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Niceto Alcalá-Zamora y el anticlericalismo de la II República

Lo que sucedió tras la aprobación de un polémico artículo en 1931

Antes de que fuera presidente, Alcalá-Zamora ocupó el cargo de forma provisional… Del que tuvo que dimitir.

El décimo día de octubre de 1931 se desplegó en la península un manto de incertidumbre. La Constitución Republicana, en su cuna, se tambaleaba entre dos mundos: enfrentaba la posibilidad de una convivencia pacífica y la amenaza de una polarización insostenible.

Niceto Alcalá-Zamora, entonces Presidente del Gobierno Provisional, lanzó un llamamiento a la conciliación, intentando tender un puente sobre el abismo creciente entre las facciones políticas y religiosas.

Niceto Alcalá Zamora
Casa natal de Niceto Alcalá Zamora, actualmente casa museo, en Priego de Córdoba (España).

Alcalá-Zamora, un hombre de fe católica y un político de convicciones republicanas, se vio a sí mismo como un mediador en este conflicto emergente. Ante la perspectiva de que un criterio religioso equivocado prevaleciese en la Constitución, se dirigió a las masas católicas, instándoles a permanecer dentro de la República, a soportar la injusticia sobrevenida y a aspirar a modificarla dentro de la legalidad. Pero también advirtió que si la tolerancia no prevalecía, las alternativas eran sombrías.

Retrato del presidente Niceto Alcalá Zamora y Torres
Retrato del presidente Niceto Alcalá Zamora y Torres

La Constitución y su larga sombra

Alcalá-Zamora dio un discurso el 10 de octubre de 1931, antes de la aprobación de la nueva Constitución, en el que decía: “Fuera de la Constitución nos imponen que estemos. Y ¿qué remedio nos queda? La guerra civil, jamás…“. Preveía lo que iba a ocurrir y buscaba calmar al sector conservador-católico de la población, en el que se incluía.

En la madrugada del 14 de octubre, las Cortes Constituyentes aprobaron el artículo 26 de la Constitución. Fue un golpe devastador para la República y para la convivencia entre los españoles. Alcalá-Zamora, el hombre de fe y el político comprometido con la unidad, se sintió herido en sus sentimientos de creyente y frustrado en su ambición de crear un régimen de concordia.

El artículo 26 de la Constitución de la Segunda República Española de 1931 abordaba el asunto de la religión, un tema muy importante y polémico en la sociedad española de la época. Su texto decía:

> No se reconocen las personalidades jurídicas en las órdenes religiosas, las cuales quedan sometidas a una especial vigilancia del Estado. Se prohibe la enseñanza directa o indirecta, así como cualquier propaganda, por parte de las mismas.

La Segunda República marcó así un cambio significativo en la política española en cuanto a la relación entre la Iglesia y el Estado. Pasó de un estado confesional católico a uno laico, con una fuerte separación entre la Iglesia y el Estado.

Niceto Alcalá-Zamora apoyó el carácter laico de la nueva República. Sin embargo, tuvo problemas con los aspectos anticlericales de la Constitución. Creía que la hostilidad hacia la Iglesia Católica no era necesaria para la laicidad del Estado y que podía provocar una división en la sociedad española.

En diciembre de 1931, Alcalá-Zamora votó en contra de la totalidad del proyecto de Constitución debido a su desacuerdo con el artículo 26 y otros elementos de la legislación. A pesar de su voto en contra, la Constitución fue aprobada y promulgada.

Las aguas de la vida española, que antes parecían prometer la posibilidad de paz y convivencia, estaban ahora envenenadas por la intolerancia. Alcalá-Zamora consideró que las voces agrias y ensordecedoras que siguieron a la aprobación del artículo estaban dirigidas en gran medida contra él. Fue en ese momento que presentó su dimisión como Presidente del Gobierno Provisional.

El Declive y el Resurgimiento

Su dimisión, en aquel momento de turbulencia, pareció marcar el final de sus posibilidades de llegar a la Presidencia (oficial) de la República. Azaña, quién será sucesor de Alcalá-Zamora, escribió que era la “creencia general que don Niceto ha perdido la presidencia de la República“. Sin embargo, la historia y la política tienen una forma extraña de dar vueltas.

A comienzos de noviembre, los miembros del nuevo Gobierno Provisional, presidido por Azaña, le ofrecieron la candidatura de la Presidencia. Y así, en un giro sorprendente de los acontecimientos, el 11 de diciembre, Alcalá-Zamora fue elegido Presidente de la República Española.

Alcalá-Zamora entre la turbulencia política 

El viaje de Alcalá-Zamora, desde su dimisión en octubre hasta su elección en diciembre, es un testimonio de la inestabilidad política de la época. Pero también es una lección de resistencia y compromiso con la concordia, al menos así se definía. Su historia nos recuerda que la política no es solo un juego de poder, sino también un llamado a la conciliación y al diálogo.

Alcalá-Zamora: La Esperanza en la Tormenta

Alcalá-Zamora, a pesar de la tempestad que azotaba a España, se mantuvo firme en su convicción y, esperanzado, solicitaba una revisión constitucional. Su deseo era claro: trabajar por una Constitución reformada que abriera paso a la justicia. En sus propias palabras:

(…) el día que la Constitución se reformara y abriera paso a la justicia, mi vida política no tendría razón de ser ni eficacia; pero hasta ese día me siento con fe, me siento con fuerza, me siento con esperanza para luchar…

Niceto Alcalá Zamora y Torres
Diferentes personalidades en la plaza de ‘El Txofre’, entre ellas se encuentran Niceto Alcalá Zamora y el ministro de Obras Públicas Indalecio Prieto

El Espíritu Violento de Mayo

Según el propio Alcalá-Zamora, el artículo 26 de la Constitución, fue una expresión del “espíritu violento de mayo“, la famosa “quema de conventos de 1931” y siempre instó a modificar ese aspecto de la nueva Constitución, aunque nunca lo logró.

 

Fuente: Joaquín Tomás Villarroya, “LA ELECCIÓN DE ALCALÁ-ZAMORA”, Revista del Centro de Estudios Constitucionales, Núm. 4, Septiembre-diciembre 1989.


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