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Coleccionistas del pasado: la Biblioteca Colombina

Una de las mejores colecciones del mundo

– Hazte pasar por italiano o francés. Nunca digas que procedes de los Reinos de las Españas.

– ¿Por qué, mi Señor?

– Porque los pertenecientes a estos reinos, amasamos gran cantidad de enemigos sin más motivo que la tierra que pisaba tu madre al parir.

Biblioteca Colombina

Mala fama tenían los españoles en la época: una dominada Italia, una Francia enemiga y una Alemania protestante. Pero a pesar de los roces entre fronteras, Hernando Colón viajaba a través de Europa en busca de sus amados libros. Gracias a su padre y a su don con las lenguas, guardaba amistades con grandes personalidades del momento como Erasmo de Rotterdarm o Antonio de Nebrija y cosechaba pleitesía con los libreros de todo occidente. 

– ¡Ah de la mula, campesino! Soy hijo del descubridor de las Indias ¿Y vos?

– Soy un mercader sevillano. Si es vos ese que dice, a sus pies, y un mensaje. Traigo conmigo los libros que encargó y los recibos de los mismos.

– Benissimo!

Los libros habían viajado mucho, pero otro mes de abril más recibía su cargamento. Volvió a dejarle el encargo: 100 ducados y unas notas en las que se especificaba que debían comprarse los libros más recientes de la Cristiandad y de más allá, sin importar idioma o cultura. El encargo estaba destinado a cierto mercader en Lyon, éste era el primer eslabón de la cadena.

Existían  cinco ciudades que daban a luz a los libros – Venecia, Nuremberg, Roma, Amberes y París-  y para ellas eran esos 100 ducados. Para el mes de abril del año siguiente, los libreros de esas polis mandaban los nuevos volúmenes que entrasen dentro del presupuesto  y una lista con los precios y títulos de los que no habían cabido. En Lyon se recogía todo ello,  el encargado allí se los enviaba al mercader sevillano que se encontraba en la Feria en Medina del Campo, mediante un mulatero.  Un resto de aquellos años de viajes y descubrimientos se guarda en la catedral de Sevilla, heredada del hijo del descubridor de las Américas.

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Interior de la Biblioteca Colombina [Foto: Carmen S. Cantos]

La Biblioteca Colombina tiene una larga historia marcada desde su comienzo por el testamento de Hernando Colón. En éste, el hijo del almirante se aseguraba de dejar a buen recaudo sus libros. El heredero debía ser su sobrino, pero éste no tenía interés por los miles de volúmenes. El siguiente en la lista era el Cabildo de la Catedral de Sevilla. Así fue como acabó la colección en su actual emplazamiento, ya que antes estaba situada en la casa de Hernando Colón muy cerca de la antigua Puerta Real.

Actualmente está en un edifico anexo, cerca de la nave del Lagarto, en la Catedral hispalense y no se ha movido de allí desde 1552. Desde que los libros están en su actual sede pertenecen a la conocida Institución Colombina, órgano encargado de seguir las ordenanzas dadas en el testamento y de regir también la Biblioteca Capitular, la Biblioteca del Arzobispado, el Archivo de la Catedral y el Archivo Arzobispal.

Grandes salones blancos y de roble. Enormes armarios acristalados con una malla de red, para que cupiese una mano pero no el libro.  Búsqueda de nuevas ediciones y cada 6 años alguien del personal debía ir con una lista por las cinco ciudades a encontrar todo aquello que faltase o debiera mejorarse. Un concepto de biblioteca semipública, completa y perfeccionada, en la que la consulta fuese en el mismo lugar y sin mover mucho los libros de las estanterías.

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Una de las estanterías de la Biblioteca Colombina [Foto: Carmen S. Cantos]

Algo así es hoy en día, aunque si Hernando Colón pudiese ver su biblioteca no quedaría decepcionado. Pero sí se irritaría porque no han ampliado su colección. Quería tener la biblioteca más completa y con un orden exacto en sus libros, una determinada colocación y un modo de consulta específico. Sus métodos de archivo y de catalogación son los que aún se siguen usando. Y no escribió nada sobre ello, salvo su testamento.

Su persona

Hernando Colón nació en Córdoba en 1488.  Bibliófilo y bibliógrafo, porque no sólo sentía  obsesión por poseer y coleccionar libros de ediciones extrañas y preciadas, sino que los conocía, catalogaba, estudiaba y describía. Es un personaje llamativo y desconocido, acompañante e historiador de su padre en el 4º viaje a América, cosmógrafo y varón de su tiempo.

Fue el primero en trasladar volúmenes al Nuevo Mundo, en concreto cuatro arcas con 250 libros, en ese viaje intentó montar una biblioteca en las tierras descubiertas. Se cree que su pasión le corría por las venas porque Colón era mercader de libros antes del descubrimiento, aunque esos son hipótesis sin esclarecer. Lo que sí se tiene claro es que gracias a él conservamos un trozo del Renacimiento encerrado en la Catedral de Sevilla.

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Retrato de Hernando Colón

Para conocer mejor al humanista y amante de los libros, lo mejor es remitirse al Memorial que escribió para Carlos V en 1537, a las “declaraciones” del licenciado Marcos Felipe, albacea de don Hernando y a su testamento.

En cierto momento, el bibliófilo, llego a decir que no se había casado con una mujer porque nunca le podría dar lo que le daban los libros. En esta afirmación podemos ver su obsesión con los volúmenes. Como el que sueña con que su amor sea eterno, Hernando quería que su biblioteca fuera para siempre. Por ello le escribe el Memorial al Emperador, un documento que busca la fundación de una organización para que se conserve su labor.

En el primero de los libros observamos su talento como bibliófilo. Se adelanta a su época y propone ordenar los libros con el lomo hacia fuera, para poder apreciar  el título de la obra y ordenar alfabéticamente y por materias todas las obras, para facilitar el trabajo de búsqueda.

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Página de la biografia de Hernando Colon

En este volumen es también dónde menciona las reseñas que se debían elaborar sobre cada libro:

“Para que haya más noticia de lo que tales libros tratan, otro libro en el que se dice y refiere la suma y sustancia de lo que cada libro contiene, que en efecto es un epítome o argumento de tal libro, por manera que con leer aquel epítome o argumento de tal libro, conoce quien lo lee si aquel libro satisface a su propósito…”. 

Se conoce en el ejemplar su relación con el Rey y el aprecio que éste le tenía- sabido es que vivió en la Corte.

Por las “declaraciones” del albacea, sabemos que las extensas y muy concretas aclaraciones y prescripciones a llevar a cabo en  la librería de las que habla en su testamento Hernando Colón, no se encuentran en otro lugar. En este libro se dejan cosas claras como la nacionalidad jenovesa de Cristóbal Colón y algunos detalles sobre el libro biográfico que Hernando hizo de su padre.  Supone un antes y un después en el mundo de las bibliotecas y en el modo de consulta.

Por ello, el testamento es su mayor obra bibliófila, como también dice el albacea en sus “declaraciones”. El testamento está dividido en dos partes: una en la que escoge su sepultura y organiza su herencia, y la otra dónde refleja el reglamento que ha de seguir su biblioteca una vez que él no esté. En esta segunda parte se recogen todos los pormenores de la biblioteca: distribución, ordenamiento, organización, recogida y compra de libros, sueldos, horas de trabajo, etc.

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Testamento de Hernando Colón. 23839 P/3. Archivo Histórico Provincial de Sevilla.

Incunables y otros volúmenes

Entre los volúmenes más cotizados de la Biblioteca Colombina se encuentran tres incunables de un valor muy alto: La Gramática de Nebrija o Lebrija, los tratados del Ars Moriendi e Imago Mundi de Pierre d’Ailly. Cada uno con un origen distinto, pero todos de un alto interés a nivel mundial.

La Gramática de Nebrija costó 34 maravedíes, lo que equivaldría a una décima parte de un céntimo de euro actual, y fue comprado en Sevilla por Hernando Colón, según la Institución Colombina. Antes que ésta publica unos tratados sobre el uso del latín y tal es su fama que se lanza a escribir sobre el castellano. Este volumen es uno de los ejemplares de la primera gramática del castellano, conocida en Europa por ser la primera publicación de gramática de una lengua vulgar.

De tipografía gótica, treinta y cuatro líneas por páginas, formato de 4º, uso de la tinta roja y sin portada, no hay duda de que no sea un incunable. Impreso en Salamanca en 1492, lugar dónde Nebrija trabajaba como profesor de universidad. El volumen conservado en la biblioteca ha sido encuadernado en 1992 en el taller de Galván en Cádiz. Se ha realizado una edición fototípica en 1909 y una edición facsímil en 1992 por motivos del V Centenario de su publicación.

El Ars Moriendi o el Arte del bien morir es otro de los preciados libros que conserva la institución. Este reúne una serie de tratados que datan de la Edad Media que tratan como morir bien y en concordancia con Dios. Este tema fue de vital importancia en la época debido a una serie de publicaciones de índole filosófica sobre la fugacidad de la vida, lo terrenal, la ausencia del sentimiento religioso en los hombres y el tratamiento más o  menos profano de la muerte.

Debido a la senda que tomaban estos pensamientos la Iglesia se apresuró en sacar este volumen, con un sentido estrictamente religioso y moral, habla del espíritu del moribundo y su salvación. Repleto de ilustraciones medievales y con mucha más imagen que texto, este incunable fue realizado para el clero pero acabó siendo un manual para los feligreses.

Este ejemplar es digno de mención ya que es xilográfico, anterior a la invención de la imprenta de tipos móviles y el único conocido de esta edición. Fue hecho en Aubsburgo, Alemania, en 1470 y en su última página H. Colón anotó los datos de tu compra, como había con todos los libros. Lo compró en Nuremberg en 1521 y le costó 2 craiçer, la moneda de la época. Este ejemplar posee catorce páginas tamaño A4 con grandes letras góticas e ilustraciones que ocupan casi toda la hoja. Los grabados representan los últimos momentos de la vida  y tiene altas dosis de sentimentalismo y expresividad.

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Algunos volúmenes de la Biblioteca [Foto: Carmen S. Cantos]

El tercer libro es Imago Mundi de Pierre d’Ailly, de gran interés ya que Hernando Colón lo heredó de su padre y contiene notas del almirante y su hermano, según especifica Bartolomé de las Casas. Esta edición es de 1477 (aproximadamente) y no sólo contiene la obra de d’Ailly, también posee textos de Jean de Gerson, ambos teólogos y filósofos franceses. Colón lo consultó y en los márgenes corrigió ciertos errores cartográficos que el vio oportunos, como el viaje de las naves romanas.

Y así, heredando, comprando, regalos y becas por parte del rey, Hernando Colón formó una biblioteca y con ellas las bases de la bibliotecología, dadas en su testamento. Gracias  a que fue un enamorado de los libros y a que decidió dejárselos al Cabildo, a día de hoy poseemos este museo de las letras.

Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer

Alfonso V

Biblioteca Colombina sello

Webgrafía:

Web Oficial

Artículo de María Jesús Burgueño.

Artículo de Antonio Palacios. 

Biografía:

Klaus Wagner.La biblioteca Colombina en tiempos de Hernando Colón, Universidad de Sevilla,1991.

Francisco Javier Escobar Borrego. Hernando Colón y su librería en el Hércules Animoso, de Juan de Mal Lara. PHILOLOGIA HISPALENSIS.

_Carmen S. Cantos

Periodista con tinta en las venas. Criada entre almendros y olivos, amante de lo cosmopolita, viviendo en el desierto modernista.
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