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La historia del Gaxi y la labor española en Marruecos

El Gaxi pertenecía a la kábila de Beni-Madan, una de las más cercanas a la capital del Protectorado, Tetuán

Hay que tener siempre en cuenta que entre 1921 (el desastre de Annual sería ese verano) y el 8 de septiembre de 1925, el ejército español sufrió un gran número de deserciones de indígenas que nutrían las filas de la Policía Indígena, Mehal-la Jalifiana, Regulares o informadores nativos.

Este que os vamos a contar es uno de esos casos y ocurrió en las inmediaciones de Tetuán.

La historia del Gaxi

El Gaxi pertenecía a la kábila de Beni-Madan, una de las más cercanas a la capital del Protectorado, entonces Tetuán.

desertor

El hombre no tuvo más oficio que el de ladrón, desde la infancia. Hurtaba cualquier cosa de los talleres de los artesanos de la zona (escobas, vasijas, cestos…) incluso alguna que otra vez ganado; y en más de una ocasión recibió castigo por sus delitos: las primeras veces fueron palizas impartidas por los kadíes y más tarde, siendo ya adulto, la cárcel.

La vida del Gaxi cambió con el regreso de los españoles a la ciudad, en 1913; era una persona odiada en su comunidad y se dio cuenta de que con los nuevos “administradores” podía cambiar su vida, ahora tenía la oportunidad.

Tetuán, banderín de enganche

Precisamente en Tetuán, los españoles, estaban reclutando gente para nutrir las unidades indígenas, esa era la suya, no lo dudó y se inscribió.

Eligió la Mejal-la Jalifiana, una unidad creada para que, a partir de ella –en el futuro– pudiera formarse un ejército propio marroquí. A veces, a muchos, se les olvida que Marruecos era un Protectorado, no una colonia, su administración estaba orientada a “mostrar los caminos de la civilización” a sus gobernantes; cabe recordar también que el sultán ejercía sobre sus súbditos un control feudal bien entrado el siglo XX.

Además de construir trenes, carreteras, escuelas y hospitales, una de las labores principales de los españoles fue la de organizar los ejércitos del sultán. Los cometidos de la Mejal-la eran la protección del representante del Sultán, el Jalifa y, aunque supervisado por oficiales españoles, todo su personal era indígena, incluidos oficiales y suboficiales.

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Askari (soldado indígena) de una
mehal-la de infantería con uniforme
de gala.

La nueva vida del recluta

El Gaxi pasó de vestir harapos a lucir un uniforme nuevo y una insignia de una de las primeras unidades que España costeó para asegurar la tranquilidad de las tierras rifeñas.

Las críticas de los jefes locales (kaides) no tardaron en llegar a oídos de los oficiales, el enrolamiento debería pasar algún tipo de filtro, no podían dejar a entrar a todo el mundo:

No todo el mundo tenía buena voluntad, ni eran fieles al sultán, decían.

Cierto día, el Gaxi, faltó a la formación de la mañana, pudiéndosele localizar más tarde tratando de vender su arma reglamentaria. Por esto sería expulsado de la Mehal-la. Los kaides ya lo habían advertido.

El Gaxi, de nuevo se presenta voluntario

Pasó el tiempo y El Gaxi se volvió a presentar voluntario —se dice que para la Policía Indígena esta vez— sus antencentes no los conocía ya nadie, las bases de datos no serían muy buenas supongo. Aún así el rifeño alegó que ya tenía experiencia militar, y que ya había sido soldado. Consiguió convencer a los españoles de su pericia con el rifle, que ya había hecho instrucción y demás, para que directamente su nuevo enganche fuera de sargento.

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askari de la Mehal-la (años 30)

El Gaxi, un traidor (de nuevo)

Ocurrió que días después de su reingreso en filas, en un puesto en la afueras de Tetuán, se sublevaron los indígenas que allí estaban. Dejaron herido de gravedad al teniente —que era también rifeño— que no quiso unirse al levantamiento y se marcharon con todos los fusiles y municiones del puesto.

Por supuesto, el instigador y líder de la sublevación, como confesaría el malherido teniente, había sido un sargento indígena llamado El Gaxi.

Regreso del traidor

Tras unos meses haciendo fechorías con lo sustraído: asalto de viajeros, robos en kábilas, asesinatos… se entregó a las autoridades voluntariamente —según la prensa: se le había acabado la munición— implorando perdón y solicitando ingresar nuevamente arrepentido en la Mehal-la o a algún Tabor. Ya no tenía ni para comer.

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Harkeños asaltando un convoy en octubre de 1921

Hablaba con la cabeza agachada y no hacía más que repetir que si no lo aceptaban “no tendría más remedio que robar y matar para buscarse la vida” que el solamente “se buscaba la vida”.

Las autoridades aceptaron sus disculpas; increiblemente, sí… Y se le ofreció un puesto sin acceso a armamento, como informador. Poco duró en este puesto que no le ofrecía más beneficio que un sueldo. El 7 de octubre de 1921 volvió a desertar y, por aquellos tiempos, se comentaba entre los soldados de la zona que era uno de los pacos que azuzaban a los centinelas de Tetuán por las noches.

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Francotiradores (o pacos) capturados en 1921

Miguel Ángel Ferreiro

Militar de carrera, autor de "La Segunda Columna" (Ed.Edaf), director de este proyecto e Historiador del Arte (UNED). Entre África y Europa, como el Mediterráneo.
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