó fielmente en esta propuesta, motivada para limpiar su imagen frente al gobierno central a raíz de los violentos episodios del pasado (según la historiografía). Tampoco está claro que fuese la misma Diputación la que propusiese este reclutamiento al Ministerio del Ejército.
Sea como fuere, se hizo; la Diputación corrió con los gastos de los uniformes, pagos, indemnizaciones y condecoraciones. El uniforme, de acuerdo con la tradición occidental, tenía características folclóricas que se distinguían de las tropas regulares que vestían un uniforme más militar. Lejos de causar división, causó entusiasmo.
El desembarco
En total se reunieron 466 voluntarios. En menos de dos meses los hombres ya estaban reclutados y transportados rumbo a las costas del Rif. Fueron recibidos con alegría por la mayoría de sus compañeros de armas. O’Donnell recibió las tropas en la playa y rápidamente las puso bajo el mando del general Prim que no pudo evitar regocijarse dando emotivos discursos.
A pesar de toda esta pomposidad, las tropas no estaban adiestradas para el combate ya que apenas habían recibido instrucción militar. Cuando sus superiores les recriminaron esta falta de instrucción, Prim espetó una de sus mejores frases:
Mi general, mañana la completaran en el combate.
A pesar de que la tropa no era experimentada y fuesen en número muy inferior a otros voluntarios que llegarían más tarde —como los Tercios Vascongados que ascendían a tres mil efectivos—, la llegada de los catalanes tuvo un elemento propagandístico muy poderoso entre las filas. Se dice que su presencia aumentó la moral de todo el contingente, lo que ayudó a lograr una victoria heroica.
Las batallas
Para la batalla de Tetúan, a estos voluntarios, se les situó en vanguardia. A causa de su poca formación y de la temeridad de Prim, que confiaba demasiado en su capacidad, los voluntarios catalanes sufrieron más de 90 bajas —entre muertos y heridos— en los primeros instantes de la batalla, aunque logrando importantes objetivos. Se dice que su inexperiencia hacía que no fuesen conscientes del peligro que corrían y eso les valió para alcanzar posiciones y desestabilizar el frente enemigo.
Esta temeridad involuntaria fue muy alabada por la prensa española. En menos de un día la arriesgada maniobra de propaganda estaba resultando un éxito para todas las partes: al orgullo de Prim, a la sociedad catalana liberal, a los militares y al sentir nacionalista de todo el estado.
En la batalla de Wad-Ras los catalanes estaban diezmados. Eso no impidió a Prim, llevado por la fe en sus paisanos, ponerlos en peligro en arriesgadas cargas de bayoneta contra la caballería marroquí.
En esta batalla los Tercios Vascongados tuvieron un papel mucho más decisivo. Como hemos dicho, eran más numerosos y estaban mejor preparados. Al finalizar la batalla entre muertos y heridos los catalanes habían perdido más de 100 hombres.
La vuelta a casa
Antes de la llegada a Barcelona, los voluntarios ya fueron recibidos como héroes en Alicante y Valencia. Pero fue en Barcelona donde explotó la alegría. Las celebraciones duraron días con toda clase de ceremonias, populares, militares, eclesiásticas e institucionales. Aparte del entusiasmo popular, las administraciones locales también jalearon y formaron parte de las celebraciones.
A todo esto, el hecho de que el cuerpo de voluntarios fuese exclusivamente de catalanes no significa que no hubiese presencia catalana en el ejército. La había, como de todos los rincones de España, y también serían recibidos en medio de grandes celebraciones.
Fuentes:
Pedro Panera Martínez. «Endavant, catalans!»: Voluntarios de Cataluña para la guerra de África (1859-1860). (2017)
Juan Francisco Fuentes. El fin del Antiguo Régimen (1808-1868). (2007)
Arturo Cajal Valero. La participación de los Tercios Vascongados en la Guerra de África (1859-1860). (2013)
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Como siempre el General Prim todo un caballero. ¡Muchas gracias por este artículo, muy interesante!