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El sintoísmo japonés

La religión centenaria de Japón

El sintoísmo ha sido y es una de las religiones presentes en Japón antes incluso de que las islas se unificasen bajo el shogunato Tokugawa.

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Imagen de las puertas Torii en Yashima-ji, en la prefectura de Kagawa, una de las más conocidas representaciones de los templos sintoístas. Fotografia de Dhowjones.

Orígenes del sintoísmo

Entre los años 300 aC y 300 dC se han encontrado los primeros registros históricos de prácticas relacionadas con el sintoísmo, una religión considerada animista, lo que implica una veneración y deificación de varios hechos como las tormentas, las montañas, los astros, etc.; respecto a los cuáles hay ritos asociados. La religión en sí no tiene un fundador, ni tampoco un dogma o directrices, aunque sí que había algunas recopilaciones de mitos como la conocida como Kojiki, escrita el año 712 por Ō no Yasumaro por una solicitud de la Emperatriz Genmei (661-721).

Los kamis

Los kamis son los dioses que están en el mundo e interactúan con los humanos. Son las representaciones de las montañas, los vientos, las tormentas, etc. Dentro de los kamis, se distinguen tres categorías: los ujigami, que son los ancestros de los clanes; los kamis de elementos naturales; y los kamis de seres humanos célebres, tales como grandes guerreros o líderes. Algunos de los kamis más conocidos son Izanagi, Izanami o Amaterasu.

También destacan los dioses de la muerte, los llamados shinigamis, kamis que deciden quién muere y quién no, y que se alimentan de las almas de los humanos, por lo que se les asocia una imagen negativa y se les ve como dioses malvados.

El mito fundacional

Según los mitos sintoístas, Japón nació de la unión de los dioses originarios Izanagi y su esposa Izanami, a los que se les ordenó ordenar el mundo con Japón como su centro, y con el Pilar del Cielo como un eje universal que unía el Cielo y la Tierra.

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Representación de Izanami (izquierda) e Izanagi (derecha) de Kobayashi Eitaku (1885).

Posteriormente, durante un parto, Izanami murió y fue enviada al inframundo, al Yomi. Izanagi, intentando rescatarla, fue tras de ella sin éxito, y al volver se tuvo que purificar, engendrando así a Amaterasu (la diosa del Sol) de su ojo izquierdo, a Tsukuyomi (el dios de la Luna) de su ojo derecho y a Susanoo (el dios de las tormentas y del mar) de su nariz. Amaterasu, considerada la diosa principal y reina del cielo, fue utilizada también por el primer emperador de Japón, Jinmu, que se autoproclamó su heredero.

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Representación de Amaterasu, la Diosa del Sol.

Las elites y la religión

Durante la Dinastía Yamato (250 dC – 710 dC), el sintoísmo, que hasta la fecha había sido un conjunto de mitos presentes entre la población, se empezó a institucionalizar, y se relacionó la religión con el propio emperador, que pasó a ser el líder espiritual de Japón. Esto también implicó el establecimiento de unos ritos que pronto se integraron en la vida del pueblo.

Como ya se ha comentado, algunos clanes contaban con ujigami, ancestros familiares divinizados que se usaban para legitimar el control de un territorio. Pero la tendencia de los siguientes siglos fue asociar cada vez más kamis a la corte imperial, divinizando cada vez más la figura del Emperador, especialmente entre los siglos VI y VIII. También es en este período cuando empieza a surgir el primer arte oficial religioso, reforzando la idea divina del Emperador.

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Mapa del dominio de Japón de la Dinastia Yamato. Imagen de Mps2.

Entre estos siglos también empezó la influencia del budismo procedente del continente asiático, que hizo que se crearan distintas sectas o ramas. El contacto entre estas dos religiones perduró durante los próximos siglos hasta el XVI, aunque la información disponible sobre este período es limitada debido a la alta inestabilidad política y militar que se vivió en el país.

El shogunato Tokugawa y la Restauración Meiji

Después de una época convulsa y de lucha entre clanes, finalmente el shogunato Tokugawa consiguió dominar Japón militarmente entre 1603 y 1868, aunque sin deponer al Emperador, que quedó como una figura simbólica pero sin poder real.

Este control militar trajo cierta estabilidad que contribuyó a la aparición de algunas escuelas sintoístas, como la suika shinto, con influencias neoconfucianistas; o la yuiitsu shinto, que pronto se asoció al poder ya que clamaba una purificación del sintoísmo y la eliminación de las influencias budistas o confucionistas. Con esta asociación, se inició de nuevo una oficialización del sintoísmo y la persecución de otras religiones como el budismo, o de otras mucho más minoritarias como el cristianismo.

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Representación de Ieyasu Tokugawa, líder del clan en 1603, por Kanō Tannyū.

Posteriormente, durante la Restauración Meiji (1868-1912), el Emperador volvió a ostentar el poder absoluto, eliminando la influencia del clan Tokugawa. Fue en esta época cuando se hizo oficial como religión de Estado el sintoísmo, y al Emperador Mutsuhito como su líder. Con estos hechos, empezó de nuevo una persecución del budismo, que quedo como una religión ilegal y fue perseguida durante algunos años. Sin embargo, esta tendencia pronto se debilitaría con el siguiente emperador, Yoshihito y su heredero Hirohito.

La Segunda Guerra Mundial y la actualidad

Con la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, se forzó al Emperador Hirohito a firmar un tratado para que el sintoísmo dejase de ser una religión oficial, ya que se asociaba el sintoísmo con el nacionalismo radical de los años de guerra, además de obligar a la libertad de expresión, de religión y de pensamiento en el país.

Así pues, se produjo después de 1945 una laicización forzosa de Japón, marcada especialmente por los hechos sucedidos el 1 de enero de 1946 cuando el Emperador Hirohito fue obligado a reconocer por radio que no poseía ascendencia divina, en un discurso conocido como nigen sengem. Además de esto, el general MacArthur y las fuerzas de ocupación de los Estados Unidos forzaron a la creación de una Constitución que entró en funcionamiento en 1947, y que garantizaba la separación entre religión y Estado, daba la soberanía al pueblo y reducía el papel del Emperador a símbolo de estado.

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Fotografía del Emperador Hirohito en su coronación (1928). Fotografía de la Agencia de la Casa Imperial.

A partir de los años ’50, ante la libertad de culto garantizada, se produjo una proliferación de religiones, y solo en 1951 se registraron más de 720 nuevas organizaciones religiosas en un hecho que se conoce como “la hora punta de los dioses”. Pese a todo ello, aún hoy el sintoísmo es la religión mayoritaria en Japón, aunque muchos japoneses identifican además el budismo como su religión, adaptando mitos y costumbres de ambos cultos.

Fuentes:

Hane, M. (2013) Breve historia de Japón, 4ta ed. Madrid: Alianza Editorial.

Kasahara, K. (2001) A history of Japanese religion, 1ra ed. Tokio: Kosei Puiblishing Co.

Brown, D.M. (1993) The Cambridge history of Japan (Vol. 1), 1ra ed. Cambridge: Cambridge University Press.

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