Los investigadores han descubierto que una momia de la colección del Museo Nacional de Varsovia, que es la única momia egipcia embarazada que se conoce, tiene grandes cavidades en la cara que no son típicas del proceso de momificación y que indican claramente que sufrió un cáncer nasofaríngeo.
“Al preparar el cráneo de la momia que examinamos para las impresiones en 3D, observamos grandes defectos en partes de los huesos faciales, más grandes que los que se suelen formar durante los procesos de momificación” – dijo Marzena Ożarek-Szilke, antropóloga y arqueóloga de la Universidad Médica de Varsovia (MUU). Según añadió, estas cavidades más pequeñas solían surgir cuando se extraía el cerebro a través de una de las fosas nasales. En ese momento, por ejemplo, se rompió el hueso etmoidal al “extraer” el cerebro.
El profesor Rafał Stec, de la Clínica de Oncología de la Universidad Médica de Varsovia, preguntó acerca de qué pruebas se le llevaron a cabo para determinar que la mujer egipcia sufría de cáncer y si es posible concluir con alta probabilidad que éste era el caso sin tomar muestras.
“En primer lugar, hay cambios atípicos en los huesos de la nasofaringe que no son típicos del proceso de momificación, según los expertos en el estudio de las momias. En segundo lugar, las opiniones de los radiólogos basadas en la tomografía computarizada indican la posibilidad de cambios en los huesos debido a causas neoplásicas “- señaló el científico. Añadió que la poca edad del fallecido y la ausencia de cualquier otra causa de muerte pueden indicar muy probablemente “una causa oncológica”.
La momia del siglo I a.C. dentro de su sarcófago decorado fue llevada a Polonia en diciembre de 1826 y entregada a la Universidad de Varsovia para ampliar su incipiente colección de antigüedades. Era la época de las “unwrapping parties“ (literalmente: fiestas de desenvolvimiento -de momias-), pero en un golpe de suerte, la momia de Varsovia consiguió sobrevivir a ese periodo totalmente envuelta y sin ser molestada. La documentación del siglo XIX afirmaba que era la momia de una dama, pero tras la Primera Guerra Mundial, los investigadores tradujeron los jeroglíficos del ataúd y la inscripción identificó al propietario del sarcófago como un sacerdote llamado Hor-Jehuti.
Ese error solo se corrigió cuando nuevas radiografías y tomografías computarizadas tomadas en 2016 descubrieron que la momia era en realidad una mujer adulta. Dos años después, un investigador que examinaba los escaneos detectó un objeto en la región de la pelvis. Al principio pensó que podrían ser materiales de momificación utilizados para rellenar el abdomen, pero un análisis más detallado de los resultados de las imágenes reveló que la masa tenía una pequeña cabeza, manos y un pie.
Al parecer, el natrón envasado en el cuerpo había sellado el útero y mineralizado el feto, conservando gran parte de su tejido y haciéndolo visible en las imágenes de rayos X y TAC, aunque los huesos estuvieran muy descompuestos. Los escáneres también revelaron que era joven, entre 20 y 30 años cuando murió, y que había estado en el inicio del tercer trimestre de embarazo (semana 26-30).
Siguieron otros dos años de investigación para confirmar que no se conocían otras momias egipcias embarazadas y el descubrimiento se anunció al público en abril de 2021. Las tasas de mortalidad materna e infantil eran elevadas en la antigüedad, por lo que resulta sorprendente que haya tan pocas pruebas de ello en el registro arqueológico en una sociedad en la que la momificación estaba tan extendida. Ya se han encontrado restos óseos de mujeres embarazadas y fetos momificados (había dos fetos en la tumba de Tutankamón), pero son extremadamente raros.
El equipo multidisciplinar del Proyecto Momia de Varsovia sigue investigando. Sospechan que sufría un tumor maligno, pero eso sólo puede confirmarse mediante un examen histopatológico. Tienen previsto extraer muestras de tejido de las cavidades para compararlas con las muestras de cáncer encontradas en otras momias egipcias almacenadas actualmente en bancos de tejidos de Estados Unidos y el Reino Unido.
Según los investigadores, el análisis de las momias puede contribuir al desarrollo de la medicina moderna. Según explicó el profesor Stec, será posible conocer la “firma molecular” de los cánceres y compararla con los actuales. Expresó su esperanza de que también se amplíen los conocimientos sobre la evolución del cáncer y que se puedan indicar nuevas direcciones de investigación tanto en el diagnóstico como en el tratamiento.
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