El famoso Walt Disney participó, a su manera, en la Segunda Guerra Mundial. Primero realizando animaciones de corte pro-aliados y antinazis y segundo, y esto menos conocido, diseñando una máscara antigás con la cara de su famoso ratón Mickey adaptada para el uso infantil.
Preparados para una guerra química
Al inicio de la contienda, y como medida de protección para sus ciudadanos, el gobierno de Estados Unidos había distribuido más de 40 millones de máscaras antigás (estándar) para hombres, mujeres y niños, temiendo algún tipo de ataque químico desde la Alemania nazi.
Sin embargo, debido a que las máscaras para adultos eran demasiado pesadas y aterradoras para que los niños las usaran, Disney ayudó a crear una máscara «adaptada» a niños que se parecía a su popular personaje de dibujos animados.
Un diseño para niños
La máscara va conectada a un filtro de aire y fue diseñada para niños de 18 meses a 4 años de edad y para que la usaran como parte de un juego, esto reduciría el miedo asociado al uso de una máscara antigás y, si ocurriera algo, el niño se la pondría pudiendo salvar su vida.
La producción de las máscaras de gas Disney comenzó en 1942, un mes después de que Japón sorprendiera a los estadounidenses y atacara Pearl Harbor.
La Sun Rubber Company produjo aproximadamente 1.000 máscaras de gas Mickey Mouse con el diseñador de la compañía Dietrich Rempel y el sello de aprobación de Disney.
La protección de los niños durante la Segunda Guerra Mundial contra la guerra química no fue cosa de risa, fue un gran logro (desgraciadamente necesario) y otros países comenzaron a crear máscaras antigás adaptadas a las necesidades de los niños.
El Reino Unido también fabricó máscaras infantiles, la versión británica era sólo una máscara de gas azul y roja, pero se las llamó igualmente «Máscara Mickey» para conservar esa parte de juego para niños.
Lo que queda de las máscaras antigás Disney
Hoy en día, las pocas máscaras de gas Disney que han sobrevivido se encuentran en museos como en el Museo de la División de Infantería en Oklahoma y el Museo Químico del Ejército de los Estados Unidos en Fort McClellan, Alabama.
Fuentes: Archivos del Museo Nacional de la Fuerza Aérea de Estados Unidos
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