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La Armada y la Revolución Gloriosa de 1868

La Marina del compromiso político

Los pueblos viven sobre todo de esperanza. Sus revoluciones tienen por objeto sustituir con esperanzas nuevas las antiguas que perdieron su fuerza.

Gustave Le Bon

La revolución de 1868 fue, de todos los pronunciamientos decimonónicos, el único compromiso revolucionario en el que la Marina participó.

revolucion gloriosa 68
El Gobierno Provisional

No  se  trató de un pronunciamiento más, de entre los muchos que habían turbado la nación en lo que iba de siglo, sino de una revolución encaminada a cambiar la sociedad española.

La Marina tuvo una implicación directa en el alzamiento que derrocó a la reina Isabel II. Es el fin de la marina romántica formada entre 1845 y 1868 que nació en una posguerra y morirá en una revolución. Esta vinculación efectiva de la Armada al proceso político de la época marca un hito excepcional en su larga historia, el historiador Cervera Pery denomina a esta nueva etapa la Marina del compromiso político.

La Marina del compromiso político y el almirante de la Revolución

La proyección histórica de la Gloriosa nos obliga a conocer la trayectoria del principal protagonista de esta Marina política: el brigadier de la Armada, Juan Bautista Topete Carballo, uno de los marinos de más acusada personalidad del siglo XIX y que en la mañana septembrina se jugó los galones en la bahía gaditana por la causa de una España con honra en la que sincera y profundamente creía.

Era un marino de brillante hoja de servicios. Con la fragata “Blanca” tomó parte en el bombardeo de Valparaíso y en el combate del Callao, y herido gravemente en este último fue recompensado con la Gran Cruz de Isabel la Católica. Ascendió a brigadier por méritos de guerra. Héroe en Filipinas, en África y en las acciones del Pacífico era la limpia imagen del marino esforzado, patriota y leal. Que era un hombre de indudable arraigo en la institución lo prueba la lograda y eficaz coordinación del golpe.

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Fragata Blanca de la que fue comandante Juan Bautista Topete en el Pacífico.

Tanto su persona como la institución estaban tan lejos de resultar sospechosos de revolucionarios, que el presidente del Consejo González Bravo, en la víspera del alzamiento, escribía al gobernador civil de Cádiz tranquilizándole de las sospechas que comenzaba a tener y aconsejándole que si algún alboroto se iniciaba en la ciudad “acudiera sin temor a la Marina surta en la bahía en la que tenía plena confianza”.

Junto al marino de larga trayectoria está también el hombre de su época; el político pero el político vocacional, no el profesional de la política. No era un hombre adornado de la gran oratoria imperante pero hablaba de forma honesta y su credibilidad estaba fuera de toda duda.

Topete, como la mayoría de los hombres que secundaron el alzamiento,era monárquico convencido. Lo que quería, como gran parte de sus compatriotas, era acabar con la monarquía desgastada por una dinastía que se había vuelto impopular. Se declara partidario de Luisa Fernanda (hermana de la reina destronada) y de su marido, Antonio de Orleans, duque de Montpensier, pero la restauración montpensierista no hubiese supuesto una total exclusión borbónica en razón de su esposa. Lo probado en Topete es que era partidario de la  soberanía nacional y el sufragio universal .

Topete, caballerosamente, sólo exige que el movimiento se inicie cuando la reina se encuentre en la costa cantábrica, lejos de Madrid, a fin de que pueda cruzar la frontera sin peligro para su persona. Topete es la figura romántica del pronunciamiento, pero también un gran influyente en la conjura, ya que convenció personalmente al comandante de la “Zaragoza”, don José Malcampo y a Rodríguez de Arias, comandante de la “Villa de Madrid”, al que ya había intentado anteriormente atraerse la propia duquesa de Montpensier. Influyó también muy directamente en sus restantes compañeros y subordinados: Sánchez Barcaiztegui, Uriarte, Pilón, Pardo, Vial, Oreyro y los hermanos Guerra, y tomó la entera responsabilidad de la proclama publicada en Cádiz.

“Nuestra heroica marina que siempre ha permanecido extraña a nuestras diferencias interiores, al lanzar la primera el grito de protesta, bien claramente demuestra que no es un partido el que se queja, sino que los clamores salen de las entrañas mismas de la patria “

Topete garantizaba, con el potencial efectivo y psicológico de la poderosa escuadra fondeada en la bahía, la victoria en la primera etapa revolucionaria.

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Juan Bautista Topete y Carballo retratado en el Museo Naval en Madrid

Los protagonistas y la importancia de Topete

La revolución del 68 se gesta por la coincidencia en el mismo plano político de unionistas, progresistas y demócratas respaldados por el aliento popular basado en la repulsa de una corte y una clase dirigente nefastas.

Los tiempos eran convulsos no sólo en lo político, también en lo militar siendo un momento de máxima fusión entre ambos sectores que deseaban medrar con verdadera avidez. Las guerras en el XIX fueron continuas y ello favoreció la movilidad de las escalas profesionales militares. De soldados llegaron a generales muchos de los ennoblecidos que el paso del tiempo puede inducirnos a considerar como nobles. Los títulos de los generales isabelinos son de batallas ganadas por los beneficiarios, pero debajo se encubrían hombres salidos del campo, de clase media, de la burguesía, poseedores de olfato popular, reacios a las concepciones de la vieja nobleza, mal mirados por ella, y sobre todo atentos al incremento de su poder personal. Todo un caldo de cultivo para la inestabilidad.

Según Cervera Pery, ni Topete ni sus compañeros de armas, sublevados en Cádiz, iban a ser la excepción de la regla, no obstante su adscripción a un cuerpo de élite, como es la Armada, directa heredera de los marinos ilustrados del siglo XVIII, cultos , refinados y con sus probanzas de sangre. Cuando se produce el pronunciamiento septembrino, la entrada en escena —con Topete al frente— de los barcos anclados en la bahía gaditana, dará a la Marina un protagonismo de primera fila, un auténtico golpe de efecto.

Los progresistas y los demócratas habían concretado sus esfuerzos firmando en agosto de 1866 el pacto de Ostende en el que se comprometían a un frente común de lucha para destruir las altas esferas del poder, nombrar una asamblea elegida por sufragio universal que decidiera la suerte del país y sobre todo, era la declaración de guerra a la monarquía isabelina. El pacto entre elementos tan dispares fue posible porque nada une tanto como ir contra algo o contra alguien aunque el acuerdo se deshaga cuando desaparece el enemigo común.

Según Pery los unionistas pusieron los generales, los progresistas las barricadas y los demócratas las ideas. Puede afirmarse que fue la intransigencia de la corona ante los progresistas la que empujó a sus dirigentes a adoptar posturas cada vez más a la izquierda. Prim, por ejemplo, deseaba un cargo en el gobierno, si se lo hubieran permitido, habría formado un gobierno progresista moderado. Convencido de que Isabel II nunca cedería, la idea de la revolución se impuso con solución única. Pero Prim no quería una revolución de barricadas como muchos de sus correligionarios. Por eso se apoyó en Topete, más moderado y en el prestigio de una marina de talante liberal si se quiere, pero lejos de radicalismos.

Se habla poco del importante papel que tuvo la Marina Española en el levantamiento. La presencia en Cádiz de las fragatas “Zaragoza”, “Tetuán” “Villa de Madrid” y “Lealtad”; los vapores “Ferrar y “Vulcano”; las goletas “Edetana”, “Santa Lucía”, “Concordia” y “Ligera”, y los transportes armados “Santa María” y “Tornado” es de una importancia vital. Todos los comandantes de las naves estaban de acuerdo, a excepción del de la “Ligera”  Vicente Montojo, al que Topete no se atreve a proponer de modo claro su participación en el alzamiento; y cuando suenan los cañones de esta escuadra de combate en veintiuna salvas, el trono de Isabel II se derrumba. La Marina esta vez ayudó a un cambio gubernamental muy serio: el derrocamiento de un trono .

Estallido de la revolución

El año 68 supuso ante todo la explosión de un largo proceso que quiso llevar a los españoles de vuelta por el discutible camino de la “honra” tradicional.

En  septiembre de 1868 todo estaba preparado para el pronunciamiento militar que se iniciaría en Cádiz con la sublevación de la flota por el almirante Topete. Allí llegó en la noche del 16 de septiembre el general Prim, acompañado de los progresistas Sagasta y Ruiz Zorrilla, antes de que llegaran desde Canarias los generales unionistas que estaban allí desterrados, encabezados por el general Francisco Serrano. Prim y Topete decidieron no esperar y el 18 de septiembre se sublevaba Topete al frente de la escuadra. Al día siguiente, tras la llegada de Serrano y los generales unionistas desde Canarias, Topete leyó un manifiesto redactado por el escritor unionista AdelardoLópez de Ayala en el que se justificaba el pronunciamiento y que acababa con el célebre grito «¡Viva España con honra!».

Prim por su parte a bordo de la fragata blindada Zaragoza recorrió la costa mediterránea logrando que se sumaran al movimiento todas las ciudades costeras desde Málaga hasta Barcelona.

El 28 de septiembre tuvo lugar labatalla de Alcolea con victoria de las fuerzas sublevadas. Al día siguiente el levantamiento triunfaba en Madrid y el día 30 Isabel II abandonaba España desde San Sebastián.

El 8 de octubre se formaba un gobierno provisional presidido por el general Serrano junto con el general Prim y el almirante Topete. Se sellaba así el triunfo de la que sería llamada la Revolución de 1868 o La Gloriosa que había puesto fin al reinado de Isabel II.

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Bicornio y Uniforme de media gala (frac) del almirante en el Museo Naval en Madrid

En la monarquía de don Amadeo —al que Topete no había votado—, su profesionalidad le llevará a desempeñar la cartera de Ultramar. En la I República, Serrano lo pone al frente de nuevo del Ministerio de Marina, en el período que va desde el final de la República hasta el pronunciamiento de Martínez Campos. Restaurado Alfonso XII fue ascendido a vicealmirante por antigüedad y nombrado senador vitalicio, título que ostentó hasta su muerte en 1885.

Si Topete se personó en esta aventura fue para reformar la Marina y defenderla de los recortes presupuestarios con que los gobiernos castigaban a la Armada. En el Gobierno provisional de 1868 se encargará de inmediato de la cartera de Marina y publica un decreto creando una Junta provisional de Gobierno de la Armada que habría de funcionar hasta la constitución de un nuevo almirantazgo. Topete le encomienda que además del despacho ordinario de los asuntos de la Armada atienda a su reorganización, redactando un proyecto de Ley Naval que debe ser presentado a las Cortes constituyentes para su aprobación. En febrero de 1869, Topete instituye el nuevo Almirantazgo, estableciéndose también el Tribunal Supremo de la Armada.

Con el Almirantazgo se pretendía desligar la acción particular del ministro, cargo político que venía actuando con independencia en lo referente a la legislación, mando y administración de la Marina. El nuevo organismo ejercería dicho cometido técnico, al objeto de que, como sucedía en Gran Bretaña —de donde se tomaba el modelo—, pudiera subsistir almargen de los cambios políticos y de los diversos sistemas de gobierno. Pese al  entusiasmo, el Almirantazgo no sobrevivió a Topete, y no precisamente por las personas que integraron la Junta provisional y el Almirantazgo, ya que de presidente de ambos organismos actuó el propio Topete y de vicepresidencia Casto Méndez Núñez y don Juan Bautista Antequera, otros de los marinos que habrán de sobresalir principalmente en los años de la Restauración.

No obstante la brevedad del cargo, Topete dejó la huella de una serie de reformas que merecen reflejarse como el establecimiento de una escuela naval flotante con su reglamento y planes de estudios, y la aprobación de otra reglamentación para ingenieros de la Armada, Cuerpo de Sanidad y Eclesiástico, preocupándose también muy directamente del estado y desarrollo de la infantería de Marina y a la que dio unas nuevas ordenanzas.

Siempre confió Juan Bautista en la historia. En el manifiesto del brigadier Topete a su compañeros en la Marina Española firmado en Cádiz el 28 de septiembre de 1868 comienza diciendo:

 rotos los vínculos que unir deben al pueblo con el trono, la Armada Nacional al iniciar la revolución es fiel a su juramento, consecuente en sus principios, y puede estar segura de que la imparcial historia le hará cumplida justicia.

Para saber más:

  • Cervera Pery, José. Juan Bautista Topete: un almirante para una revolución. Madrid: Ministerio de Defensa, Secretaría General Técnica, 1995.

_Carmen García

Oficial de la Armada con patente de corso, en la Reserva. Documentalista.

3 comentarios

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  2. Hola Carmen. Me ha encantado el artículo sobre el “primer almirante de Castilla”, yo sabía que durante el reinado de Alfonso X, el Sabio, la marina había tenido un papel importante. Me ha gustado este artículo. Y el de “La revolución que inició la marina” lo leeré con mucho interés, entre otras cosas porque ha sido un tema investigado por mí y por el Dr. Redondo Calvo, para el libro “La ciencia médica en la Armada Española del siglo XIX”. Pues la “gloriosa”, con el almirante Topete al frente, y en el Ministerio de Marina dio pie a la creación del Cuerpo de Sanidad de la Armada, y en el Reglamento se instituía la obligación de realizar unas conferencias, que fueron las que desarrollaron las sesiones clinicas en todos los hospitales del mundo (dicho muy esquemáticamente, pues hemos investigado este tema desde el primer tercio del siglo XVIII), y hemos estudiado las “Memorias clínicas” de los oficiales médicos de la Armada al final del siglo XIX. Ya hemos publicado el libro que indico, en el año 2010 y varias comunicaciones y artículos científicos en revistas médicas.
    Un cordial saludo
    Ángel Pozuelo (PhD, doctor en Historia) Bibliotecario del Hospital General Universitario de Ciudad Real

    1. Hola Ángel

      El artículo sobre Bonifaz lo ha escrito Miguel Ángel Ferreiro, me alegra que te haya gustado. Qué interesante lo que cuentas de las sesiones clínicas, intentaré buscar tus artículos. Enhorabuena por tus investigaciones históricas sobre medicina. UN cordial saludo.

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