Edad ModernaEn PortadaHistoriaHistoria Militar

Batalla de San Quintín, el triunfo decisivo de Felipe II

Escarbamos en las fuentes de la Batalla de San Quintín; la victoria española en 1557 que consolidó la hegemonía de Felipe II sobre Francia y Europa

La Batalla de San Quintín fue el punto de inflexión militar de la campaña de 1557 entre la Monarquía Hispánica de Felipe II y el reino de Francia de Enrique II. Librada el 10 de agosto de 1557, en la región de Picardía, se inscribió en el ciclo final de las Guerras Italianas (1551–1559), una serie de conflictos que enfrentaron a las dinastías Habsburgo y Valois por la hegemonía europea.
Su desenlace, una victoria decisiva de los ejércitos hispano-habsbúrgicos dirigidos por Manuel Filiberto de Saboya, supuso un golpe casi mortal para la capacidad ofensiva de Francia y allanó el camino hacia la Paz de Cateau-Cambrésis de 1559.

El cronista aragonés Luis Cabrera de Córdoba, en su Historia de Felipe II, Rey de España (1619), sintetizó la magnitud del triunfo con estas palabras:

Jamás se vio exército más bien gobernado, obediente, diciplinado, unido con ser de tantas naciones compuesto, cumplido en todas sus partes, más abundante de dinero, vitualla, artillería, municiones, soldados, gente venturera y de corte, cabezas, capitanes, oficiales animosos…

Libro IV de la Historia de Felipe II, Rey de España de Luis Cabrera de Córdoba
Libro IV de la Historia de Felipe II, Rey de España de Luis Cabrera de Córdoba

Europa en guerra: rivalidad Habsburgo-Valois (1550-1557)

Las Guerras Italianas en su fase final

La Batalla de San Quintín se enmarca en la última fase de las Guerras Italianas, desencadenada en 1551 tras el enfrentamiento por el ducado de Parma. El emperador Carlos V y su hijo Felipe, rey de España desde 1556, mantenían una lucha abierta contra Enrique II de Francia, quien buscaba contrarrestar el dominio hispánico en Italia y en los Países Bajos. El humanista Luis de Ávila y Zúñiga, testigo privilegiado de la política imperial, describía ya en 1552 la raíz del conflicto:

Nunca el Rey Cristianísimo se contentó con ver en poder de otro la mayor parte de Italia, y así procuró por todos caminos inquietar al Emperador y a su hijo en aquellas provincias.
(Comentario de la guerra de Alemania, 1552, fol. 23v)

El tablero político europeo

En el verano de 1557, las alianzas estaban claramente definidas:

  • Felipe II contaba con el apoyo del ducado de Saboya, Inglaterra —bajo el reinado de María Tudor, su esposa— y diversos principados alemanes.
felipe rey
Felipe II (e1545/1556) Tizinao (Cincinnati Art Museum)
  • Enrique II había estrechado lazos con los príncipes protestantes alemanes y con el papa Paulo IV, hostil a la influencia española en Italia.

La frontera norte, entre los Países Bajos y Francia, se convirtió en el escenario prioritario para Felipe II, pues aseguraba tanto el eje logístico del “Camino Español” como la defensa de Flandes.

tercios infanteria camino nombre españaa
“El camino español”, por Augusto Ferrer-Dalmau (2014)

La campaña previa: de Bruselas a Picardía

La elección de Manuel Filiberto de Saboya

El mando del ejército hispano-habsbúrgico recayó en Manuel Filiberto de Saboya, de apenas 29 años, veterano de las campañas imperiales y figura clave en la recuperación política de su ducado, ocupado en parte por Francia desde 1536. Su designación respondía a su conocimiento del teatro de operaciones y a su fidelidad a la causa de Felipe II.

El propio Manuel Filiberto, en carta al rey fechada el 15 de junio de 1557, expresaba su intención:

No será poca honra para V. M. si pudiere yo, con el favor de Dios, dar un golpe en el corazón del enemigo, de manera que no se atreva a alzar cabeza en muchos años.
(AGS, Estado, K-1490, carta de Manuel Filiberto à Philippe II, 15 juin 1557, in Lemaire, La guerre de 1557 en Picardie, p. 57)

El plan de invasión

El objetivo inicial era atraer a las fuerzas francesas hacia Champaña con una maniobra de distracción, para después girar bruscamente hacia el oeste y atacar San Quintín, ciudad fortificada que controlaba el acceso al río Somme y protegía la ruta hacia París. La rapidez y el secreto de la operación resultaban esenciales.

Batalla de San Quintín (1557)
Ubicación de Guisa. Un poquito más al sur de esta villa se encuentra San Quintín

El cronista francés Pierre de Bourdeille, señor de Brantôme, reconocería más tarde en sus Mémoires la habilidad de esta maniobra:

Quedamos muy asombrados ver al (ejército) español ante San Quintín, pues pensábamos que aún estaba muy lejos, en Champaña.
(Brantôme, Mémoires, ed. 1666, p. 214)


Orden de batalla

Fresco de la sala de batallas del Palacio de El Escorial que representa la toma de San Quintín por los españoles en 1557.
Fresco de la sala de batallas del Palacio de El Escorial que representa la toma de San Quintín por los españoles en 1557.

Composición del ejército hispano-habsbúrgico

El ejército reunido por Felipe II en los Países Bajos, bajo la dirección de Manuel Filiberto, incluía una notable diversidad de contingentes:

  • Tercios Viejos españoles:
    • Tercio de Nápoles, al mando de Sancho de Londoño.
    • Tercio de Sicilia, dirigido por Julián Romero.
    • Tercio de Lombardía, bajo Alonso de Cárdenas.
    • Infantería valona y borgoñona.
    • Lansquenetes alemanes, mercenarios expertos en pica.
    • Caballería ligera y pesada procedente de Flandes, Borgoña y España.
    • Artillería de campaña con piezas de gran calibre para asedio.
    • Contingente inglés enviado por María Tudor.
julian romero cuenca
Escultura a Julián Romero en Huelamo (foto: huelamo.dipucuenca.es)

El embajador veneciano Girolamo Lippomano, en su Relazione di Spagna (1557), cifraba el total en

18 000 fanti spagnoli, tedeschi e valloni, con 4 000 cavalli e 40 pezzi d’artiglieria grossa.
(Biblioteca Nazionale Marciana, cod. It. VII, 1249)

Composición del ejército francés

Las fuerzas de Enrique II en la región estaban al mando del condestable Anne de Montmorency, con unos 22 000 infantes y 8 000 jinetes, además de 18 cañones. Entre sus capitanes figuraban Gaspar de Coligny y François de Montpensier. El cronista protestante Agrippa d’Aubigné, en su Histoire universelle, apuntó con amargura:

No temíamos al enemigo, tal era nuestra confianza en ser dueños del país, y esa fue el origen de nuestra derrota.
(Ed. 1626, libro III, cap. 12)

Perfecto, seguimos con la segunda entrega del artículo extenso sobre la Batalla de San Quintín, desarrollando ahora los apartados 5 y 6.


El asedio de San Quintín (2–9 de agosto de 1557)

Asedio de San Quintín. En la Sala de Batallas del Monasterio del Escorial
Asedio de San Quintín. En la Sala de Batallas del Monasterio del Escorial

Primeras operaciones

El 2 de agosto de 1557, las tropas de Manuel Filiberto de Saboya se situaron ante San Quintín. La ciudad, protegida por murallas medievales reforzadas con bastiones, estaba defendida por una guarnición de apenas 1 500 hombres bajo Jean d’Estres. El arrabal septentrional fue tomado tras un breve combate, lo que permitió a los ingenieros españoles instalar baterías de asedio en posiciones dominantes.

El cronista Luis Cabrera de Córdoba, recogió una vez más, el impacto inicial en los defensores:

Tomado el arrabal, se retiraron los franceses a la ciudad, dejando presas y municiones, y los nuestros entraron con mucha furia.
(Historia de Felipe II, Rey de España, Luis Cabrera de Córdoba, Madrid, 1876, t. I, p. 501 )

El socorro de Coligny

En la noche del 3 al 4 de agosto, Gaspar de Coligny, almirante de Francia, logró introducir en la ciudad unos 4 000 hombres por la orilla oriental del Somme. Esta acción dio un respiro a los defensores y retrasó el asalto. La guarnición intensificó las salidas contra los zapadores españoles, sin conseguir interrumpir las obras de sitio.

San Quintín y El Escorial
Retrato de Gaspard de Coligny, c. 1609-1633, taller de Jan Antonisz van Ravesteyn

Brantôme recordaría en sus Mémoires:

El señor Almirante entró en la ciudad al amparo de la noche, llevando víveres y pólvora, y animó tanto a los sitiados que estos juraron resistir hasta la muerte.

(ed. 1666, p. 217)

Llegada del ejército francés

Alertado por la situación, Enrique II ordenó a Montmorency que marchara al socorro de la plaza. El 7 de agosto, el condestable acampó en las cercanías con un ejército de unos 30 000 hombres, confiado en poder obligar a Manuel Filiberto a levantar el sitio. Sin embargo, el terreno pantanoso y los estrechos accesos dificultaban el despliegue francés.


La jornada del 10 de agosto: hora por hora

Amanecer y mañana

Al alba del 10 de agosto de 1557, Montmorency decidió maniobrar para cortar las líneas de abastecimiento españolas cruzando el Somme por el puente de Rouvroy y por pontones improvisados. Creía que el enemigo estaba demasiado disperso para reaccionar con rapidez. El embajador veneciano Michele Suriano describió el momento en su Dispaccio di Fiandra:

Los franceses creían encontrar al ejército de Saboya disperso por el asedio, pero de pronto se vieron atacados con furia por toda la caballería enemiga.
(Archivio di Stato di Venezia, Senato, Dispacci, Fiandra, b. 8)

Mientras la vanguardia francesa aún maniobraba, el conde de Egmont, al frente de la caballería hispana y borgoñona, cargó contra las avanzadas francesas, arrebatándoles el bosque de Montescourt, clave para el control del campo. La maniobra dividió al ejército francés en dos y bloqueó el paso de refuerzos.

julian romero tercios
Retrato del Conde de Egmont, 1564

El historiador inglés Richard Knolles, en su General History of the Turks (1603), hizo notar la velocidad de esta acción:

Los jinetes españoles, con gran rapidez y furia, tomaron el bosque, cortando así a la infantería francesa de su caballería.
(Ed. Londres, 1603, p. 842)

Mediodía

A mediodía, la infantería española, apoyada por lansquenetes alemanes, presionó el centro francés. El fuego de arcabucería, sostenido por los Tercios de Nápoles y Sicilia, causó estragos en las filas enemigas, mientras la artillería desde el arrabal batía el flanco izquierdo galo.

Cabrera de Córdoba anotó:

No hubo escuadrón que no cayese deshecho del continuo arcabuceo, y la artillería, puesta en buena orden, abrió claros que jamás se cerraron.
(Historia de Felipe II, t. I, p. 503)

ejército uniformidad Austrias
Ilustración de Delfín Salas, Tercios españoles del siglo XVI,

Tarde

Hacia las tres de la tarde, el ejército francés estaba cercado por el río, los bosques y las posiciones españolas. Montmorency fue herido y hecho prisionero junto a centenares de nobles, entre ellos el duque de Montpensier y el mariscal Saint-André. El soldado español Martín de Ayala, testigo ocular, escribió en carta a su hermano:

Tomamos al condestable y a tantos señores que apenas había quien los tuviese guardados, y la tierra quedó sembrada de muertos como jamás vi en mi vida.
(Archivo Histórico Nacional, Diversos-Colecciones, leg. 42, fol. 118)

Noche

La persecución se prolongó hasta el anochecer. Las bajas francesas superaron las 10 000 entre muertos y cautivos, mientras que las hispanas apenas alcanzaron varios centenares. La guarnición de San Quintín quedó aislada, y la ciudad capituló el 27 de agosto.


Rendición del ejército francés en la Batalla de San Quintín, copia de Luca Giordano.
Rendición del ejército francés en la Batalla de San Quintín, copia de Luca Giordano.

Perfecto.
Continuamos con la tercera entrega del artículo extenso sobre la Batalla de San Quintín, desarrollando ahora los apartados 7, 8 y 9.


La derrota francesa y la captura de Montmorency

La captura del condestable Anne de Montmorency fue un golpe devastador para la monarquía francesa. Considerado el hombre de confianza de Enrique II, su pérdida significó no solo la derrota militar, sino un quebranto en la dirección política y estratégica del reino. El embajador veneciano Girolamo Soranzo, en su relación al Senado, subrayó:

La pérdida del Condestable es la mayor desgracia que podía sucederle al Rey Cristianísimo, porque, quitado él, falta el hombre que sabía manejar las armas y el consejo.
(Archivio di Stato di Venezia, Senato, Dispacci, Francia, b. 12)

El duque de Saboya hizo llegar a Felipe II una carta en la que enumeraba los cautivos de mayor rango: Montmorency, el duque de Montpensier, el mariscal Saint-André, el conde de Villars y decenas de nobles con mando de tropas. El tono era de satisfacción y advertencia:

Nunca vi, Señor, en un solo día tomar tanta nobleza, y temo que Francia tarde mucho en poder levantar otra hueste semejante.(Archivo General de Simancas, Estado, Flandes, K-1490, carta de Emanuele Filiberto de Saboya a Felipe II, 10 de agosto de 1557, en Jules Lemaire, La guerre de 1557 en Picardie. Bataille de Saint-Laurent, siège de Saint-Quentin, p. 163)

El duque de Saboya, Manuel Filiberto, vence a los franceses en los campos de San Quintín.
El duque de Saboya, Manuel Filiberto, vence a los franceses en los campos de San Quintín.

En París, la noticia causó consternación. El cronista Pierre de L’Estoile escribió en su diario:

El Rey, al oír la noticia de San Quintín, no pudo ocultar su disgusto y se encerró durante dos días enteros, rechazando toda compañía.
(Registres-journaux, año 1557, Bibliothèque nationale de France, ms. fr. 10232)

Retrato de Enrique II. 1559, François Clouet, Palacio de Versalles.
Retrato de Enrique II. 1559, François Clouet, Palacio de Versalles.

Consecuencias militares y diplomáticas

Golpe a la capacidad ofensiva francesa

La pérdida de un ejército completo y de gran parte de la nobleza militar dejó a Francia a la defensiva. Las provincias del norte quedaron expuestas, y solo la carencia de recursos y la prudencia de Felipe II impidieron que el avance llegara hasta París. El cronista Cabrera de Córdoba enfatiza este punto:

Fue tan abierta la puerta que quedó a nuestro ejército, que si se quisiera entrar en el reino hasta París, no hubiera quien lo defendiese. Mas el Rey Católico, no teniendo por conveniente extender la guerra, se detuvo.
(Historia de Felipe II, Rey de España, Luis Cabrera de Córdoba, Madrid, 1876, t. I, p. 505)

Camino a la Paz de Cateau-Cambrésis

El desastre de San Quintín debilitó la posición francesa en las negociaciones que, dos años más tarde, culminarían con la Paz de Cateau-Cambrésis (1559). España consolidó su control sobre los Países Bajos y obtuvo garantías sobre sus dominios italianos. El diplomático inglés William Cecil observó en carta a la reina María Tudor:

Esta victoria ha abatido tanto el orgullo de Francia, que ahora buscan la paz donde antes amenazaban con la guerra.
(The National Archives, State Papers Foreign, SP 70/12, fol. 144)

San Quintín y El Escorial: memoria monumental

La promesa de Felipe II

Felipe II depositphotos.com
“Estatua de Felipe II (1527-1598) (foto: depositphotos.com)

El 10 de agosto coincide con la festividad de San Lorenzo mártir, ejecutado en Roma sobre una parrilla. Felipe II, profundamente religioso, interpretó la victoria como signo de intercesión divina y decidió erigir un monumento que perpetuara el hecho y honrara al santo. Según fray José de Sigüenza, cronista de la Orden de San Jerónimo:

El Rey prometió a San Lorenzo, si le daba victoria aquel día, hacerle un templo que fuese de los más insignes del orbe. Cumpliólo con el monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
(Historia de la Orden de San Jerónimo, Madrid, 1605, libro IV, cap. 14)

La planta de El Escorial recuerda la forma de una parrilla (aunque hay opiniones en contra de esto), en alusión al martirio de San Lorenzo. La combinación de palacio, monasterio y panteón real reflejaba la visión de Felipe II de un gobierno cristiano universal, sostenido por la fe y la espada. El arquitecto Juan de Herrera escribió en sus notas:

Todo el edificio ha de guardar el decoro que se debe a templo, palacio y sepultura, pues todo esto y más ha de ser la casa que el Rey Nuestro Señor manda hacer en San Lorenzo.
(Biblioteca Nacional de España, Ms. 9128, fol. 32r)

Una vista general del monasterio de El Escorial es una de las diez planchas encargadas por Juan de Herrera en 1589 al grabador flamenco Pierre Perret.
Una vista general del monasterio de El Escorial es una de las diez planchas encargadas por Juan de Herrera en 1589 al grabador flamenco Pierre Perret.

 

La visión de los cronistas del siglo XVI

En la historiografía inmediata, la Batalla de San Quintín fue presentada como ejemplo de la superioridad militar hispana y de la providencia divina. Luis Cabrera de Córdoba, en su Historia de Felipe II, destacó la disciplina y la combinación de armas de los Tercios como factor decisivo. Brantôme, aunque crítico con la dirección francesa, reconoció la pericia táctica de Manuel Filiberto. Agrippa d’Aubigné, desde la perspectiva hugonote, lamentó la imprudencia de Montmorency y el exceso de confianza.

Autores como Gregorio Leti y Antonio de Herrera y Tordesillas convirtieron San Quintín en un episodio emblemático de la monarquía católica. La iconografía —tapices, grabados, pinturas— reforzó la memoria visual de la victoria, especialmente en El Escorial, donde se colgaron tapices conmemorativos. El propio Leti, en su Vita di Filippo II (1672), anotó:

Esta victoria fue tan grande, que los mismos enemigos la confesaron y quedaron admirados de ella.
(Biblioteca Casanatense, Roma, Rari 42, Gregorio Leti, Vita di Filippo II, 1672, fol. 212r)

Siglos XIX y XX: crítica y análisis militar

Con el auge de la historia crítica, San Quintín pasó a ser objeto de estudios centrados en la logística, la coordinación de fuerzas multinacionales y el papel de la artillería.
Cesáreo Fernández Duro y más tarde Geoffrey Parker analizaron el combate como parte de la evolución de la revolución militar. Parker, en The Military Revolution (1988), subrayó:

La batalla de San Quintín demostró el potencial de la infantería, la caballería y la artillería coordinadas dentro de una estructura de mando disciplinada.
(Cambridge University Press, p. 112)

Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
Fuente
Luis Cabrera de Córdoba, Historia de Felipe II, Rey de España (1619), ed. 1876, Madrid, tomo I, p. 498. https://archive.org/details/historiadefelipe02cabruoft/page/498 Luis de Ávila y Zúñiga, Comentario de la guerra de Alemania (1552), fol. 23v. https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.do?id=11328 Pierre de Bourdeille, señor de Brantôme, Mémoires (1666), p. 214. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k1043763 Girolamo Lippomano, Relazione di Spagna (1557), Biblioteca Nazionale Marciana, cod. It. VII, 1249. Agrippa d’Aubigné, Histoire universelle (1626), libro III, cap. 12. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k104377k Luis Cabrera de Córdoba, Historia de Felipe II, t. I, p. 501 y 503. https://archive.org/details/historiadefelipe02cabruoft/page/501 Pierre de Bourdeille, Mémoires, p. 217. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k1043763 Michele Suriano, Dispaccio di Fiandra (1557), Archivio di Stato di Venezia, Senato, Dispacci, Fiandra, b. 8. Richard Knolles, The General History of the Turks (1603), p. 842. https://archive.org/details/generalhistoryof00knol/page/842 Martín de Ayala, carta (1557), Archivo Histórico Nacional, Diversos-Colecciones, leg. 42, fol. 118. Girolamo Soranzo, Relazione di Francia (1557), Archivio di Stato di Venezia, Senato, Dispacci, Francia, b. 12. Pierre de L’Estoile, Registres-journaux, BnF, ms. fr. 10232. William Cecil, carta a María Tudor (1557), The National Archives, SP 70/12, fol. 144. Fray José de Sigüenza, Historia de la Orden de San Jerónimo (1605), libro IV, cap. 14. https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.cmd?id=11239 Juan de Herrera, notas arquitectónicas, BNE, Ms. 9128, fol. 32r. Gregorio Leti, Vita di Filippo II (1672), Biblioteca Casanatense, Rari 42, fol. 212r. Geoffrey Parker, The Military Revolution (1988), Cambridge University Press, p. 112.

Miguel Ángel Ferreiro

Militar de carrera, autor de "La Segunda Columna" (Ed.Edaf), director de este proyecto e Historiador del Arte (UNED). Entre África y Europa, como el Mediterráneo.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba