La historia del navío San Telmo es una historia casi olvidada durante mucho tiempo, pero fue redescubierta por un grupo hispano-chileno en 1993 y 1995. La historia comienza después de la expulsión de las tropas napoleónicas de España y el regreso de Fernando VII al trono en 1814. En ese momento, España tenía que resolver muchos problemas en el país y en sus posesiones en América, que habían estado en insurrección debido a los movimientos independentistas.
Para sofocar los movimientos revolucionarios en América, se formó una escuadra llamada la División del Mar del Sur. Esta escuadra estaba compuesta por dos navíos, una fragata de guerra y un mercante. El San Telmo, un navío de guerra de tres puentes, fue recuperado después de cuatro años de abandono y tenía más de treinta años de servicio. Fue armado con un presupuesto de algo más de 300.000 reales y se convirtió en el buque insignia de la escuadra. El segundo navío era el Alejandro I, uno de los cinco barcos comprados a Rusia dos años antes.
La escuadra partió del puerto de Cádiz el 11 de mayo de 1819, con rumbo al continente americano. Sin embargo, el Alejandro I tuvo que regresar a puerto debido a sus averías. Los otros tres buques continuaron su marcha y se aprovisionaron en Río de Janeiro antes de llegar a Montevideo. En Montevideo, el capitán de navío Rosendo Porlier, comandante de la escuadra, decidió esperar las condiciones climáticas adecuadas para doblar el Cabo de Hornos. En septiembre, intentaron doblar el Cabo de Hornos, pero el mal tiempo y las tormentas dispersaron a los buques. El San Telmo sufrió daños en su timón y otros componentes, mientras que la fragata Primorosa Mariana intentó remolcarlo sin éxito. El San Telmo quedó a la deriva y se separó del grupo durante la tormenta.
La fragata Prueba y la Primorosa Mariana lograron llegar al puerto de destino, El Callao, y dieron noticias sobre la separación del San Telmo el 2 de septiembre en la latitud 62º sur y longitud 10º oeste. Sin embargo, el destino del San Telmo y sus tripulantes era incierto. Pasada la tormenta, el San Telmo continuó a la deriva hacia el sur, hacia los hielos, con la esperanza de poder reparar el timón. Avistaron una tierra helada y trataron de recalar en una bahía, pero un pequeño islote se interpuso en su camino y el navío embarrancó. En 1822, debido a la falta de noticias sobre el San Telmo, se decidió darlo de baja y se dio por perdido.
Entre 1820 y 1822, los oficiales británicos William Smith y James Weddell navegaron cerca de la zona del posible desastre y encontraron restos de un navío español en la isla Livingstone. Estos restos indicaban que los tripulantes del San Telmo pudieron haber sobrevivido durante algún tiempo en la Antártida.
En la década de 1990, el catedrático de la Universidad de Zaragoza, Manuel Martín Bueno, junto con un grupo hispano-chileno de arqueólogos, geólogos y marinos de la Armada, llevaron a cabo varias campañas de investigación en la zona. Durante estas expediciones, encontraron zapatos, hebillas y huesos de foca que datan de la época del San Telmo en la Isla Negra, cerca de la isla Livingstone.
Además, se catalogaron diversas anomalías magnéticas sumergidas que podrían corresponder a cañones y anclas del San Telmo. Aunque las pruebas no son concluyentes, las evidencias sugieren que el San Telmo y sus tripulantes podrían haber sido los primeros en llegar a la costa de la Antártida, avistada anteriormente por el almirante español Gabriel de Castilla en 1603. Es importante destacar que en la cartografía inglesa actual, heredada de esa época, se menciona la Isla San Telmo, ubicada cerca del cabo Shirreff en la isla Livingstone. Esta referencia podría indicar que se considera al San Telmo como el primer buque en haber alcanzado la costa antártica antes que cualquier otra expedición conocida.
Sin embargo, debido a la falta de evidencia concluyente y a los desafiantes entornos y condiciones de la Antártida, sigue siendo un enigma el destino final de la tripulación del San Telmo. La historia del navío y sus posibles logros en la exploración antártica continúan siendo objeto de estudio e investigación, y cada nuevo descubrimiento puede arrojar más luz sobre este apasionante capítulo de la historia marítima.
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