Muchos historiadores dicen que un 10 de julio de 1099, don Rodrigo Díaz de Vivar moría en Valencia. El Cid Campeador, el que en buena hora había nacido, insigne caballero nunca vencido en sus 72 acciones de guerra, creador de la eficaz “carga tornada” y héroe nacional de imperecedera fama, en la que le acompañará por siempre su caballo Babieca.
El día que murió El Cid Campeador
Aunque la fecha no está realmente clara, siempre oscila entre mayo y julio de 1099. 1099, sería el año en que ocupó su tumba el Cid. La fecha del día 10 de julio fue dada por uno de los mayores expertos sobre la figura histórica del Cid, el historiador Gonzalo Martínez Diez (que nos dejó hace apenas 2 años) seguramente basado en la “Historia Roderici”.
Sobre los que la sitúan en mayo destaca Alberto Montaner Frutos, filólogo hispánico, historiador, arabista y otro experto de cuidado en temas cidianos. Montaner destaca para su teoría dos fuentes: el “Linaje de Rodrigo Díaz” y la “Estoria de España de Alfonso X“. Hay que saber que en la estoria faltarían textos correspondientes —curiosamente— a los últimos años de vida del Cid, aunque esa “laguna cidiana” se va, más o menos, rellenando con el resto de crónicas que coinciden en fechas y en las que aparece citado don Rodrigo, como en la parte de los manuscritos llamada “Crónica de Castilla“.
Otro documento muy importante, también parte de esa Estoria de España iniciada por Alfonso X el Sabio y continuada por Sancho IV de Castilla, a tener en cuenta es el de la “Leyenda de Cardeña“. Son unos relatos legendarios sobre el Cid, relativos a los años posteriores a su muerte, elaborados por los monjes del monasterio de San Pedro de Cardeña a mediados del siglo XIII. Esta documentación fecha la muerte del héroe en junio.
En El Cantar (el escrito por Per Abad), cuando leemos los renglones finales se dice:
Ha salido de este mundo mio Cid el Campeador / el día de Pentecostés, ¡de Cristo tenga el perdón! / Así hagamos nosotros todos, justos y pecadores. / Éstas son las noticias de mio Cid el Campeador, / en este lugar se acaba esta narración.
Probablemente la creencia de que el héroe murió en mayo estaría reforzada por esa fecha de la Pascua de Pentecostés de aquel año, aunque es muy probable que se estableciera a posteriori con fines simbólicos. Julio Trebollé Barrera, en su trabajo sobre la muerte del Cid, deja claro que ese Domingo de Pentecostés del año 1099 cayó un 29 de mayo, la misma fecha en la que se inició la partida de las tropas cruzadas hacia Jerusalén según las “Gesta Francorum“.
En “Historia Roderici” afirma que el Cid murió en el mes de julio; según las Crónicas que hay en la Estoria lo sitúan en torno al 15 de mayo; el Linaje dice que el 29 de mayo también.
Los del Monasterio de Cardeña celebran el aniversario del Cid y de Jimena en junio. La fecha que da el poema, que no tiene valor histórico; no dice ni el año, demostrando que su intención es más simbólico-religiosa cuadrándola con el 29 de mayo.
Trebollé deja claro, y demuestra, que los “compiladores” o autores del Cantar no pudieron hacer oídos sordos a la noticia que se extendía por toda la cristiandad —la partida del ejército cruzado a Jerusalén—, utilizando esa fecha, seguramente no muy lejana a la muerte de don Rodrigo, como conexión entre la Primera Cruzada y el Cid. Ahí están los datos, ahora vosotros juzgaréis cual os convence más.
No hay una tumba del Cid, hay 6 tumbas
Doña Jimena, a la muerte de Rodrigo, se hacía señora de Valencia. Tuvo que defender la ciudad con ayuda de Ramon Berenguer III (yerno suyo) aunque le fue muy complicado. En mayo de 1102, el almorávide Mazdali entraba en Valencia, permitiendo la salida honrosa de los cristianos tal como siempre hizo el Cid con sus enemigos musulmanes derrotados.
Doña Jimena salió al frente portando los restos del inmortal Rodrigo Díaz. Aunque antes de abandonar la ciudad, y tras recoger todo lo de valor, incendiaron las casas para que quedara lo más destruida posible. Los almorávides entraron en Valencia y no la dejaron hasta que Jaime I, en 1238, la conquistó de nuevo para los cristianos.
El Cid, había sido enterrado en la catedral de Valencia pero tras el desalojo, organizado por Alfonso VI y Jimena, sus restos fueron llevados al monasterio de San Pedro de Cardeña. Allí reposarían unos cuantos siglos, hasta que durante la ocupación francesa (h1808) fueron profanados. Los franceses, muchas veces por saquear y otra por denigrar a los héroes que, como el Gran Capitán, los habían derrotado en los campos de batalla solían abrir sus tumbas, robar sus tesoros y esparcir sus huesos por la calle.
Se dice que el intelectual francés Vivant Denon, que viajaba en aquella expedición, pudo recuperar los huesos y devolverlos al mausoleo. Pero el barón Paul Thiébault, un mariscal francés que estaba de gobernador en Castilla la Vieja, cuando se enteró de lo sucedido ordenó se recogieran de nuevo los restos del Cid (y de su esposa) y se llevaran a otro lugar ya que el mausoleo había quedado en muy mal estado tras el saqueo.
Según la leyenda popular (refutada por el diario del barón que dice que se los llevó a su casa, literalmente) los metió debajo de su cama. Ordenó construir un monumento fúnebre en el Paseo del Espolón de Burgos, a orillas del río Arlanzón, que se inauguró el 19 de abril de 1809. Alrededor del monumento plantó árboles y colocó bancos, cosas que duraron bien poco cuando los españoles expulsaron a los franceses de la zona. Al igual que el monumento que les recordaba al gobernador gabacho.
Parte de los restos del Cid y su esposa, durante ese traslado al nuevo mausoleo, fueron robados y regalados más tarde al príncipe de Hohenzollern que los guardó en su gabinete de curiosidades del castillo de Sigmaringen.
En 1826 los restos se devolverán al Monasterio, hasta que tras la desamortización en 1824 se trasladaron a la capilla de la Casa Consistorial de Burgos. Aunque no se tenía constancia de que faltase gran parte de ellos, la mayoría de don Rodrigo. En 1882, la casa Hohenzollen entregó los restos óseos que tenía en su colección. Celebrándose un acto que Alfonso XII presidió.
En 1921, por fin, se depositaron junto a los restos de su esposa Jimena en el crucero de la Catedral de Burgos. El epitafio de la tumba final, redactado en latín por Ramón Menéndez Pidal dice:
Rodrigo Díaz, Campeador muerto en Valencia el año 1099.
A todos alcanza honra por el que en que en buena hora nació. Jimena, su esposa, hija de Diego, conde de Oviedo, nacida de estirpe real.
Resumimos para curiosos, las 6 tumbas del Cid serían:
- Catedral de Valencia
- Monasterio de Cardeña
- Mausoleo del Paseo del Espolón
- Castillo Hohenzollern
- Casa Consistorial de Burgos
- Catedral de Burgos
Y algún que otro hueso que andará por ahí perdido como el que apareció después de que se cerrara la lápida de 1921. Y además… con tantas vueltas… ¿Serán los restos óseos los de don Rodrigo y su amada Jimena? Si su cuerpo al fin y al cabo se hizo polvo y se dispersó, al menos su memoria perdura en forma de leyenda.
Por cierto… su caballo, Babieca, tiene su tumba en el Monasterio de Cardeña, para que lo sepáis.
Fuentes:
- Cantar de Mio Cid. Versión de Menéndez Pidal
- La muerte del Cid y la toma de Jerusalén: “Domingo de Pentecostés” del año 1099. (2002) Julio Trebolle Barrera
- Bitácora del Archivo Munucipal de Burgos (http://archmunburgos.blogspot.com.es )
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