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El humor en tiempos de Carlos I, los chistes de Luis de Pinedo

"Sales españolas; ó, Agudezas del ingenio nacional"

Muy posiblemente, a día de hoy, estos chistes os parezcan absurdos o sin gracia. Normal, el humor y las costumbres han cambiado mucho así como el lenguaje. Pero ya que estamos me gustaría compartir con vosotros una recopilación de aquel humor que corría por las Villas, Tabernas y Cortes de hace más de 4 siglos.

[detalle] "El emperador Carlos V con un perro" (1533) Tiziano. Museo Nacional del Prado
[detalle] “El emperador Carlos V con un perro” (1533) Tiziano. Museo Nacional del Prado

Fueron recopilados por Luis de Pinedo, del cual, poco o nada se sabe más allá de que junto con unos amigos recopiló chistes, habladurías, y anécdotas graciosas que se contaban por entonces.

Hay que destacar la recurrente presencia del doctor Villalobos, médico del Emperador, en el Libro de chistes, convirtiendo a un médico respetadísimo en un meme con patas. Algo no muy distinto pasaría en el siglo XX con otros personajes conocidos, como el conde de Romanones (“campeón de los tacaños, se ha hecho un abrigo de paño, con pelos de sus…”) o Fernando Morán.

Villalobos, el personaje más recurrente se nos presenta como un matasanos autoconsciente, lujurioso, gracioso, y converso orgulloso. El libro de Pinedo también nos permite conocer rencillas y animadversiones particulares, como la del Almirante de Castilla con el conde de Urueña, y prácticas que aún vemos como es el que los buenos amigos se saluden con insultos jocosos

Los locos de Toledo

En Toledo, en la casa de los orates, estaba un loco dando muy grandes voces con unos que habían entrado a ver la casa, diciendo:

— Yo soy el Ángel San Gabriel, que vine con la embajada á Nuestra Señora y dije: Ave María, etc.

Respondió otro loco que estaba allí junto á él, y dijo:

—Juro á tal que miente: yo soy Dios Padre, y nunca tal le mandé

El desafío del conde de Urueña y el Almirante

El Conde de Urueña y el Almirante D.Fadrique, estando reñidos sobre cierta cosa que el Conde había dicho del Almirante. El Almirante le escribió una carta de desafío, y el Conde, después de haber detenido muchos días al mensajero, le respondió por otra carta que decía:

—«Muy ilustre Señor: vuestra carta rescebí, que ni quiero matar mono, ni que mono mate a mí.»—Porque el Almirante era muy pequeño.

El que se metió a fraile

Un caballero que yo conocí en Salamanca, metióse fraile en Sant Francisco; y como sus Criados llorasen viéndole tomar el hábito, vuelto a ellos, dijo:

—No lloréis por mí, cuerpo de tal; llorad sobre vosotros, bellacos, que por no os sufrir me meto fraire

Un zasca al Gran Duque de Alba

El tapiz representa la llegada del Emperador Carlos V el 3 de abril de 1535 a Barcelona, al frente de su ejército, y la revista que el 14 de mayo pasó a su armada formada por gentiles hombres de su casa y corte, entre ellos Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba (Patrimonio Nacional)

Dijo el Duque de Alba, D. Fadrique, al doctor Villalobos:

—Parésceme, señor doctor, que sois muy gran albéitar. [veterinario]

Respondió el doctor:

—Tiene Vuesa Señoría razón, pues curo a un gran asno.

Las monjas de Plasencia

Cuentan que cerca de Plasencia está un monasterio al cual llaman Perales. Las monjas del no tenían buena fama. Pasó el Dean de Plasencia y escribió en la pared:

—Este peral tiene peras: cuantos pasan comen dellas.

Escribieron debaxo las monjas:

—Vos, bellaco, pasastes y no las probastes.

Respondió el Dean:

—En peras tan pasadas no empleo yo mis quijadas.

Respondieron las monjas:

— Nunca vimos texedor que no fuese dezidor.

El doctor Villalobos, matasanos

El doctor Villalobos, estando la corte en Toledo, entró en una iglesia á oir misa y púsose á rezar en un altar de la Quinta Angustia, y á la sazón que él estaba rezando, pasó por junto á él una señora de Toledo que se llama Doña Ana de Castilla, y como le vio, comienza á decir:

—Quitáme de cabo este judío que mató á mi marido; porque le había curado en una enfermedad de la que murió.

Un mozo llegóse al Doctor Villalobos muy de prisa, y díjole:

—Señor, por amor de Dios, que vays, que está mi padre muy malo, á verle.

Respondió el Doctor Villalobos:

—”Hermano, ¿vos no veis que aquélla que va allí va vituperándome y llamándome judío porque maté á su marido?” Y señalando al altar:—”Y ésta que está aquí está llorando y cabizbaja porque dice que le maté su hijo, ¿y queréis vos que vaya ahora á matar á vuestro padre? “

Villalobos el salido

Á la Emperatriz estábanle aderezadas para comer unas perdices, las cuales, traídas á la mesa, una dama que estaba cortando la comida metió el dedo en los obispillos de las perdices, y llegándole á la nariz, no le olieron bien, y diólas de mano para que trajesen otras. Y traídas, hecha la misma diligencia, las tornó á dar de mano, porque no le olieron bien.

El Doctor Villalobos, que estaba presente, dijo á la dama:

—Oledlas por las tetillas, como yo haría á vos, que yo os juro á tal que si os oliesen á vos por el rabo, como á las perdices, que oliésedes peor que ellas.

Nadie se cree el milagro de los panes y los peces

El milagro de los panes y los peces
El milagro de los panes y los peces ( Pedro Orrente, h 1600)

Un fraile trasquilón pedía limosna por ciertas aldeas. Importunáronle los de un pueblo que predicase. No lo pudo excusar. Predicó la cuarta dominica de Cuaresma. Dijo que con 5.000 panes y 2.000 libras de peces había hartado nuestro Redentor a 5.000 hombres.

Húbolo de saber el Prior, y preguntado si era verdad que había predicado aquella doctrina, respondió que sí. Reprendido del Prior, y diciéndole que debió atenerse al Evangelio, replicó el fraile:

—Por el hábito que tengo, que aquello que prediqué no me quisieron creer, ¿qué hiciera si predicara lo que vos decís?

El testigo idiota

El Comendador del Hospital del Rey, extramuros de Burgos, trataba un pleito ante el alcalde Herrera. Uno de los testigos, después de haber depuesto mediante juramento, preguntado si quería decir más, respondió:

—No me mandó decir más el Comendador.

Otra de Villalobos

Siendo pequeño el Príncipe D. Felipe, corrían unos toros en la Corredera de Valladolid; y como arremetiese un toro tras un hombre, frontero de la ventana do él estaba, hobo miedo y estremecióse.

La Emperatriz, muy congojada, dijo: — Por cierto que temo que este niño ha de ser cobarde.

Respondió el Doctor Villalobos: — No tenga Vuestra Majestad miedo, que en verdad cuando yo era pequeño que era el mayor judihuelo de la vida, y de cada cosa temía, y ahora ya veis lo que hago, que no dejo nadie que no mate.

Fuentes utilizadas:
Biblioteca Nacional de España

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