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El armario de los venenos de Lucrecia Borgia

Un mueble que regaló el Papa Borgia a su hija Lucrecia y que, siglos más tarde, sería parte del mobiliario de la Casa Medicis

(…) Habían entrado en las habitaciones de la reina María de Médicis y el guía, al llegar a cierto armario, explicó:

-Este mueble es conocido con el significativo nombre de “Armario de los venenos”, “Lármoire à posisons” -precisó-. Aquí guardaba la reina sus mejunjes. Bastaban unas pocas gotas, solamente cuatro o cinco, para mandar a la persona que le estorbaba al otro mundo. (…)

En 1929 los diarios de medio mundo se hacían eco de una pieza que salía a subasta en Berlín. Se trataba de un curioso armario, proveniente de la Italia del Renacimiento y cuyo origen, afirmaba la casa de subastas, se remontaba a la casa Borgia. Se trataba del conocido como “Armario de los venenos” de Lucrecia Borgia.

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Un mueble que regaló el Papa Borgia a su hija Lucrecia y que, siglos más tarde, sería parte del mobiliario de la Casa Medicis. Una pieza adorada y maldita a la vez que pasó también de la Casa Medicis salió, a finales del siglo XIX, hacia Rusia como regalo del Papa al Zar Nicolás I o a su padre, Alejandro I, -según las fuentes varía- tras el acuerdo firmado para que en Rusia se respetase a los católicos. Desde entonces estuvo en poder de los Romanoff.

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En 1917 el armario fue sacado repentinamente del país de la manera que relatan en el Diario Estampa de 1931:

— ¡Stoj!—ordenó con voz áspera un mozo vestido de rudo uniforme. Estaba armado hasta los dientes, incluso con un viejo y pesado revólver Colt que apuntaba a un campesino—al menos,a alguien con aspecto de campesino—, mientras alzaba una linterna en la otra mano.

La orden era, por lo demás, perfectamente innecesaria, porque el carretero ya tiraba de las riendas de su caballería.

—¿Adonde va usted, camarada?—preguntó el guardia rojo.

El campesino, sin grandes prisas, se echó abajo del carro, se golpeó e! torso y los miembros, pues era al anochecer de un día de fines de noviembre—allá en 1917—, poco tiempo después de que los bolcheviques asumieran el Poder, y contestó con voz bronca de frío y aguardiente:

—Buenas noches, camarada.

Y se acercó al blocao, último puesto antes de llegar a la frontera con Finlandia.

—Voy de regreso a casa, a pocos kilómetros de la frontera… Hace varias semanas que no veo a la parienta y a los crios.

—Bueno. Debe usted traer papeles de primera clase para intentar pasar la frontera a estas horas—contesto el centinela—. Vamos a ver.

Ambos entraron en el blocao, donde un buen numero de guardias rojos, de rudo aspecto, bebían té y fumaban alrededor del samovar. El campesino se desabrochó el gabán y la chaqueta, y después de registrar bajo la mugrienta camisa sacó una pequeña cartera de lienzo.

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—Aquí están mis papeles, camarada, y firmados nada menos que por el mismo comandante de Petrogrado.

Después de examinarlos detenidamente y de consultar en voz baja con sus compañeros, el soldado devolvió la documentación al campesino.

—Perfectamente. Ahora vamos a ver lo que lleva usted en el carro.

Y acompañado por un camarada y maldiciendo de aquel grullo que los perturbaba a aquellas horas, saló detrás del campesino.

—Pues a la vista está lo que llevo. Muebles más viejos que Matusalén… es que… lo que pasa, que mi suegra ha tenido a bien morirse y ha dejado estos cachivaches.

—¿Qué es esto?—preguntó uno de los soldados señalando un mueble grande que estaba al fondo del carro.

—Un armario. Lo que pasa, señores. Que abusan de uno y le cargan con trastos inútiles. Pero la parienta se ha empeñado en que lo lleve a casa porque dice que es recuerdo de su padre, que fue quien lo hizo… Caprichos de mujeres.

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Guardias rojos en 1917

—Está bien. Puede usted seguir su camino, camarada.

—Hasta la vista, camarada.

El campesino arreó a su caballería, partió, y una vez cruzada la frontera, exhaló un suspiro que, a poco, rompe la comba del cielo.

—Bueno—pensó para su capote—; si registran un poco más, me las lío.

De esta manera salió de Rusia una bellísima pieza del Renacimiento italiano, después de haber estado durante más de un siglo en poder de la casa imperial de los Romanoff.

El armario era famoso también por sus innumerables compartimentos secretos, cuya forma de acceder a ellos comenzaba por la apertura de la cerradura principal. Esta cerradura ocultaba un mecanismo de seguridad para el cual había que ponerse un dedal metálico, puesto que, al girar la llave lanzaba por un agujero cercano a la cerradura una fina aguja impregnada con un veneno mortal

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Cerradura del Armario

Al parecer se han documentado (todo según la prensa de la época de la subasta) numerosas muertes extrañas en las proximidades de este mueble, seguramente por el veneno de la cerradura. Aunque también hay artículos en los que tachan de calumnias tantas muertes alrededor de los Borgia… quién sabe…

De Lucrecia Borgia poco se conoce para afirmar la veracidad de los crímenes que se le atribuyen, pero su leyenda ha crecido en este aspecto hasta llegar a fundirse con su historia real.

Su otra propietaria, la florentina Catalina, hija de Lorenzo II de Médicis, fue reina de Francia cuyas muertes de familiares y personalidades cercanas a ella, hacían sospechar de sus oscuras maniobras para mantenerse en el poder. Además de ser la causante de numerosas persecuciones contra los protestantes, como la Matanza de San Bartolomé.

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“Un matin devant la porte du Louvre”. Catalina, de negro, en pie contemplando a los protestantes moribundos, tras la matanza de San Bartolomé

Tras el regalo del Papa, en Rusia, la leyenda del armario se hace más grande. Entre los que se maravillaron en su presencia estaba el extraño -y famoso- monje Grigori Rasputín, consejero de la zarina Alejandra. De Rasputín se cuenta que pasaba largas horas meditando ante el armario de los venenos. Una de las cosas que le intrigaban era el reloj que tenía el armario, del que se dice solo tenía 6 horas.

El armario fue mencionado en numerosas novelas del siglo XIX como las que escribió Victor Hugo sobre Lucrecia Borgia o el mismo Alejandro Dumas, que en su libro sobre los crímenes de los Borgia hablaba de una extraña llave envenenada que se activaba al abrir un armario.

¿Dónde estará hoy en día este legendario mueble?


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Miguel Ángel Ferreiro

Militar de carrera, autor de "La Segunda Columna" (Ed.Edaf), director de este proyecto e Historiador del Arte (UNED). Entre África y Europa, como el Mediterráneo.
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