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El papel de España en la unificación alemana

El trono vacante y la construcción europea

A pesar de lo que muchos piensan, España ha sido un país relevante en la política Europea; con sus mayores y menores períodos de decadencia pero siempre se la tuvo en cuenta, aunque no fuese directa protagonista y aquí se verá uno de esos episodios.

 España francoprusiana Prim Saboya
Isabel II fue reina desde 1833 hasta 1868. (Autor: desconocido)

Isabel II

El Siglo XIX en España es trepidantemente complejo; con intrigas, guerras carlistas, gobiernos inestables, pronunciamientos, constituciones cambiantes. Para hacerse una idea, entre 1812 y 1876 hubo más de cuatro constituciones liberales, entre otras, aunque si juntamos todas las constituciones y estatutos suman hasta ocho. Con la muerte de Fernando VII se consideró cerrada la etapa de la Década Ominosa y subió al trono su hija Isabel II, con una regencia de su madre, María Cristina, y luego del general Espartero. Finalmente Isabel II tomó el control del reino el 1843.

El reinado de Isabel II se caracterizó por ser terriblemente inestable, solo en el conflicto carlista, su gobierno tuvo que enfrentarse a cuatro alzamientos. Aparte tuvo que hacer frente a dos proclamaciones de constitución, una guerra en África y dos revoluciones que finalmente la acabarían derrocando.

La gloriosa

Finalmente la Revolución que acabó por derrocar a Isabel II fue la llamada, Revolución Gloriosa en 1868. Desde inicios de los años sesenta del XIX, el sistema político español vivía ya una enorme crisis institucional interna. El sistema bipartidista de turnos empezaba a hacer aguas, ya que los continuos alzamientos militares hacían imposible llegar a acuerdos entre los principales partidos. A eso se le sumó una crisis económica del 1866, a causa de la especulación empresarial con la creación de las vías de ferrocarril que llevó a la bancarrota a empresas, líneas de crédito y bancos.

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El general Ramón María Narváez fue uno de los políticos mas influyentes en el reinado de Isabel II. (Autor: Victe Lopez. Museo de Bellas Artes de Valencia)

El último gobierno de Isabel II fue encargado al general Narváez, del Partido Moderado, que ejerció su poder de forma autoritaria y represiva hacia cualquier movimiento de subversión. Esta política institucional no hizo sino avivar más la inestabilidad que estalló finalmente en 1868. Esta sublevación se propagó rápidamente hacia la población, tanto en las clases burguesas como en las clases más populares. Con el triunfo de la revolución y la prematura muerte de los principales líderes políticos —como el mismo general Narváez o el general O’Donnell— se abría un nuevo panorama que la historiografía ha bautizado con el nombre de Sexenio Democrático.

Europa

Mientras España sufría estas turbulencias el resto de Europa tampoco se libraba. En el caso concreto de Francia y la Confederación Germánica sufrían un seguido de Revoluciones Liberales, las más relevantes fueron las del 1830 y 1848. En todo este proceso los dos países tenían proyectos nacionales diferentes, la primera intentaba implementar la Segunda República Francesa, que fracasaría convirtiéndose en el segundo Imperio Francés, a cargo de Napoleón III. Mientras la Confederación Germánica intentaba configurar el primer intento de unificación que fallaría por la negativa de Prusia y Austria de obedecer al parlamento de Frankfurt.

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Mapa político de la europa de 1870. Los bordes azules responden a las actuales fronteras europeas.

Francia y Alemania

Mientras que el Imperio Francés duraría hasta el 1871 la Confederación Germánica, por su enorme complejidad geopolítica sufriría aún muchos cambios. Después del fracaso de la Revolución de 1848 y del Parlamento de Frankfurt, quedó palpable que la Confederación necesitaba un líder fuerte ante la evidente decadencia del poderío austriaco y creciente del prusiano. Prusia tomó la iniciativa de la política confederal cuando logró derrotar a Dinamarca juntamente con Austria en la llamada “Primera Guerra de Unificación” o Guerra de los Ducados.

Italia, el nuevo jugador

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Víctor Emmanuel II fue el primer rey de la Itália unificada. (Autor: Giuseppe Ugolini. Museo del Risorgimento)

Ahora viene la parte complicada. A la vez que todo esto ocurría, al sur de Europa acababa de nacer un nuevo estado: el reino de Italia; unificado por la casa de Saboya en un largo periodo de guerras. Prusia no dudó en aliarse rápidamente con ella por dos motivos. Italia tenía gran interés en los territorios austriacos de Venecia y Friuli (Veneto), la segunda razón es que eso debilitaría a Austria. Bismarck logró que el emperador francés se mantuviera al margen de un posible conflicto entre Prusia y Austria.

Al final logró desencadenar un conflicto armado contra Austria y aliada con Italia y algunos estados alemanes logrando una rápida victoria donde desmantelaría la Confederación Germánica, dejaría a Austria aislada y crearía la Confederación Alemana del Norte donde Prusia controlaba los ejércitos, los estados, la política exterior y la política comercial.

El trono español

Prim y la búsqueda de candidato

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El general Prim se encargó de establecer una nueva monarquía en España. (autor: Luís de Madrazo. Senado de España)

Después de la Revolución Gloriosa, tras pacificar el territorio y una vez restablecido el orden, se logró escribir una nueva constitución el 1869, dónde se establecía el sistema de gobierno en forma de monarquía con separación de poderes. La república no era una opción ya que a pesar de existir un partido republicano no gozaba de los apoyos necesarios.

El general Prim quedó como presidente del gobierno y de regente el General Serrano. España necesitaba un monarca ya que Isabel II, como hemos mencionado, había sido expulsada a causa de la Gloriosa. Prim fue el encargado de buscar por Europa un candidato válido para el trono español y necesitaba el consenso de las cortes. A pesar de sufrir una enorme crisis interna y una decadencia evidente, España seguía gozando de importantes y estratégicas propiedades en el caribe como Cuba además de las Filipinas en el Pacífico.

Los candidatos

El trono vacante fue visto por los partidos como una oportunidad de encontrar un candidato que les fuese favorable con el que poder sacar beneficios políticos.  Hubo muchos candidatos y muchos debates pero en este artículo solo se pondrá el foco en el candidato alemán y el candidato italiano, dos estados en plena configuración.

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Caricatura de Prim, Serrano y Topete subastando la corona española. (Revista La Flaca)

El juego de ajedrez de Bismarck

Antes de que Prim hubiese ofrecido a la casa real prusiana el trono español, Bismarck ya la había propuesto en anterioridad. La única condición era que fuese católico. Y el mejor candidato fue Leopold, jefe de una rama familiar real situada en los estados del sur de Alemania, todavía no unificada y católica. Solo necesitaban la aprobación del rey de Prusia.

Para Bismarck era una gran jugada colocar a un Hohenzollern al sur de los Pirineos por varios motivos: evitaba la entrada de España en una posible coalición de estados católicos, tener a Francia rodeada por la misma dinastía, elevar el prestigio de la casa real al ocupar otro trono europeo y un potenciador más al sentimiento nacionalista. Por otro lado, al tratarse un príncipe del sur, aún no unificado, sería un buen incentivo para que aceptasen la unión definitiva con la Confederación Alemana del Norte.

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Leopold von Hohenzollern fue el primer candidato del General Prim para ocupar el trono vacante. (Autor: Franz Robert Richard Brendámour )

Leopold se mostró a favor, pero conociendo su posición siempre estuvo a la espera y aprobación del Rey de Prusia que, a pesar de mostrarse reticente, finalmente aceptó arengado por el mismo Bismarck. Prim envió el visto bueno para que las cortes españolas lo aprobaran. Ese gesto en París se sintió como una amenaza y una provocación, cuando fueron a pedir explicaciones a Bismarck, él alegó que no eran asuntos de estado.

Francia amenazó tanto a España como a Alemania con una guerra si tal coronación se llegase a producir. A esto se le sumó que ni la casa real rusa ni inglesa aprobaban la coronación. Con la tensión en aumento y el rey prusiano desentendido del asunto Leopold renunció voluntariamente al trono.

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Guillermo I, primer emperador aleman. (Autor: Emil Hünten)

Francia no contenta con eso, intentó humillar a Prusia como ya pasó en 1851 cuando las potencias extranjeras le eran contrarias, exigiéndole al rey declaraciones públicas desautorizando a Leopold, renunciando a cualquier aspiración dinastica y disculpándose al emperador francés. Bismarck aprovechó estas exigencias para mostrarlas manipuladas y exageradas a la opinión pública que hervía de nacionalismo.

Como es de esperar el rey prusiano rechazó todas estas exigencias obligando a Francia a declararles una guerra empujados por la opinión pública que pedía guerra. De esta forma estalló la última de las llamadas guerras de unificación. Cuyas consecuencias fueron la unión final de todos los estados alemanes y la proclamación del Imperio Alemán, que se disolvería en 1918.

Amadeo

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Fotografía de Amadeo de Saboya, el primer rey de España votado en las Cortes. (Autor: Desconocido)

Una vez derrotada Francia, ya no había ninguna monarquía que se opusiese a la candidatura del hijo del Rey de Italia que aceptó el trono en plena crisis institucional española. Las cortes lo eligieron rey con una enorme división parlamentaria y con muy pocos apoyos populares. Pero al menos, España, volvía a tener rey.

Cabe destacar que su mayor aliado, Prim, murió asesinado días antes de su llegada por lo que el rey se encontró sin aliados poderosos. Su reinado fue de tan solo dos años, la frustración, la presión y el miedo a sufrir un atentado mortal fueron los motivos que le llevaron a renunciar al trono. Su renuncia supondría el nacimiento de la Primera República, que correría la misma suerte.

Fuentes:

Joaquín Abellán. “Nación y nacionalismo en Alemania” (1997)

Raymond Carr. “España 1808-1975″ (1982)[yasr_overall_rating size=”small”]

Hagen Schulze. “Breve Historia de Alemania (2013)

_Ignasi Vidal

Historiador contemporáneo. Especializándome en liberalismo y nacionalismo del siglo XIX. Siempre dispuesto a ser crítico y criticado para mejorar.
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