La Declaración de Arbroath, del 6 de abril de 1320, es considerada por muchos como una Declaración de Independencia de Escocia.
Con aquel escrito, en formato de carta, 51 personalidades escocesas (nobles y alta burguesía) se dirigieron directamente al Papa Juan XXII, pidiéndoles que reconocieran a Escocia como un estado independiente y soberano.
Juan de Balliol, rey de Escocia
Escocia había pasado por un período turbulento debido a que la línea real escocesa se había quedado extinta, tras la muerte de Alejandro III en 1285.
El rey inglés Eduardo I Plantagenet ofreció entonces su apoyo al candidato Balliol, Juan. Fundamental para hacerlo llegar a la corona, ocupando el trono escocés con el nombre de Juan I de Escocia el 17 de noviembre de 1292. Escocia se convertía desde entonces en una especie de reino vasallo de Inglaterra debido a esta ayuda.
La intervención inglesa en el Reino de Escocia
Sin embargo, para sorpresa de los Plantagenet, el nuevo rey escocés resultó ser relativamente poco afecto por el rey inglés. Cuando pidió apoyo en su lucha contra Francia, por ejemplo, se la negó. Incluso optó por hacer un pacto con Francia y Noruega.
Eduardo I determinó invadir Escocia. Tras sufrir los escoceses una derrota en la batalla de Dunbar en 1296, Juan de Balliol fue forzado a abdicar y fue encarcelado en 1297 en la “Salt Tower” junto con su hijo Eduardo.
Eduardo I decidió acabar con esta “insurrección” invadiendo Escocia. Derrocó a Juan I tras la batalla Dunbar, en 1296, enviando al depuesto rey a “Salt Tower”, más tarde sería liberado y exiliado en Normandía.
Para esta victoria, el rey inglés, contó con la ayuda del noble Robert the Bruce, cuyo abuelo había intentado sin éxito ganar el trono escocés a expensas de Balliol.
William Wallace
Tras derrocar a los Balliol, estalló una gran rebelión contra la presencia (y ocupación de facto) inglesa en Escocia, dirigida por William Wallace. Robert the Bruce, aliado del rey inglés, cambió de bando y apoyó a los insurgentes. Sin embargo, tras algunas victorias, la rebelión fracasó. Wallace fue capturado y ejecutado por los ingleses.
Pero Robert the Bruce continuó oponiéndose a la ocupación inglesa tras esto. Se presentó como regente de Escocia y, después de una gran victoria en la batalla de Bannockburn (1314), Bruce finalmente fue proclamado Robert I de Escocia.
Solicitud al Papa
Seis años después de la victoria en Bannockburn, 39 importantes nobles y barones escoceses firmaron una carta que fue enviada al Papa Juan XXII.
Se le pedía al Papa que expresara su apoyo al nuevo Rey de Escocia. Si bien la carta estaba aparentemente destinada principalmente a encontrar aliados en el extranjero, también tenía un propósito nacional.
De hecho, todos los nobles que elaboraron el documento con su sello también expresaron indirectamente su apoyo al nuevo rey, incluidos aquellos que inicialmente no habían apoyado las pretensiones de Robert al trono. La idea de redactar el documento supuestamente surgió de la manga de Bernard de Linton, canciller de Robert I.
Extracto de la declaración de Abroath:
La carta estaba escrita en latín, y su pasaje más famoso dice:
Hemos sido librados de muchos y grandes males por el coraje de nuestro señor y rey Robert.
Como Judas Macabeo y Josué, enfrentó dolor, deseo y peligro para salvar a su pueblo y reino de sus enemigos. Por su linaje, la providencia de Dios, la sucesión legal y nuestro mutuo consentimiento, lo hemos hecho nuestro rey, porque a través de él se ha cumplido nuestra salvación.
Si renunciaba a nuestro propósito y se arrodillaba ante los ingleses, lo sacaríamos de entre nosotros como enemigo y elegiríamos otro rey para protegernos. Mientras quedemos cien de nosotros, nunca nos arrodillaremos ante la regla inglesa.
No luchamos por la gloria, ni por las riquezas, ni por el honor, sino por esa libertad a la que nadie renuncia sino con la vida
La carta llegó al Papa, pero no está del todo claro qué efecto tuvo exactamente la misiva en él. Se sabe que el Papa no era gran amigo de Robert. Antes de enviarle esta declaración, el nuevo rey, había ignorado regularmente los decretos papales.
Hay que recordar que Bruce había atacado al noble escocés John Comyn (John “el rojo”) ante el altar mayor de la iglesia del monasterio Greyfriars, incluso luego envió a dos de sus hombres a rematarlo. Bruce fue excomulgado por este crimen, que condujo finalmente a la excomunión de los Barones que le habían apoyado y, a continuación, a la excomunión de todo el país.
La respuesta del Papa
No obstante, el Papa, redactó una carta al rey Eduardo II de Inglaterra, destacando la importancia de un armisticio entre Inglaterra y Escocia. Sin embargo, no hizo mención a la cuestión real escocesa.
No fue hasta 1324 que el Papa, entonces Juan XXII, reconoció al Rey de Escocia. Cuatro años más tarde, el rey de Escocia firmaba un tratado con Inglaterra (Tratado de Edimburgo – Northampton), que reconocía así definitivamente la independencia escocesa.
Un año después, el Papa concedió a los reyes de Escocia el derecho a ser ungidos. Para Robert, personalmente, eso ya no importaba mucho, fallecerá unos meses después, en el verano de 1329. Ordenó que su corazón fuese llevado a Tierra Santa, pero se perdió en Teba, actual provincia de Málaga.
La Declaración de Arbroath en la actualidad
La única copia que se conserva de la Declaración de Arbroath se ubica en los Archivos Nacionales de Escocia. La idea era mostrar esta copia al público en 2020, exactamente setecientos años después de que los nobles firmaran el documento. Sin embargo, la crisis de la corona arrojó una llave inglesa en las obras.
Los partidarios del actual movimiento independentista escocés hacen referencia, con regularidad, a la Declaración de Arbroath de 700 años de antigüedad. Los críticos señalan que la declaración era en realidad “sólo” una carta y, además, durante mucho tiempo recibió poco interés en Escocia.
Por ejemplo, según el profesor de literatura escocés Robert Crawford, el documento no fue considerado un tesoro nacional durante mucho tiempo, algunas copias fueron destruidas sin dársele importancia y no fue traducido al inglés hasta el siglo XVII. El poder de la Declaración como símbolo nacional revivió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se distribuyeron copias a las escuelas.
En 2016, el documento se incluyó en el Registro de la Memoria del Mundo de la UNESCO. Este registro contiene el patrimonio documental que ha tenido una importancia excepcional para el mundo.
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