Durante la última fase del opresivo régimen porfirista, los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, junto con sus correligionarios del Partido Liberal Mexicano (PLM), emprendieron diversos hechos de armas contra el Ejército Federal en varios estados del país.
A principios de 1911, los magonistas concentraron toda su acción en la toma del Distrito Norte de Baja California. Ricardo, dirigiendo las operaciones desde Los Ángeles, California, organizó una guerrilla con menos de 20 hombres que cruzaron la línea fronteriza y tomaron Mexicali, enarbolando la bandera anarquista.
La naturaleza de la campaña magonista de 1911 sigue siendo hasta la fecha muy discutida ya que existen marcadas discrepancias en su análisis histórico, incluso entre los propios autores que, a través de estudios sistemáticos y objetivos, han arrojado luz acerca del verdadero carácter revolucionario de la actitud de Ricardo Flores Magón en Baja California. La lectura de diversos textos de las más disímbolas posiciones y tendencias sobre este pasaje de la historia de México, nos ha llevado a establecer cuatro rubros de interpretaciones a este respecto:
1) La primera de ellas asegura que los magonistas cooperaron de manera consciente con poderosos magnates norteamericanos, poseedores de grandes inversiones en la península, para separar a la Baja California del resto del país y crear una república independiente que sería anexada a Estados Unidos. Algunos de los autores que apoyan la idea del filibusterismo por parte de la junta del Partido Liberal Mexicano (PLM) son, entre otros, Rómulo Velasco Ceballos en su libro ¿Se apoderará Estados Unidos de América de Baja California? La invasión filibustera de 1911(1920); Enrique Aldrete, en su obra Baja California heroica. Episodios de la invasión filibustera-magonista de 1911 (1958) y María Luisa Meló de Remes en Alerta Baja California (1964).
2) Otras tesis postulan la idea de que Ricardo Flores Magón y la Junta del PLM, querían segregar la península de Baja California para crear así un ente autónomo que sirviera de laboratorio ideológico de sus nuevas tendencias anarquistas. Uno de los escritores que sostiene esta tesis es Florencio Barrera Fuentes en su libro Ricardo Flores Magón. El apóstol cautivo (1973).
3) Una tercera interpretación señala que hubo intenciones anexionistas tanto por parte de los capitalistas norteamericanos como del gobierno de Estados Unidos para apropiarse de la península, pero enfatizan que los magonistas nada tuvieron que ver con esos proyectos. Al respecto puede verse el texto de Mario Gilí, titulado Turner, Flores Magón y los filibusteros (1955).
4) Por último, existen opiniones que exoneran a los dirigentes mexicanos de todo intento de filibusterismo, aunque reconocen que algunos extranjeros comprometidos con la causa magonista sí actuaron de manera irresponsable pero nunca existió nexo real entre éstos y la Junta del PLM. Esta interpretación es planteada por el estudioso canadiense Lawrence Taylor en su tesis doctoral La gran aventura en México. El papel de los voluntarios extranjeros en los ejércitos revolucionarios, 1910 a 1915 (1990).
En términos generales, se puede hacer esta agrupación de los diferentes textos que abordan la problemática pero es menester indicar que en los últimos años la producción historiográfica ha sabido valorar en su exacta medida, sobre bases académicas, la postura asumida por estos mexicanos desde el destierro. De esta manera, autores metodológicos han logrado con acierto desmitificar el espectro del supuesto filibusterismo de la actividad de los magonistas, pues han comprendido cabalmente el trayecto y la transición del pensamiento político de Ricardo Flores Magón y han colocado su participación revolucionaria en la justa dimensión de su tiempo histórico.
Para entender el porqué del surgimiento de una interpretación errónea del movimiento magonista en Baja California, hay que tomar en consideración los siguientes puntos: los intentos filibusteros que se dieron en la península durante el siglo XIX; la presencia de grandes intereses norteamericanos en la región y el alto porcentaje de combatientes extranjeros en las filas del Partido Liberal Mexicano.
Estos factores influyeron de manera decisiva para el inicio de diversas campañas de desprestigio y difamación auspiciadas por los gobiernos de Porfirio Díaz y de León de la Barra, así como de los capitalistas californianos quienes, a través de sus periódicos de corte ultraconservador, difundieron una serie de calumnias en contra de los magonistas. Todo este cúmulo de información tergiversada llegó hasta escritores que sin ninguna base aseveraron, de manera iracunda e irreflexiva, infundios que afortunadamente han sido ya rebasados por estudios mejor calificados.
No obstante, como ya se ha referido en líneas más arriba, aún subsisten entre los propios autores que han reivindicado a los magonistas del fantasma del filibusterismo, diversos puntos encontrados que aunque ya no afectan de manera directa la imagen de Ricardo Flores Magón y su actitud, sí constituyen un embrollo que estanca el conocimiento de los hechos en Baja California.
Para ejemplificar lo anterior se hará breve mención de dos obras que se han ocupado de manera objetiva de los acontecimientos en la península durante 1911. La primera de ellas es El magonismo: historia de una pasión libertaria, 1900-1922 (1984) de Salvador Hernández Padilla, y la otra es la tesis doctoral ya mencionada La gran aventura en México: el papel de los voluntarios extranjeros en los ejércitos revolucionarios mexicanos, 1910 a 1915 (1990), del historiador Lawrence Taylor.
En ambos estudios, los autores coinciden en señalar que el movimiento floresmagonista fue una alternativa revolucionaria y se oponen a las tesis oficiales, tanto nacionales como foráneas, de que la campaña militar del PLM tuvo intenciones filibusteras, anexionistas o separatistas. Sin embargo, entre ambos historiadores hay marcadas diferencias en el análisis de algunos hechos inherentes al conflicto y concretamente nos referiremos al relacionado con el político y actor cómico Dick Ferris, quien como es sabido fue aquel raro personaje que hizo ofrecimientos a Porfirio Díaz, por medio del doctor Plutarco Ornelas, el cónsul mexicano en San Francisco, para comprar la península por una cantidad no estipulada.
Salvador Hernández Padilla (1984:145) considera, y en esto coincide con Pablo L. Martínez, Agustín (1960), Agustín Cué Canovas (1957) y Ethel Duffy Turner (1984), que la participación de Ferris en los sucesos que nos ocupan estaba estrechamente vinculada a Harrison Gray Otis y a Harry Chandler, importantes capitalistas norteamericanos con inversiones en la península que intentaron apropiarse de Baja California.
Por su parte, Taylor asegura que “[Ferris no] fungió, a pesar de los rumores en su contra como agente del imperio de Harrison Gray Otis y de su cuñado Harry Chandler… [antes bien]… Otis y Chandler detestaron a Ferris y actuaron con el gobierno estadounidense en contra del buscador de publicidad.”(1990 T.I: 245).
Este punto oscuro de la historia aparentemente carecería de trascendencia si Salvador Hernández no lo tomara en cuenta para aseverar en sus conclusiones que: “El fracaso de la rebelión magonista en Baja California se debió -entre otros- a los siguientes factores:… A las hábiles maniobras que el grupo anexionista californiano dirigió contra los dirigentes del PLM y su movimiento en esa península. Esta campaña resultó ser un devastador ataque contra el magonismo, organizado desde dos frentes: la prensa norteamericana y la presencia de provocadores profesionales como Dick Ferris” (1984: 165).
En la anterior declaración puede leerse explícitamente que el autor plantea un total contubernio entre lo que él califica como el grupo anexionista californiano y Ferris. Es decir, Hernández afirma categóricamente que sí hubo un proyecto separatista fraguado por importantes capitalistas norteamericanos.
Por otro lado, la tesis que postula Taylor exonera de todo propósito filibustero tanto a Dick Ferris como al imperio Otis-Chandler pues asegura que el primero actuó por su propia cuenta para satisfacer necesidades publicitarias de índole personal, en tanto que las empresas estadounidenses siempre actuaron en conjunción con el gobierno norteamericano para detener todo conflicto, como el de los magonistas, que pusiera en riesgo los intereses de los inversionistas en la península. Seguramente, la tesis de Taylor está fundamentada en las aseveraciones que al respecto hace Lowell L. Blaisdell en su libro The desert revolution: Baja California, 1911 (1962) En su texto, Blaisdell asegura que Ferris actuó por su riesgo y cuenta con el único afán de divertirse. Hernández Padilla hace referencia a este hecho y considera que Blaisdell, a pesar de contar con un excelente material de investigación, ofrece conclusiones poco convincentes.
Por su parte, Taylor (1990, T.III: 706-707) señala que tanto Ethel Duffy Turner, en su obra Ricardo Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano (1984), como Salvador Hernández, aseguran que Ferris estaba vinculado con Otis, Chandler y William Randolph Hearst, pero consigna que estos dos autores no ofrecen pruebas en apoyo de sus afirmaciones. La heterogeneidad en las opiniones vertidas por ambos autores, es tan sólo una muestra de lo controvertido del tema y al parecer la polémica en torno a este suceso fronterizo perdurará así algún tiempo en espera de nuevos planteamientos.
Lo que ya a estas alturas resulta incontrovertible es que Ricardo Flores Magón no puede ser catalogado como traidor ni filibustero pues jamás consideró apoderarse de la península para separarla del resto del país, ni para anexarla a Estados Unidos. El objetivo que perseguía era el de conquistar este vital punto estratégico tan poco poblado y altamente descuidado por el gobierno central, para de ahí extender su revolución a todo el país.
Es cierto que en las últimas etapas de la invasión magonista, sobre todo después de la toma de Tijuana a principios de mayo de 1911, entre los soldados “wobblies” de la “Segunda División” o “Legión Extranjera” que participaron al lado del PLM, comenzó a crecer la idea de fundar una sociedad utópica modelo la cual, en opinión Taylor “[sería] formada y gobernada por los trabajadores estadounidenses y mexicanos que radicarían en el territorio que quedaría sujeto nominalmente, o tal vez separado de, la soberanía de México” (1990, T.I: 249).
Asimismo, en los días posteriores a la captura de Tijuana, Ricardo Flores Magón trató de llevar a la práctica los objetivos anarquistas de la Junta. En efecto, a través de Regeneración invitó a los suscriptores del periódico, es decir a los trabajadores con ideología anarquista, de entre los cuales había un gran número de extranjeros, a poblar la Baja California.
Por este medio se les informó que las tierras de la nueva colonia serían trabajadas comunalmente y la jornada de trabajo sería reducida a cuatro horas; cada poblador y su familia sería propietario de un terreno, vivienda, animales de granja y otros enseres domésticos. De igual manera, el diario anunciaba que los colonos se armarían con fusiles para defenderse de ataques del exterior (Ver Flores Magón, Ricardo. Artículos políticos, 1911. 1980, pp. 89-90 y 93-95.).
Los detractores del magonismo han querido ver en este programa de colonización emitido por la Junta del PLM, que por cierto nunca cristalizó debido a la falta de dinero para la transportación de los colonos potenciales así como a la continuación del conflicto armado, un intento de filibusterismo pues se prometía la entrega de terrenos en suelo mexicano a nacionales de otros países.
Sin embargo, tanto los proyectos de los “wobblies” como el de Flores Magón fueron considerados por ellos como temporales pues la Baja California sería tomada como base eventual para que, conforme se dieran más victorias liberales en otros puntos del país, se aplicase el mismo sistema de socialización. Es decir, en ningún momento se tuvo la idea de integrar la Baja California a Estados Unidos, antes bien se quería dar desde México una lucha, y citamos aquí las palabras de Ricardo Flores Magón, contra “La plutocracia americana detrás de la cual está la plutocracia de todas las naciones..” (Regeneración. “Atila a las puertas de Roma”, 11 de marzo de 1911).
La polémica situación que vivió la península también adquirió tintes de filibusterismo debido en gran parte a la contratación de un amplio número de extranjeros por parte de las fuerzas rebeldes, lo cual fue tomado por el gobierno porfirista y posteriormente por Madero, como un movimiento separatista. Empero, hay que señalar que la utilización de combatientes extranjeros fue una práctica común entre todas las facciones que se levantaron contra el porfirismo, incluyendo aquí a las fuerzas maderistas.
Hay que recordar que los magonistas se habían valido de combatientes extranjeros desde las revueltas de 1906 y 1908 llevadas a cabo por ellos en los estados de Chihuahua y Coahuila. Dichos contingentes de voluntarios estaban conformados, en opinión de Diego Abad de Santillán, “de varios norteamericanos de la peor ralea” (1925: 80).
Posteriormente, en la campaña de 1911 en Baja California, los floresmagonistas echaron mano de un amplio número de combatientes foráneos, los cuales llegaron a constituir la mayoría de la fuerza liberal. Para casi finales del movimiento, los soldados “wobblies”, quienes eran hombres idealistas con vocación de servicio en pro de los desposeídos de México, de Estados Unidos y del mundo, sólo formaban una tercera parte del ejército magonista.
A decir de Taylor, el resto del cuerpo de voluntarios, es decir dos terceras partes, estaba formado por “soldados de fortuna, veteranos del ejército, vaqueros, estudiantes, vagabundos, etc., es decir elementos que se encontraban entre los voluntarios extranjeros que pelearon con Madero durante el mismo periodo” (1990, T.I: 162). Como puede apreciarse, el reclutamiento de combatientes extranjeros en diferentes fuerzas revolucionarias, incluida la antirreeleccionista, fue una actividad cotidiana que no pareció ser tomada en cuenta por los acusadores de Ricardo Flores Magón.
Para sorpresa nuestra, hay opiniones que desde una perspectiva legalista han intentado desprestigiar el movimiento liberal, al aplicar criterios jurídicos que sancionan la actitud de Ricardo Flores Magón en Baja California. De esa manera, existen versiones que sostienen, desde el punto de vista del Derecho Internacional y de las legislaciones imperantes en México y en Estados Unidos, que las actividades de los magonistas violaban flagrantemente la normatividad establecida por los códigos legales de uno y otro país, situación que señala a la Junta del PLM como fuerza situada fuera de la ley.
En el caso de México, el Código Penal de 1871 (1871:262) vigente en el momento de la llamada invasión filibustera, tipificaba en el Título Decimotercero del Libro Tercero, una serie de delitos contra la seguridad exterior de la Nación, los cuales, a la luz de los acontecimientos que nos ocupan, le eran imputables a Ricardo Flores Magón; concretamente, lo señalado por la fracción IV del artículo 1077, que imponía la pena de 12 años de prisión y multa de 1000 a 3000 pesos al que invitara a personas de otra nación para que invadieran el territorio nacional, fuera cual fuera el motivo.
“El verdadero revolucionario es un ilegal por excelencia. El hombre que ajusta sus actos a la ley podrá ser a lo sumo un animal domesticado pero no un revolucionario” Ricardo Flores Magón
Sin embargo, no hay que perder de vista que en la vorágine revolucionaria iniciada en 1910, la imperiosa necesidad de derribar al totalitarismo porfirista llevó a muchos jefes rebeldes, incluyendo a Madero, a violentar las disposiciones legales mexicanas. En efecto, el Código Penal de 1871 establecía en su artículo 1095, correspondiente al Título Décimocuarto, del Libro Tercero (1871:266) que eran reos de rebelión todos aquellos “que se alzan públicamente y en abierta hostilidad… Para variar la forma de gobierno de la Nación… [y]… Para separar de su cargo al Presidente de la República o a sus ministros”, delitos en los que incurrió el movimiento encabezado por Madero, formalmente a partir del 20 de noviembre de 1910, hasta la caída del dictador en mayo de 1911.
Como se afirmó, de acuerdo a algunos autores, los magonistas no sólo atentaban contra el orden jurídico mexicano, sino también contra el de los Estados Unidos, pues según Rómulo Velasco Ceballos (1920:197), uno de los grandes detractores de Ricardo Flores Magón, su actividad de reclutamiento de voluntarios “en los Estados Unidos, con el objeto de utilizar los servicios militares de ellos en contra de un país extranjero (México), con quien se mantenían relaciones amistosas” era un delito a perseguir por la justicia.
Incluso, una vez terminado el episodio de Baja California, los liberales fueron sometidos a proceso judicial en los Estados Unidos, y citamos nuevamente a Velasco Ceballos, “[por] haber violado la secciones 37 y 10 del Código Criminal de los Estados Unidos obrando en contrario a lo previsto por las leyes de aquel país y en contra de la paz y dignidad de los mismos E.U.” (1920: 197).
Puede verse que el movimiento del PLM atentaba contra las leyes establecidas en ambos países, pero eso no es razón suficiente para catalogar a los magonistas como traidores a la patria, filibusteros, delincuentes y demás epítetos que se han utilizado para designar a estos mexicanos radicales que se valieron de todo recurso a su alcance para intentar transformar las injustas condiciones sociopolíticas y económicas que imperaban en el país.
Podríamos preguntarnos entonces: ¿por qué la historia no enjuicia al “Apóstol de la Democracia” por haber fraguado también desde suelo extranjero una rebelión para derrocar al gobierno mexicano? ¿Por qué no se condena a Madero, como a Ricardo Flores Magón y a sus seguidores, por haber contado con los servicios de nacionales de otros países para enfrentar militarmente al ejército porfirista?.
A nuestro juicio toda revolución social tiende a salirse de los cauces constitucionales y legales establecidos para, precisamente, modificar una serie de factores que reproducen la opresión y obstruyen el camino hacia la justicia. Para conocer el pensamiento que de la legalidad tenía Ricardo Flores Magón, reproducimos a continuación un fragmento de su diálogo “Las dos Banderas “, publicado en Regeneración el 12 de marzo de 1911:
“El verdadero revolucionario es un ilegal por excelencia. El hombre que ajusta sus actos a la ley podrá ser a lo sumo un animal domesticado pero no un revolucionario. La ley es freno y con frenos no se puede llegar a la libertad. La ley castra y los castrados no pueden aspirar a ser hombres.” (Extraído de Meló de Remes, María Luisa, 1964: 35).
Si culpamos a los magonistas por haber infringido las leyes de dos países y los denominamos delincuentes o bandidos, estaríamos anulando, por establecer un símil, el carácter revolucionario y la legitimidad de las guerras libertarias latinoamericanas del siglo XIX, pues las rebeliones contra la Corona española, estaban claramente tipificadas por las leyes peninsulares como delitos graves, al grado de que dos de nuestros máximos insurgentes, Hidalgo y Morelos, fueron condenados a la pena capital.
La revolución magonista ha sido caracterizada, en muchas ocasiones con mala intención, de utópica más no por ello se le debe juzgar como una iniciativa fantástica e incoherente con la realidad. El anarquismo en esa época era una importante fuerza política y a la vez una doctrina ideológica pujante, tanto en América como en Europa, que constituía una propuesta alterna para aminorar las grandes desigualdades existentes en los pueblos del mundo, lo cual fue vislumbrado por Ricardo Flores Magón.
Existe una tesis doctoral del año de 1988, del venezolano Alfonso Valladares Calderón, donde afirma que “una parte del pensamiento político de Ricardo Flores Magón constituye una expresión original del pensamiento político anarquista latinoamericano que, sin romper con sus raíces europeas, es cualitativamente distinto al anarquismo europeo” (1988: 115).
Asimismo, el propio autor señala que en su etapa anarquista, Flores Magón “se transforma progresivamente en un combatiente del nacionalismo y en un defensor del internacionalismo, entendido éste como la firme convicción de que los problemas humanos son básicamente los mismos en todo el planeta” (1988: 86). Sin embargo, Valladares explica que muchos de los anarquistas, incluido Ricardo Flores Magón, no valoraron bien la noción de patria pues ésta contiene una gran carga subjetiva que implica un profundo arraigo y amor a la tierra que vio nacer a cada individuo.
Al respecto, el autor referido cita las palabras del pensador argentino Jorge Luis Borges, quien afirma que: “quizás dentro de 400 ó 500 años merezcamos ser llamados “ciudadanos del mundo”, pero para ello haría falta una serie de cambios en las actitudes substantivas de muchos seres humanos.”(1988: 88).
Por último, Valladares asegura que Flores Magón, aún en su etapa de mayor militancia anarquista, y en esto coincide con el estudioso Juan Gómez Quiñones (1981: 126), no dejó de ser un nacionalista moderado pues en realidad nunca llegó a perder el amor a la tierra que lo vio nacer. De igual manera, observa que si bien en las exhortaciones políticas de Ricardo Flores Magón hay referencias negativas a la noción de patria, éstas no tenían la misma fuerza y severidad con las que atacaba al capital, a la autoridad y al clero.
Para concluir, podemos afirmar que Ricardo Flores Magón fue un revolucionario con capacidad de cambio, asimilación doctrinaria y lo más importante, dueño de un pensamiento propio y original.
Sin embargo, la fidelidad a sus convicciones políticas e ideológicas le privó la mayor parte de su vida del más caro de sus valores: la libertad.
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