La Hermandad del Santísimo Cristo de la Vega es una de las más antiguas y veneradas de la Semana Santa toledana. Su historia se remonta al siglo XVI, cuando ya existían referencias a una cofradía en torno a esta milagrosa imagen. Pero, ¿Cuál es el origen de esta devoción? ¿Qué misterios encierra el Cristo con el brazo desclavado que preside la ermita a orillas del Tajo?
El Juramento Eterno
La respuesta nos lleva a una de las leyendas de Toledo más bellas y conocida, inmortalizada por el poeta José Zorrilla en su obra “A buen juez, mejor testigo“. Cuenta la tradición que en el siglo XIV vivía en la ciudad de Toledo vivían dos jóvenes enamorados:
Diego Martínez, un apuesto caballero, e Inés de Vargas, una doncella de noble linaje. Su amor, aunque intenso, debía mantenerse en secreto pues aún no habían contraído nupcias. Ante la inminente partida de Diego a la guerra en Flandes, Inés, temerosa de perderlo para siempre, le rogó que se desposaran. Diego, con el corazón dividido entre el deber y el amor, le hizo una solemne promesa. La llevó ante la venerada imagen del Cristo de la Vega, en la antigua basílica de Santa Leocadia, y allí, tocando los pies del crucificado, juró que a su regreso se casaría con ella. Como escribió José Zorrilla en su famoso poema:
Pasó ante Él de las bodas
la ceremonia sagrada,
y aún no está del ara santa
la mirra y el incienso frío,
cuando él, alzándose la visera,
así a la imagen le habló:
—Cristo de la Vega, vos
por testigo os tomo yo.
La Larga Espera y el juicio Divino
Pasaron los días, los meses y los años. La guerra en Flandes terminó pero de Diego no se tenían noticias. Inés, consumida por la angustia, acudía cada día al Miradero con la esperanza de ver regresar a su amado. Hasta que un día divisó a lo lejos un grupo de caballeros que se acercaban a la ciudad. Y allí, entre ellos, reconoció a Diego. Corrió a su encuentro, el corazón henchido de alegría. Pero cuál no sería su desconsuelo cuando él, ahora convertido en capitán y caballero del rey, la desconoció y rechazó, dejándola desmayada en el suelo.
Desesperada, Inés acudió al gobernador de Toledo, Don Pedro Ruiz de Alarcón, en busca de justicia. Cuando éste le pidió testigos del juramento, ella sólo pudo presentar uno: el propio Cristo de la Vega. Ante el asombro general, el tribunal en pleno se trasladó a la basílica. El notario, tras encender velas y elevar oraciones, preguntó solemnemente a la imagen:
¿Juráis ser cierto que un día,
a vuestras divinas plantas,
juró a Inés, Diego Martínez
por su mujer desposarla?
Y entonces sucedió el prodigio. El Cristo, desclavando su mano derecha de la cruz, exclamó:
¡Sí, juro!
Conmovidos por el milagro, Diego e Inés comprendieron la vanidad de las glorias mundanas. Él ingresó en un convento y ella tomó los hábitos, consagrando ambos sus vidas a Dios. Así lo recoge también un romance anónimo del siglo XVI:
A Cristo crucificado
Diego la mano tomaba
para jura y ser testigo
de lo que a Inés le juraba.
Hizo voto solemne
que si de Flandes tornaba
se casaría con ella;
y si no, monje se entraba.
Hoy, en la Ermita del Cristo de la Vega, puede contemplarse aún la imagen del crucificado con la mano derecha desclavada, eterno testimonio de este amor más allá de la muerte y la guerra. Un amor sellado ante Dios y los hombres, donde a buen juez, mejor testigo.
El Paso Procesional del Cristo de la Vega
La imagen del Cristo de la Vega realiza su procesión sobre unas andas de madera de dos cuerpos. Estas andas, que pesan unos 800 kg, van iluminadas por cuatro faroles, cada uno con cinco brazos. Son portadas por 20 Hermanos Cofrades, que se van relevando en cada tramo del recorrido. Acompañando al paso va la propia banda de tambores y cornetas de la Hermandad, compuesta por 22 Hermanos y Hermanas Cofrades.
Durante la procesión del Viernes Santo, que parte de la Catedral a medianoche, el paso del Cristo de la Vega recorre las angostas calles del casco histórico de Toledo, pasando por lugares emblemáticos como la Puerta del Perdón, donde los seminaristas entonan motetes a su paso, la Plaza de Carmelitas Descalzos, donde se produce el encuentro con la Virgen del Carmen entre cánticos y oraciones, o el Convento de Santo Domingo el Real, cuya cofradía del Cristo Redentor sale a recibirlo cantando el Miserere ante ambas imágenes. Un cortejo solemne y devoto que cada año renueva la fe y la tradición del pueblo toledano en torno a esta venerada imagen, protagonista de leyendas y milagros desde hace siglos.
—> Recuerda descargar la Guía de la Semana Santa de Toledo (el Tenebrario) para no perderte el itinerario y horarios de este paso:
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