La Mancomunidad Polonia-Lituania nació como solución política a la unión personal del Gran Ducado de Lituania y el Reino de Polonia. Esta unión duraría hasta 1795, año de la desintegración de Polonia. ¿Cómo llegó a ser posible aquella unión?¿Qué consecuencias tuvo?
Orígenes católicos
Para poder entender cómo ocurrió y cuál era la situación debemos retroceder hasta el siglo X. En ese tiempo, los nobles de la dinastía Piast se convirtieron al cristianismo y juraron lealtad al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Otón I. De esta forma, el ducado de Polonia —que ya existía desde aproximadamente el siglo VIII— pasaba a estar reconocido por el resto de estados católicos.
Tras este juramento, el duque Boleslao I (967-1025) se coronó rey de Polonia en el año 1025. El Papa no puso objeción alguna, ya que confiaba en que se reforzaría la presencia cristiana en la zona. Al mismo tiempo, en la zona de Lituania no existía una forma de gobierno como tal. Eran tribus dispersas las que controlaban el territorio.
La titularidad del Rey inicialmente no era hereditaria, estaba condicionada por la lealtad del duque hacia el Emperador. Las décadas siguientes estarían sucedidas por líderes que intentaron esquivar esa servidumbre imperial, perdiendo y recuperando el trono. Hasta que, Premislao II, en el siglo XIII, (1257-1296) se convertiría en el primer rey de Polonia con derecho a título hereditario.
El nacimiento de Lituania
Para entonces, en Lituania, las tribus se habían organizado y tras tres siglos siguieron agrupándose hasta formar un gran ducado en el siglo XIII. El Gran Duque Mindaugas, quien tomó las riendas del territorio, se considera el fundador del estado lituano. El joven Gran Ducado sufría el acoso de los estados católicos colindantes que les atacaban alegando su paganismo.
Eso terminó cuando el propio Mindaugas aceptó el bautismo y recibió la coronación del Papa Inocencio IV como rey de Lituania. Al morir en 1263 a los 60 años, el título no será renovado, sino que volverá a ser Gran Ducado de Lituania y no el Reino de Lituania. El nombramiento de sucesivos duques causó una enorme inestabilidad, pero aún así la unión de Lituania no se rompió. La población lituana sufrió dos siglos de conversiones forzosas —instigadas por intereses extranjeros— teniendo que renunciar a sus antiguas costumbres paganas.
Unión de Krewo
Polonia sufrió un seguido de muertes de monarcas que causaron tres cambios dinásticos en menos de 20 años. El rey Casimiro III El Grande de Polonia (1310-1370) de la dinastía de los Piast murió sin descendencia, por lo que la Corona fue a parar a manos de su sobrino el rey de Hungría, Luis I (1326-1382) de la dinastía de los Capetos, una rama de los Anjou sicilianos. Este monarca dividió su herencia entre sus dos hijas: la infanta María que heredó el reino de Hungría y la infanta Eduviges que heredó el de Polonia.
A su vez, Lituania sufría ataques constantes de sus vecinos del norte, los Caballeros Teutónicos, que se encargaban de cristianizar el Gran Ducado. Lituania sufrió una guerra civil causada por la división entre la casa gobernante Jagellón y la casa de Vitautas —apoyada por los teutones— que acabará ganando Jagellón. Para esta época los gobernantes lituanos aún no se habían convertido al catolicismo.
Para dar salida al conflicto entre teutones y lituanos, los nobles polacos propusieron a Jogaila, Gran Duque de Lituania casarse con su reina y convertirse en rey de Polonia a cambio de bautizarse. Y así lo hizo, después de unas durísimas negociaciones, el ahora bautizado como Vladislao II —Jogaila— pasaba a ser rey de Polonia y Gran Duque de Lituania. Sin embargo, los reinos no serían unificados. De momento, la misma persona ostentaba los dos títulos por primera vez (1385).
Era Jagellón
La unión personal entre Lituania y Polonia fue muy beneficiosa para ambos. Los comerciantes explotaron sus rutas comerciales hacia el centro de Europa y descubrieron que tenían enemigos en común: teutones, mongoles y tártaros. Rápidamente los polaco-lituanos se establecieron como una de las mayores potencias católicas de Europa.
Tras derrotar a los caballeros teutones iniciaron un periodo de expansión por la actual Ucrania. Al ser una dinastía poderosa consiguieron que miembros de su familia se colocasen en varias casas reales y así ejercer su influencia por el oeste de Europa. Por ejemplo, Bohemia y Hungría fueron parte del dominio Jagellón a mediados del s. XV. Su poder sobre la Europa centro-oriental se vio truncada con la llegada de los Otomanos que derrocaron dichos reyes en 1526.
Polonia-Lituania y Europa
A pesar del duro golpe, los Jagellón seguían teniendo mucho poder e influencia —aunque nunca recuperarían lo perdido—. Durante el siglo XVI vivieron su época de oro de auge cultural. Polonia-Lituania logró enriquecerse gracias a la agricultura. Se convirtió en el estado más importante en exportación de grano de su tiempo. Esto les reportó beneficios, paz y crecimiento demográfico.
Pero no todo podía ser bueno. Gracias al grano polaco, el resto de Europa —sin tener que preocuparse demasiado— se aburguesaba de forma paulatina. Mientras eso ocurría, los nobles polaco-lituanos ganaron mucho poder con un estilo casi feudal, quedando su economía muy condicionada.
Creo que sería bueno matizar que cuando decimos que tenían un poder casi feudal nos referimos a que, mientras otras monarquías centralizaban su poder en gobiernos absolutos, en Polonia-Lituania se descentralizaba el poder. Se daba a los nobles control casi total sobre la población, con grandes extensiones de tierra y manteniendo al monarca en el trono, un primus inter pares (primero entre iguales).
Los nobles polacos
Tal fue el poder de los nobles que lograron crear el Sejm, un parlamento noble con la capacidad única para promulgar leyes. En la práctica, cada noble por grande o pequeño que fuese, actuaba como un soberano. Cada vez más, los nobles se empoderaron hasta tal punto de poder elegir rey si así lo quisiesen.
En 1572 murió el último Jagellón, Segismundo II, sin descendencia. A partir de ahí los reyes posteriores serían todos electos hasta la disolución de Polonia en el siglo XVIII.
La República de las Dos Naciones
Segismundo II, ante la perspectiva de su no descendencia, en 1569 constituyó la Unión de Lublín en la que Polonia-Lituania dejaban de ser una unión personal —diferentes territorios con diferentes leyes pero con un mismo monarca— a una unión real —diferentes territorios con instituciones y jefatura común—. ¿Se podría hablar ahora de una unificación territorial?
Como ya se ha dicho, con la muerte de Segismundo II (1548-1572), los nobles empezaron a elegir nuevos monarcas como mandaba el sistema electivo que ellos mismos habían establecido. Polonia y Lituania tenían un senado y un parlamento común —Sejm—. Un elemento de cohesión que hizo esta unión menos traumática fue la lucha contra su nuevo enemigo: Rusia.
Evolución de la Mancomunidad
Este nuevo poderoso estado intentó aplicar una política expansionista. Logró derrotar a Rusia (1605-1618), a Suecia (1660) y a los cosacos junto a vasallos de los Otomanos (1648-1654). También es cierto que la Mancomunidad pudo hacer frente a estos retos gracias a que no participó en la Guerra de los 30 años (1618-1648), un conflicto armado que tuvo una dimensión casi global. Polonia-Lituania logró salir victoriosa de estos conflictos aunque de forma pírrica. Los sucesivos conflictos la fueron debilitando, ya que la mayoría de ellos se daban dentro de sus fronteras.
Gran Guerra Turca
A finales del XVII, Polonia-Lituania protagonizó uno de sus grandes episodios nacionales, un hito histórico-militar solo posible en la ficción: la batalla de Kahlenberg. A lo largo de la Edad Moderna, uno de los imperios más temidos fue el Imperio Otomano, que parecía imparable en la Europa Central. Los Otomanos llegaron a asediar Viena hasta en dos ocasiones, la primera en 1529 que duró dos meses y la segunda ocasión en 1683. Esta batalla está dentro del marco de la Gran Guerra Turca en la que se logró frenar a los Otomanos en Europa.
El emperador Leopoldo I de Habsburgo se encontraba en conflicto con la Francia de Luís XIV, en el marco de las guerras holandesas. Gracias a la gran resistencia austríaca, el Papa, convocó una cruzada para liberar Viena tras la petición de ayuda del emperador. Todos los países aportaron tropas excepto Francia, que apoyaba la ofensiva turca, y España, que aportó fondos. El país que más tropas aportó fue sin duda Polonia.
Juan III (1629-1696) lideraba la cabeza de los refuerzos con un gran contingente militar. Los mandos turcos decidieron no interrumpir el asedio y prácticamente ofrecer el flanco al ejército de la coalición. La caballería polaca —los húsares alados— se lanzó contra la retaguardia turca. Tras media hora de combate la batalla ya estaba sentenciada. Por su aplastante victoria y valor —ya que Juan III dejó Polonia desprotegida al reunir a todo el ejército— Polonia recibió el título de Antemurale Christianitatis, baluarte de la cristiandad.
Siglo XVIII, la decadencia de Polonia
La monarquía electiva de los nobles poco a poco derivó en anarquía y la antigua unidad del Sejm se rompió. Polonia sufrió una guerra de sucesión en la que Rusia ganó mucha influencia en el territorio. La unión poco a poco fue más y más vulnerable ante sus vecinos prusianos, austríacos y rusos que entre los años ‘70 y ‘90 del XVIII desmembraron por completo el territorio. Este período se conoce como las particiones de Polonia.
Polonia para evitar esos problemas intentó modernizarse reformando su Constitución pero se vio sobrepasada por los problemas internos y externos, haciendo que esas reformas nunca llegaran a puerto. En una maniobra orquestada inicialmente por Federico el Grande de Prusia en 1772, 1793 y 1795, Prusia, Rusia y Austria se irían repartiendo Polonia. Alegaron su inestabilidad e incapacidad para gobernarse para apropiarse de miles de Km2.
A estas tres grandes potencias no les interesaba un cuarto y poderoso actor que controlase la Europa Central por lo que se decidió repartirla entre los tres. Polonia era poderosa pero no podía contra tres frentes de esas magnitudes.
Así fue como, en 1795, Polonia, con más de ocho siglos de historia desaparecía de los mapas devorada por estados más poderosos. En 1807, Napoleón Bonaparte creó el Gran Ducado de Varsovia que en la práctica era un renacer de Polonia, pero como estado satélite. Es por esto que en Polonia a Napoleón se le tiene en gran consideración. A pesar de eso, en 1815 en el congreso de Viena, este Gran Ducado volvería a desaparecer hasta un siglo más tarde, en 1918.
Fuentes:
Lukowski, Jerzy; Zawadski, Hubert. Historia de Polonia. 2003
Schulze, Hagen. Breve historia de Alemania. 2013.
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