Desde el siglo XIX, los Estados Unidos han mostrado un interés persistente en adquirir Groenlandia, la isla más grande del mundo. Este interés no es casual, sino estratégico, y ha estado impulsado por razones militares, económicas y geopolíticas.
A lo largo de los años, varios presidentes y altos funcionarios estadounidenses han considerado la posibilidad de comprar Groenlandia de Dinamarca, un movimiento que, de haberse concretado, habría cambiado el equilibrio de poder en el Ártico.
El primer intento de compra de Groenlandia por los EE.UU.
El primer intento documentado de adquisición se remonta a 1867, cuando William H. Seward, entonces secretario de Estado y arquitecto de la compra de Alaska, sugirió que Groenlandia e Islandia eran territorios “dignos de seria consideración” para ser anexados por los Estados Unidos.
Aunque las negociaciones nunca se materializaron, este episodio marcó el inicio de una relación compleja entre Washington, Copenhague y Nuuk.
El interés de Estados Unidos en Groenlandia se intensificó durante el siglo XX, especialmente en el contexto de las dos guerras mundiales y la Guerra Fría. Durante la Segunda Guerra Mundial, la invasión de Dinamarca por parte de Alemania en 1940 dejó a Groenlandia en una posición vulnerable.
En respuesta, Estados Unidos invocó la Doctrina Monroe para justificar su ocupación militar de la isla, asegurando que no cayera bajo control alemán. Este movimiento marcó un precedente en la política exterior estadounidense, ya que extendió la aplicación de la doctrina a territorios europeos en el Atlántico Norte.
En 1946, el secretario de Estado James Byrnes ofreció 100 millones de dólares en oro a Dinamarca para comprar Groenlandia. La propuesta, aunque rechazada, subrayó la importancia estratégica de la isla para los Estados Unidos. En ese momento, Groenlandia era vista como un “aeropuerto temporal” en el Ártico, crucial para la defensa contra posibles ataques soviéticos durante la Guerra Fría.
La base norteamericana de Thule
Uno de los puntos clave en la relación entre Estados Unidos y Groenlandia ha sido la base aérea de Thule, establecida de forma oficial en 1951 como parte de un tratado entre Dinamarca y Estados Unidos.
Esta base, ubicada en el noroeste de la isla, se convirtió en un pilar de la estrategia de defensa ártica de la OTAN y de los Estados Unidos, particularmente durante la Guerra Fría. Sin embargo, su presencia también generó tensiones con los groenlandeses, especialmente después de que varias familias inuit fueran desplazadas para permitir su construcción.
Soberanía danesa de Groenlandia
La soberanía de Dinamarca sobre Groenlandia tiene sus raíces en una compleja historia que se remonta a la época de los vikingos. En el siglo X, los colonos nórdicos liderados por Erik el Rojo establecieron asentamientos en la costa sur de Groenlandia, vinculando la isla cultural y políticamente con Noruega.
En 1261, estas colonias aceptaron formalmente la soberanía noruega, aunque los asentamientos desaparecieron misteriosamente en el siglo XV. Sin embargo, las reclamaciones territoriales no se extinguieron con ellos.
En 1814, el Tratado de Kiel marcó un punto de inflexión. Tras la disolución de la unión entre Dinamarca y Noruega, Groenlandia, junto con otras dependencias noruegas, fue transferida a Dinamarca. A partir de ese momento, Dinamarca intensificó su control sobre la isla, especialmente durante el siglo XVIII, cuando comenzó a recolonizar Groenlandia con misioneros y comerciantes.
En 1775, Dinamarca declaró formalmente a Groenlandia como una colonia, consolidando su dominio sobre el territorio.
El siglo XX fue crucial para la afirmación de la soberanía danesa sobre Groenlandia. En 1921, Dinamarca declaró oficialmente su soberanía sobre toda la isla, un movimiento que fue reconocido internacionalmente tras un fallo de la Corte Permanente de Justicia Internacional en 1933, que resolvió una disputa territorial con Noruega. Este fallo confirmó que Groenlandia había sido transferida a Dinamarca en 1814 y que Noruega no tenía derechos sobre el territorio.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la ocupación alemana de Dinamarca complicó la situación, ya que Groenlandia quedó aislada de su metrópoli. Sin embargo, la soberanía danesa fue reafirmada tras la guerra, y en 1953, Groenlandia dejó de ser una colonia para convertirse en parte integral del Reino de Dinamarca.
Este cambio marcó el inicio de un proceso de autonomía que culminó en 1979 con el establecimiento del gobierno autónomo groenlandés, aunque Dinamarca retuvo el control sobre la defensa y la política exterior.
Dinamarca, aunque oficialmente soberana de Groenlandia, ha tenido un control limitado sobre las áreas de defensa de la isla. Según el tratado de 1951, Estados Unidos tiene prácticamente autoridad exclusiva en estas zonas, lo que ha llevado a algunos académicos daneses a describir la soberanía de Dinamarca sobre Groenlandia como “ficticia” durante la Guerra Fría.
El renovado interés de Estados Unidos por la isla
El interés de Estados Unidos por Groenlandia no se detuvo con los intentos del presidente Donald Trump en 2019. En 2025, tras su reelección como presidente, Trump volvió a colocar a Groenlandia en el centro de su agenda geopolítica, generando una nueva ola de tensiones entre Washington, Copenhague y Nuuk. Las declaraciones del mandatario y sus aliados dejaron claro que la adquisición de Groenlandia seguía siendo una prioridad estratégica para su administración.
El 7 de enero de 2025, Trump afirmó públicamente que “necesitamos Groenlandia por razones de seguridad nacional” y no descartó el uso de medidas económicas o incluso militares para asegurar el control de la isla.
Estas declaraciones, realizadas durante una conferencia de prensa en Florida, estuvieron acompañadas de amenazas de imponer aranceles “muy altos” a Dinamarca si el país continuaba resistiéndose a las propuestas estadounidenses. Trump también cuestionó la legitimidad de la soberanía danesa sobre Groenlandia, sugiriendo que:
si Dinamarca tiene algún derecho legal sobre Groenlandia, debería renunciar a él por el bien de la seguridad global
Otros actores en la zona
El creciente interés de China en Groenlandia ha añadido una nueva capa de complejidad a la geopolítica de la región. Desde 2012, empresas chinas han invertido en proyectos mineros en Groenlandia, mientras que el gobierno chino ha promovido investigaciones científicas y colaboraciones culturales en la isla.
Rusia, por su parte, ha intensificado su presencia militar en el Ártico, lo que ha llevado a Estados Unidos a reforzar su postura en la región.
Respuesta danesa
Las declaraciones de Trump provocaron una respuesta inmediata tanto en Groenlandia como en Dinamarca. El primer ministro groenlandés, Múte Egede, rechazó rotundamente la idea, afirmando:
Groenlandia es nuestra. No estamos en venta y nunca lo estaremos. No debemos perder nuestra larga lucha por la libertad
Por su parte, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, reiteró su postura de 2019, calificando las propuestas de Trump como “absurdas” y reafirmando que “Groenlandia no es danesa, es groenlandesa”.
En un gesto simbólico, el rey Federico X de Dinamarca incluyó de manera más prominente a Groenlandia en el escudo de armas real durante su discurso de Año Nuevo, subrayando la unidad del Reino de Dinamarca. “Estamos todos unidos y comprometidos con el reino, desde la minoría danesa en Schleswig del Sur hasta Groenlandia.”, declaró el monarca, en lo que muchos interpretaron como una respuesta directa a las declaraciones de Trump.
La isla deseada
El renovado interés de Estados Unidos por Groenlandia en 2025 subraya la importancia estratégica de la isla en el Ártico. Con vastos recursos naturales, una ubicación clave para la defensa y las rutas marítimas emergentes debido al cambio climático, Groenlandia se ha convertido en un punto focal de la competencia entre grandes potencias.
Groenlandia se encuentra en una encrucijada. Por un lado, busca aumentar su autonomía y diversificar su economía, actualmente dependiente de los subsidios daneses. Por otro lado, enfrenta presiones externas de Estados Unidos, China y Rusia, cada uno con sus propios intereses en la región.
El destino de Groenlandia dependerá de su capacidad para navegar estas complejas dinámicas geopolíticas. ¿Podrá mantener su independencia frente a las presiones externas? ¿O se verá obligada a elegir entre sus lazos históricos con Dinamarca y las promesas de inversión y apoyo de Estados Unidos?
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