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¿Quién era el Gran Duque de Alba?

Vida y legado de un estratega militar y mecenas cultural en la España del siglo XVI

Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba, es una figura histórica clave en la historia europea del siglo XVI. Nacido en Piedrahíta en 1507, pertenecía a una de las familias nobles más importantes de España y su carrera política y militar lo llevó a desempeñar altos cargos en diferentes países europeos. Conocido como el Gran Duque, su influencia se extendió desde la corte española hasta los Países Bajos, Italia y Portugal, donde ejerció como gobernador y virrey. Su legado cultural también es destacable, ya que fue un importante mecenas. A pesar de su controvertida actuación en los Países Bajos, donde llevó a cabo una dura represión contra los rebeldes holandeses, la figura del Gran Duque sigue siendo objeto de estudio e interés para historiadores y expertos en la historia europea.

quien era duque de alba
Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba, por Antonio Moro

Orígenes familiares: los Álvarez de Toledo.

La familia Álvarez de Toledo era una de las más influyentes y poderosas de la nobleza española en el siglo XVI. El padre del Gran Duque, García Álvarez de Toledo, era el primogénito del segundo duque de Alba, Fadrique Álvarez de Toledo, mientras que su madre, Beatriz de Pimentel, pertenecía a otra importante familia noble. La familia Álvarez de Toledo había ocupado un papel destacado en la corte española desde el siglo XV y había acumulado una gran fortuna gracias a sus tierras y cargos públicos. El Gran Duque heredó esta tradición familiar y se convirtió en uno de los personajes más influyentes y respetados del siglo XVI en toda Europa, no obstante, siempre mantuvo un fuerte vínculo con su tierra natal y su familia. La influencia política y cultural de los Álvarez de Toledo se extendió durante varios siglos más allá del siglo XVI, convirtiéndose en una parte fundamental del patrimonio histórico español.

La juventud y formación del Gran Duque estuvieron marcadas por su educación humanista y su contacto con los principales intelectuales de la época. Estudió con el poeta y humanista Juan Boscán, quien lo introdujo en los círculos literarios más importantes de la época. Boscán es conocido por haber introducido el verso endecasílabo italiano en la poesía española, lo que se conoce como la “poesía italiana” o “poesía renacentista”. También es famoso por haber traducido al castellano El cortesano, obra del italiano Baldassare Castiglione que se convirtió en un manual para la educación y formación de los jóvenes nobles, de ahí sacaría bastante “temario” para el joven Alba. Además de su labor literaria, Boscán también desempeñó un papel importante como diplomático al servicio del emperador Carlos V. Fue embajador en Venecia y participó en diversas misiones diplomáticas para el emperador.

Duque de Alba
Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez, II Duque de Alba

El joven Fernando Álvarez de Toledo También se formó en las artes militares, participando en varias campañas junto a su padre y otros miembros de su familia. Su formación humanista le permitió desarrollar una visión más amplia del mundo y una capacidad crítica que le sería muy útil en su carrera política.

Carrera militar del Duque de Alba

La carrera militar de Fernando Álvarez de Toledo fue uno de los aspectos más destacados de su vida. Participó en numerosas campañas, tanto en España como en otros países europeos o del norte de África, convirtiéndose en uno de los mejores estrategas militares del siglo XVI.

En 1541, el Emperador le encargó la organización de todos los efectivos militares que habían de salir de España para la empresa sobre Argel. El Duque se incorporó al ejército imperial y sufrió junto con el César Carlos las inclemencias de aquella campaña tan desastrosa. De regreso a España, el Emperador tuvo que afrontar una ofensiva francesa centrada sobre todo en la frontera catalana. Carlos V encomendó al Gran Duque la defensa de toda la frontera pirenaica con Francia y en particular la de Cataluña. El Duque fue famoso por las instrucciones dadas para dejar bien asistidas plazas tan importantes como Pamplona.

duque de alba rey
Carlos V y Felipe II. 1639 – 1640. Óleo sobre lienzo, 160,5 x 214,5 cm. Antonio Arias Fernández. Museo del Prado.

En el año 1543, ante la imperiosa necesidad de la presencia de Carlos I en el imperio para combatir al duque de Cléves, el duque de Alba adquirió un protagonismo aún más prominente en la Corte del príncipe Felipe. Por designación del Emperador, se le confirió el título de consejero para los asuntos militares, encomendándole también la responsabilidad de la planificación y organización de la nupcialidad entre Felipe II y su primera consorte, María Manuela de Portugal.

Posteriormente, fue requerido en la corte para la preparación de la guerra contra la poderosa liga alemana de los príncipes protestantes (Liga de Schmalkalden). Como capitán general del Ejército imperial, el Gran Duque afrontó la doble campaña en tierras alemanas de los años 1546 y 1547. El éxito de aquellos años se debió al talento militar del duque, que supo esquivar una batalla campal contra los príncipes alemanes en el primer año de 1546 así como obtener una decisiva victoria en Mühlberg. Esta aplastante victoria sobre el ejército protestante alemán se logró con escasas bajas y un considerable botín de guerra, así como la captura del príncipe elector Juan Federico de Sajonia, comandante de las tropas protestantes. Esta victoria tan brillante fue conmemorada por el Gran Duque en los murales que mandó pintar en su torreón del palacio ducal de Alba de Tormes, donde todavía se pueden admirar.

Durante la crisis imperial desatada por la traición del príncipe elector Mauricio de Sajonia en 1552, el duque de Alba acudió en ayuda del emperador y participó en la contraofensiva para recuperar la plaza de Metz que había sido arrebatada por Enrique II de Francia. Sin embargo, el ejército imperial sufrió una dura derrota durante el asedio, en gran parte debido a la mala salud del emperador, que estaba postrado en cama debido a un ataque de gota.

La situación fue muy complicada para el Gran Duque, ya que el fracaso de la misión supuso un duro golpe para su prestigio militar. Además, el emperador Carlos V, que ya tenía una avanzada edad, estaba decidido a renunciar al trono en favor de su hijo Felipe II.

Represión en los Países Bajos

La carrera política de Fernando Álvarez de Toledo está marcada por uno de los episodios más polémicos de la historia española: la represión en los Países Bajos.

Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba. Ilustración interior del Asedio de Haarlem por Nacho Tenorio y Sergio Mora
Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba. Ilustración interior del Asedio de Haarlem (Héctor J. Castro) por Nacho Tenorio y Sergio Mora

Felipe II encomendó al Duque la tarea de sofocar la rebelión calvinista que había estallado allí en 1567, y para ello, el Duque estableció un tribunal especial conocido como el Consejo de Sangre. La represión del Gran Duque fue tan brutal que incluso el propio rey se mostró preocupado por las consecuencias políticas y religiosas que podrían derivarse de ello.

A pesar de que Felipe II trató de moderar la política represiva del Gran Duque, la rebelión continuó y las ejecuciones masivas no hicieron más que exacerbar el descontento de la población. eEl duque de Alba regresó a España en 1573 pero la campaña contra los rebeldes y amotinados se prolongó durante varios años, hasta que finalmente se llegó a una solución política en 1576 con la pacificación de Gante y la llegada en 1577 de Don Juan de Austria como nuevo gobernador.

A pesar de su éxito militar en otros campos, la reputación del Gran Duque quedó empañada por la brutalidad de su actuación en los Países Bajos.

De nuevo a la Corte española

En 1576, el Rey llamó al Duque a la Corte para que estuviera presente en una entrevista que Felipe II tuvo en el monasterio de Guadalupe con el rey Sebastián de Portugal. Se trataba de que el Duque aceptara acompañar al rey portugués en su empresa contra Marruecos, pero sólo a título de asesor militar; oferta que el duque rechazó altivamente: únicamente si se le daba el mando de general en jefe, aceptaría la propuesta; lo cual provocó la cólera de Felipe II. Lo que nadie podría imaginar es que el monarca luso que fallecería en aquella campaña junto al resto de sus hombres.

Carrera diplomática y Relación con Felipe II

La carrera diplomática del Gran Duque fue tan destacada como su carrera militar. Desempeñó cargos importantes en diferentes países europeos, como gobernador de los Países Bajos o virrey de Nápoles y Portugal. Su labor diplomática fue fundamental para mantener la estabilidad política y económica en estas regiones y para defender los intereses españoles frente a otras potencias europeas.

Mantuvo una estrecha relación con el futuro rey Felipe II, quien confiaba plenamente en su capacidad política y militar, al ser nombrado por el rey Carlos “mayordomo mayor” de la Corte de su hijo y enviarlo a España para reformar la etiqueta palaciega de la Corte borgoñona. Además, se le encomendó acompañar al príncipe como principal asesor en su viaje por Italia, Austria, Alemania y los Países Bajos hasta su encuentro con el Emperador. Este acontecimiento, que tuvo lugar entre 1548 y 1551, fue seguido con gran expectación por las cortes de toda la cristiandad.

Una vez de regreso a España, el duque de Alba se refugió de nuevo en su villa ducal de Alba de Tormes junto a su esposa, María Enríquez, y sus cuatro hijos, aunque lamentablemente había sufrido la pérdida de su primogénito, García, durante su ausencia, en 1542. En 1552, acudió a la contraofensiva para recuperar la plaza de Metz donde sufrió una dura derrota. En el año 1554, una nueva boda de príncipe Felipe, esta vez con María Tudor de Inglaterra lo que obligó al Duque a abandonar su retiro en Alba de Tormes para acompañar al rey-príncipe en su viaje a Inglaterra, aunque lo hizo en compañía de su esposa María Enríquez.

Reinado de Felipe II

En el año 1556, una gran coalición formada por las Cortes de París y Roma se alzó contra Felipe II, amenazando los dominios españoles en Italia. Ante esta situación, el rey designó al Gran Duque como el capitán general de todas las fuerzas españolas en Italia, con el fin de salvaguardar aquellos Estados de la doble ofensiva pontificia y francesa. Antes de tomar posesión de su nuevo cargo, el duque de Alba se reunió con Carlos I, que estaba en Bruselas tras las abdicaciones, para tener su última entrevista en la que se quejó del trato recibido en los últimos años por parte de la Corte Imperial.

El Emperador Carlos, envejecido, adbica en favor de su hijo Felipe II, ante los dignatarios presentes en el palacio de Coudenberg1​ de Bruselas
El Emperador Carlos, envejecido, adbica en favor de su hijo Felipe II, ante los dignatarios presentes en el palacio de Coudenberg1​ de Bruselas

A pesar de esto, el Gran Duque cumplió brillantemente con su misión, defendiendo tanto el Milanesado como el reino de Nápoles ante el ejército francés liderado por el duque de Guisa y presentando una amenaza temible ante Roma. Allí demostró su capacidad no solo como soldado, sino también como diplomático, aceptando una invitación del Papa y acudiendo desarmado a Roma, acompañado solo por algunos seguidores, para resolver el conflicto mediante la negociación. Esta decisión demostró la habilidad diplomática del Gran Duque y le valió la Rosa de Oro para su esposa, la duquesa María Enríquez.

Luego de su exitosa misión en Italia, el Gran Duque fue convocado por Felipe II para sumarse al equipo diplomático encargado de negociar la Paz de Cateau-Cambrésis con Francia en 1559. Este acuerdo permitió que España tuviera el predominio sobre Italia durante todo el siglo XVI. Durante su estancia en la Corte de París, el duque de Alba tuvo un papel importante en consolidar la amistad entre las monarquías de España y Francia, y en permitirles imponer su ley sobre el resto de la cristiandad. Una vez de vuelta en España, el Gran Duque se estableció en Madrid junto a su esposa, la duquesa María Enríquez.

Legado cultural: descripción del mecenazgo artístico y literario del III Duque de Alba

El III Duque de Alba fue sin duda uno de los mayores mecenas del arte y la cultura de su tiempo, así lo muestra la importante colección de arte (pintura y escultura de artistas españoles e italianos como Rafael o Miguel Ángel) que tenía en su residencia de Alba de Tormes. Su patrocinio ayudó a muchos artistas y escritores a alcanzar la fama y el reconocimiento. Son bastante conocidos sus encargos de obras de arte a artistas como Tiziano o al flamenco Antonio Moro así como el apoyo financiero a escritores de la talla de Fray Luis de León o Garcilaso de la Vega que incluso pasaron temporadas como huésped del palacio ducal en Alba de Tormes.

Muerte del Gran Duque

El fallecimiento del Gran Duque de Alba en Lisboa en 1582, a la edad de 75 años, representó una pérdida significativa para la corte española y para el propio Felipe II. Su precario estado de salud y su avanzada edad hacía temer que su muerte pudiera ocurrir en cualquier momento por lo que solicitó la asistencia espiritual de fray Luis de Granada en sus últimos momentos y que al conocer su próximo final, medio se incorporó en su lecho de muerte dando una gran voz: “¡Vamos!”. Después de varios traslados, hoy en día está enterrado en una capilla de la iglesia de San Esteban de Salamanca.

Tumba del III Duque de Alba. Convento de San Esteban, Salamanca
Tumba del III Duque de Alba. Convento de San Esteban, Salamanca

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Una persona normal, historiador y periodista, pero normal a fin de cuentas.
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