La frivolidad que a menudo se atribuye (a veces con razón) a la historia del juego y su supuesta trivialidad han hecho que este aspecto de la vida cortesana del Antiguo Régimen haya sido relegado con frecuencia a la categoría inferior de “historia menor”.
Los grandes historiadores han eludido generalmente este ámbito o lo han limitado a algunas anécdotas ligeras, como si el juego no mereciera un estudio específico. Sin embargo, incluso personas poco informadas sobre la Historia de Francia saben que la Corte y el Rey se entregaban con regularidad -incluso compulsivamente- al juego. Este simple hecho es suficiente para reconsiderar la importancia que debe atribuirse a los pasatiempos de ocio: cualquier actividad practicada por la Reina o el Rey merece ser estudiada con la mayor atención.
“Veladas de apartamento”: los juegos de azar en el centro de atención
Sin centrarse siquiera en la pareja real, se constata que el juego trastocó la existencia de numerosas personas en la Corte, aunque solo fuera por las fortunas que contribuyó a hacer y, sobre todo, a deshacer. La práctica totalidad de los juegos eran de apuestas, y las sumas podían aumentar rápidamente en la embriaguez de las veladas.
Algunos aprovecharon para enriquecerse considerablemente: es el caso, por ejemplo, del marqués de Dangeau, conocido por su Diario que narra la vida de Luis XIV a diario durante 36 años. Su forma de jugar es un reflejo de su estilo literario: frío, incluso aburrido, pero terriblemente eficaz. Testimonios de la época afirman que era uno de los pocos miembros de la Corte que “jugaba en serio” mientras los demás invitados hablaban ruidosamente de las cartas que tenían en la mano, sin preocuparse lo más mínimo por el resultado de la partida. Utilizando términos actuales del póquer: era uno de los primeros tiburones en un océano de peces.
Dangeau hizo así su fortuna en las famosas recepciones llamadas entonces Veladas de apartamento o, en francés “Soirées d’appartement“: estas tenían un protocolo muy marcado y tenían lugar desde octubre hasta Pascua. Saint-Simon, en sus Memorias, describió con precisión el desarrollo típico de una de estas veladas:
Lo que se llamaba apartamento era el encuentro de toda la corte desde las siete de la tarde hasta las diez, cuando el Rey se sentaba a la mesa, en el gran apartamento, desde uno de los salones del extremo de la gran galería [el Salón de Júpiter] hasta cerca de la tribuna de la gran capilla.
Primero había música; luego mesas por todas las salas, todas preparadas para todo tipo de juegos; un lansquenete donde Monseñor y Monsieur jugaban siempre; un billar: en una palabra, total libertad para hacer partidas con quien se quisiera, y pedir mesas si estaban todas ocupadas.
Más allá del billar, había una sala destinada a los refrescos; y todo perfectamente iluminado. Al principio, el Rey iba allí y jugaba un rato; pero hacía mucho tiempo que ya no iba, aunque quería que fuera algo asiduo, y todos se esforzaban por complacerle.
Entre los juegos mencionados por Saint-Simon, se reconoce evidentemente el billar, entretenimiento central en la Corte, muy apreciado en particular por Luis XIV, que podía jugar durante horas.
Lansquenete, basset y cavagnole
El lansquenete, por su parte, es menos conocido hoy en día: forma parte de la categoría de juegos llamados “de azar”, en principio prohibidos en el Reino, pero que eran aún más populares en las veladas de apartamento. El lansquenete es bastante difícil de describir: puede considerarse uno de los antepasados del blackjack o 21, en el sentido de que los jugadores se enfrentan a la Banca. Sin embargo, en el lansquenete, los banqueros son múltiples: el verdadero precursor del blackjack es más bien el basset, también muy popular en la época.
Entre los otros entretenimientos que recuerdan mucho a los presentes en los casinos actuales, mencionemos el cavagnole, particularmente apreciado por María Leszczynska, reina de Francia, esposa de Luis XV. En este juego de origen genovés, había que apostar por números que se sacaban al azar de una bolsa rematada por un cierre de marfil. Aquí se reconoce el principio de numerosos juegos muy populares hoy en día: la ruleta, el bingo o incluso tendría origen la Lotería Nacional francesa.
“Jeux de commerce”: para pensar
A estos juegos de azar se oponen los llamados “Jeux de commerce”, en castellano “Juegos de comercio o de negocios” : estos están autorizados y apelan a la reflexión y la deducción más que al azar. Entre los más de moda, se puede mencionar el tric-trac, a menudo considerado erróneamente como una variante del backgammon. La confusión viene del hecho de que estos dos entretenimientos se juegan en el mismo tablero (tablero de 24 flechas). Sin embargo, el objetivo final en el tric-trac no es sacar los peones lo más rápidamente posible del área de juego, sino marcar puntos en cada etapa del tablero. En esto, el juego está mucho menos sometido al azar que el backgammon, y es muy difícil dominar todas las sutilezas para lograr la victoria.
Entre los otros juegos de comercio, el célebre whist, juego de cartas por bazas, antepasado del bridge según algunos. Como se jugaba sin contrato, se acerca más bien a juegos modernos como la belote (no coinchée).
Independientemente de los juegos practicados, estas veladas representan un momento aparte entre el soberano y sus súbditos: la etiqueta se suspende durante unas horas, y el buen humor suele estar presente. Estos momentos, demasiado escasos, en los que cada uno puede por fin divertirse sin tener siempre en mente las conveniencias, son particularmente apreciados por los invitados, pero también por el Rey.
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