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Gran Esfinge de Guiza: el enigma de piedra

La Gran Esfinge de Guiza custodia los misterios más antiguos de Egipto: su origen, simbolismo solar y teorías ocultas siguen desafiando a la ciencia.

Dicen que un joven Bonaparte, en 1798, con la mano derecha apoyada en la cadera y el rostro cubierto de polvo del desierto, contempló a caballo el perfil herido de la Gran Esfinge de Guiza. Era el atardecer, y la silueta gigantesca emergía de las arenas como un eco del tiempo, una advertencia de piedra tallada en honor a gobernantes olvidados. Hay quien acusa al corso de haber volado la nariz del coloso, aunque esa mutilación parece tener raíces más hondas y desconocidas…

Gran Esfinge de Guiza al pie de las pirámides, Egipto, julio de 2008
La Gran Esfinge de Guiza, fotografiada en julio de 2008 (wikimedia)

El coloso de piedra frente al desierto

La Gran Esfinge de Guiza se alza en la orilla occidental del Nilo, junto a la majestuosa Gran Pirámide, una de las Siete Maravillas de la Antigüedad. Se la considera la escultura monumental más antigua que se conserva en la superficie de la Tierra. Fue esculpida directamente sobre un macizo de roca caliza formado durante el Eoceno, con la forma de un león tumbado, símbolo de fuerza y protección.

Muchos expertos sostienen que su rostro podría representar al faraón Kefrén, hijo de Keops, cuyo complejo funerario se encuentra justo detrás de la figura. La Gran Esfinge mide 72 metros de longitud y alcanza una altura de 20 metros. Originalmente, estaba decorada con colores intensos: la cabeza y el cuerpo en rojo, el tocado nemes en franjas alternas de azul y amarillo. Entre sus patas delanteras existía un santuario, hoy desdibujado por los siglos.

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Ilustración del Smithsonian Magazine

Simbolismo solar y mudo enigma

El nombre original de la Gran Esfinge permanece oculto en el tiempo. La palabra “esfinge” es de origen griego y significa “estranguladora”, en alusión al mito de Edipo. En árabe, sin embargo, recibe un nombre que aún hiela el aire: Abu el-Hol, “Padre del Terror”.

Las culturas del Oriente Antiguo asociaban al león con la divinidad solar. En este contexto, no sorprende que se retratara al faraón como un león, dominando a sus enemigos. La Esfinge, entonces, debía ejercer como guardiana funeraria, vigilando el descanso eterno de los reyes del desierto. Su silencio ha perdurado a través de imperios y religiones, erosionada por la arena, pero jamás vencida.

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Hatshepsut representada con atributos de león

En los templos próximos a su base se rendía culto a Ra, el dios del sol, y más tarde, durante el Imperio Nuevo, se identificó la escultura con Horus en el Horizonte (Horemajet). Amenhotep II incluso mandó construir un templo en su honor, reafirmando su papel divino en la cosmogonía egipcia.

Los túneles y la cámara secreta

Durante siglos, han circulado rumores sobre cámaras ocultas bajo la Gran Esfinge. Algunos textos antiguos aluden a un espacio sagrado conocido como el “Templo de Thoth”, donde se guardaría la sabiduría de una civilización ancestral.

A finales del siglo XX, unas excavaciones revelaron un túnel al norte de la estatua. Pero la cavidad hallada estaba vacía. A pesar de ello, ni los romanos ni los árabes abandonaron su empeño de encontrar esos archivos ocultos. Hasta hoy, no hay pruebas concluyentes de que existan más cámaras bajo la escultura.

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La Esfinge olvidada por la historia

El tiempo cubrió a la Esfinge con su manto más denso: la arena. Thutmosis IV, hacia el 1400 a.C., fue quien la rescató de su letargo. Según narra la estela de los sueños, cuando aún era príncipe, descansó junto a la estatua y en sueños se le apareció el dios Harmachis. Le prometió el trono si despejaba la escultura. Así lo hizo, y erigió una estela conmemorativa al pie de la colosal criatura.

Ramsés II también reparó partes de la estatua. Sin embargo, la arena, como si tuviera voluntad, regresó una y otra vez. Cuando el historiador Heródoto visitó el lugar en el siglo V a.C., no mencionó la esfinge: estaba completamente enterrada. Sólo siglos después, bajo Marco Aurelio y Septimio Severo, la figura volvió a asomar al mundo visible.

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La Gran Esfinge, pirámides de Geezeh 17 de julio de 1839. litografía.

Redescubrimientos y saqueos modernos

En 1555, Pierre Belon, naturalista francés, describió la escultura con detalle, aunque aún parcialmente cubierta de arena. Fue en 1798, durante la expedición napoleónica a Egipto, cuando se llevó a cabo su excavación completa, recuperándose la estela de Thutmosis IV.

En 1816, el aventurero Giovanni Battista Caviglia halló fragmentos de la barba postiza de la esfinge, que hoy se encuentra en el Museo Británico. Otros nombres ilustres, como Auguste Mariette y Gaston Maspero, excavaron y documentaron el yacimiento. Las restauraciones modernas comenzaron en los años 20 del siglo pasado, bajo la dirección del ingeniero Emile Barzaine. A pesar de los esfuerzos, aún no se ha encontrado el modo perfecto de frenar su deterioro.

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Fragmento de la barba de la esfinge en el Museo Británico (fotografía de la usuaria Nhefertari de egiptoforo.com)

¿Más antigua que las pirámides?

La datación de la Gran Esfinge sigue siendo objeto de debate. La mayoría de egiptólogos sostiene que fue esculpida durante la IV Dinastía (ca. 2630–2500 a.C.). Pero existen teorías alternativas, como la de John Anthony West y Robert M. Schoch, que sugieren que podría tener más de 10.000 años, basándose en las marcas de erosión que presentan sus flancos.

Estas marcas, según sus defensores, serían huellas de intensas lluvias, inexistentes en el clima actual pero frecuentes en el norte de África durante el final del último período glacial. Para ellos, el cuerpo sería originalmente un león, y la cabeza humana habría sido tallada mucho después. Esto explicaría su desproporción anatómica.

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Marcas de erosión en partes de la Esfinge

Los egiptólogos tradicionales rechazan esta hipótesis. Atribuyen las erosiones a la diferencia de dureza en las capas de roca y a otros factores naturales. Lo cierto es que el clima semidesértico se impuso hacia el 2000 a.C., como indican numerosos estudios geológicos y de vegetación. Más allá de las polémicas, lo que permanece es la enigmática presencia de un guardián milenario, ajeno a los hombres y fiel sólo al tiempo.

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La Gran Esfinge parcialmente excavada, ca. 1878.

Miguel Ángel Ferreiro

Militar de carrera, autor de "La Segunda Columna" (Ed.Edaf), director de este proyecto e Historiador del Arte (UNED). Entre África y Europa, como el Mediterráneo.

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