Fueron 9 caballeros franceses, que habían seguido a Godofredo de Bouillón a la conquista de Tierra Santa, los primeros soldados del Temple. Se atribuye tradicionalmente la fundación de la Orden a dos de ellos, Hugo de Payns principalmente y a Godofredo de Saint-Omer.
Sería el rey Balduino II, el primer benefactor de esta nueva milicia albergando a los nueve caballeros durante algún tiempo en su mismo palacio. Según la leyenda, Godofredo y Hugo eran tan pobres que compartían un solo caballo, lo cual sería origen del famoso sello de los Templarios.
En 1127 visitaron los Templarios la Santa Sede para solicitar su visto bueno y aprobación. El Papa Honorio II convoca entonces el Concilio de Troyes para debatir esto autorizando la Orden acordándose en ese concilio que vistieran hábito blanco con una cruz roja en el pecho. La Regla de San Agustín era la que durante 9 años habían estado siguiendo los monjes guerreros del Templo de Salomón pero en el concilio se acordó redactarles una nueva Regla, basada en la de San Benito de Nursia (Cistercienses).
Sería San Bernardo de Claraval el que redactase esa Regla de los caballeros del Templo de Salomón, si bien es cierto que en algunos tratados se habla de que la regla fue encargada por San Bernardo y no escrita, siendo su redactor un tal Juan de San Miguel.
Hugo de Payns recorrió tras el concilio buena parte de Europa, los cuales ya tenían noticia de su existencia y solicitud de apoyarlos en todo lo que necesitasen por epístolas remitidas desde Jerusalén por el rey Balduino. Los reinos de Francia, Inglaterra, España e Italia serían sus principales benefactores que remitieron gran cantidad de riquezas y hombres para que la Orden los gestionase a fin de paliar las urgencias de los cristianos en Tierra Santa.
Como bien sabemos la Orden no estuvo exclusivamente en Palestina, en 1129 ya tenía posesiones en los Países Bajos. Alrededor de 1133 Alfonso I de Aragón y Navarra “el Batallador” nombraba en su testamento herederos de sus Estados a los Caballeros del Temple y a los de San Juan, aunque no tuvo efecto pleno, pero sí se establecieron por entonces los Templarios en Aragón, acogidos con mucho entusiasmo y respeto. La Orden crecía de forma prodigiosa, había nacido humilde y se había convertido en lo más poderoso y rico de la cristiandad.
No habrá lugar conocido, en Oriente u Occidente, en la que la Orden no recibiera haciendas, dominios, castillos, villas o aldeas bajo su protección; superando a muchos reyes, según narró Mateo de París.
Fuentes:
- Los Templarios (1857) Juan de Dios Mora
- Historia de la Iglesia, 3: desde su establecimiento hasta el pontificado de …(1868)
- Dissertaciones históricas del orden y cavallería de los Templarios /…/(1747) Pedro Rodríguez Campomanes
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