Se conoce como “Mayo del 68” al movimiento de protesta política, social y cultural que estalló en Francia entre mayo y junio de 1968. Fue impulsado principalmente por estudiantes universitarios preocupados por su futuro, que rechazaban el sistema político, social y cultural francés de la época.
Al mismo tiempo, la mayoría reclamaban una forma más libre para las relaciones humanas, una evolución liberal en las costumbres y la abolición de las jerarquías. Este movimiento de protesta estudiantil se convertirá en movimiento social cuando los sindicatos, a la vez que los estudiantes, convocan su huelga. No obstante, aunque todo estuvo a punto de dar un vuelco, el presidente (Charles De Gaulle) y las instituciones tan criticadas saldrán reforzadas tras el calvario que supuso la crisis de mayo del 68 para la política tradicional. Sin embargo, fue el inicio de profundos cambios en la sociedad francesa.
¿Por qué surgió el “Mayo del 68”?
En prácticamente todo el mundo, la primavera de 1968 estuvo marcada por disturbios estudiantiles que confluyeron en protestas contra la guerra de vietnam pero, más allá de la guerra, estos estudiantes, criticaban a la moderna “sociedad de consumo” importada por la poderosa Norteamérica, acusada de producir por producir sin plantearse ningún tipo de cuestión fundamental del destino humano. En este malestar estudiantil iba a desarrollarse una crítica a la Universidad que, tanto en el sistema capitalista como en el sistema soviético, se veía cada vez más reducida a formar ejecutivos, distribuyendo conocimientos conforme a normas utilitarias.
La crisis francesa de mayo del 68 se desarrolla dentro de una crisis social internacional, agudizada especialmente en Francia que, tras diez años de estabilidad personalizada en el poderoso Charles de Gaulle, experimentaba la confusa necesidad de un gran cambio que acercase a sus ciudadanos a la modernidad.
En Francia, el movimiento, inicialmente estudiantil, tenía sus raíces en una corriente de pensamiento libertario, de izquierdas, que denunciaba los excesos de la sociedad de consumo, la escalada de los valores burgueses y la supeditación al “imperialismo estadounidense”. También es una reacción a la brecha cada vez mayor entre las aspiraciones de los jóvenes y el funcionamiento de la educación superior, e incluso del sistema social francés en su conjunto. Un desafío que se refuerza aún más cuando se le suman las demandas sindicales, en respuesta a las graves dificultades económicas que un trabajador medio sufría de manera endémica en la Francia de entonces.
La revuelta estudiantil
La revuelta estudiantil, que se gestaba en la Universidad de Nanterre desde el 22 de marzo de 1968, fecha de la detención de algunos militantes del “Comité Vietnam Nacional”, estalló tras el cierre de la Sorbona por orden del gobierno (2 de mayo de 1968). A los ojos de los estudiantes, esto representaba una violación inaceptable de las libertades universitarias: la policía es apedreada y agredida e incluso se levantaron barricadas con coches y materiales de construcción que había por el Barrio Latino de París.
La policía, abrumada y acosada, respondió -como era lógico- embistiendo primeramente a los grupos de estudiantes que lanzaban piedras pero luego continuaron cargando contra cualquier transeúnte que pasaba por la zona, así como contra algún despistado que estaban tomando algo en las terrazas de la zona. El caos derivó en lanzamiento indiscriminado de gas lacrimógeno que provocó gigantescos atascos en las carreteras de la ciudad, teniendo muchos conductores que abandonar sus vehículos al no poder respirar. Las radios informaban en directo del hecho, algo que facilitó que acudieran más jóvenes estudiantes al lugar del altercado, mientras se enviaban refuerzos policiales para restablecer el orden. En el primer día de manifestación los enfrentamientos continuaron durante buena parte de la tarde y continuaron por la noche.
Al día siguiente, la movilización estudiantil creció: las universidades se declararon en huelga una tras otra, se formaron concentraciones aquí y allá en París, que eran disueltas por pequeños enfrentamientos con la policía. La Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF), presidida por Jacques Sauvageot, el Movimiento 22 de Marzo de Daniel Cohn-Bendit, la mayoría del Sindicato Nacional de Enseñanza Superior (SNE-Sup) organizaban todas las tardes manifestaciones multitudinarias para exigir la reapertura de la Sorbona y la liberación de los estudiantes detenidos.
El martes 7, decenas de miles de estudiantes cruzaron París y, a la altura de los Campos Elíseos, entonaron “La Internacional” frente a la tumba del Soldado Desconocido. El viernes 10, una multitud considerable rodeó literalmente la Sorbona, todavía “protegida” por la policía. A partir del 10 de mayo, el Barrio Latino vivió varias “noches de barricadas”, donde se ubicarían los más graves enfrentamientos entre estudiantes y policías.
De la Sorbona a las fábricas
Sorprendidos por la amplitud del movimiento estudiantil –al frente del cual afirmaban estar jóvenes líderes anarquistas, maoístas o trotskistas como Daniel Cohn-Bendit, Alain Geismar, Jacques Sauvageot- los principales políticos de la oposición, como Mitterrand (PS) o Pierre Mendès France (PSU -una especie de Izquierda Unida, para que nos entendamos en España-), expresaron su solidaridad con el movimiento. Para sorpresa de todos, la noche del 13 de mayo, la misma en la que se “celebraba” el décimo aniversario del “Golpe de Argel” -aquel que había sido la sentencia de muerte de la Cuarta República francesa-, los estudiantes ocuparon la Sorbona. Al día siguiente, el mundo laboral comenzó a moverse reuniendo los sindicatos a cerca de 1 millón de trabajadores.
A pesar del anuncio de las primeras huelgas, el General de Gaulle, subestimando el alcance de las protestas, emprendió un viaje oficial a Rumanía planeado desde hacía tiempo. En los días siguientes, los disturbios y la ocupación de fábricas por huelguistas se multiplicaron por toda Francia. A partir del 18, el general de Gaulle tuvo que interrumpir su viaje y regresar a París. El día 20 había 6 millones de manifestantes.
Mientras el Jefe del Estado discutía con sus ministros qué hacer, los franceses se vieron repentinamente en un ambiente de libertad total, un sentimiento que se apoderó de los círculos culturales (arte, cine, literatura…), del sindicalismo, de la medicina, la enseñanza e incluso de la religión. Los grandes temas del movimiento de Mayo (autonomía universitaria y profesional, libertad personal, poder estudiantil, poder obrero…) fueron discutidos con pasión entre barricadas y coches ardiendo. Eslóganes, frases y poesías (que recordaban a los tiempos del surrealismo), irrumpieron en grafitis y carteles por todas las paredes… y suelos.
La comprensión del movimiento de mayo en Francia escapó por completo a los círculos políticos profesionales que no sabían como actuar. De la sociedad surgía un gran interrogante sobre el sentido del mundo, de la cultura, de la vida social y personal. Georges Pompidou, primer ministro de De Gaulle, se dejó llevar un poco por este movimiento cuando declaró que:
Las cosas nunca volverán a ser iguales
Los acuerdos de Grenelle, 27 de mayo
Sin embargo, aunque la oposición francesa no tenía un proyecto común para “fiscalizar” la revuelta, sí existían fuertes conexiones y simpatías entre los líderes sindicalistas de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT) y los estudiantes.
Ante esto, el ala comunista francesa (la CGT y el Partido Comunista) considerando la necesidad de alzar las revueltas hasta lograr una verdadera situación revolucionaria en Francia, vieron en esta irrupción del izquierdismo (denunciado en su momento por Lenin) un obstáculo para alcanzar el poder. Mientras seguían el movimiento, los miembros de la CGT y los comunistas estaban decididos a agravar las reivindicaciones obreras para alcanzar sus objetivos. Debían evitar relacionarse con las demandas estudiantiles. Esta actitud de los comunistas, no obstante, se correspondía bien con los sentimientos de la mayoría de la clase obrera que de ninguna manera soñaba, como los estudiantes, con derribar la “sociedad de consumo”, sino con obtener una distribución más justa de los beneficios.
Entre los estudiantes e intelectuales, que aspiraban a una revolución radical (espiritual y social con tintes bastante anarquistas) y la masa de la clase trabajadora, que esencialmente exigía aumentos salariales y mejores condiciones de trabajo, la ruptura se fraguó muy rápidamente. Aprovechando esta situación, Pompidou prácticamente obligó a los empresarios a hacer concesiones muy importantes durante los acuerdos de Grenelle.
Básicamente:
- Un aumento del salario mínimo (alrededor del 35 %)
- Un aumento de los complementos salariales de un 10 %
- El reconocimiento de una sección sindical de empresa
- El pago del 50% de las horas de huelga
- Una reducción en una hora en la jornada laboral
- Implementación de mejoras para la formación del personal en la empresa
Y por parte del gobierno, se ofrecía:
- Reducción de los costes sanitarios (en la Seguridad Social) para los trabajadores entre un 30% y un 25%
- Una mejora en las pensiones de los trabajadores
La Quinta República Francesa se tambalea
Para los comunistas, que pretendían hacer de este vasto movimiento un instrumento de desafío al poder capitalista, como para la mayoría de los que quería obtener cambios sustanciales en las condiciones de trabajo -más que en los salarios-, estas eran ofertas que se evaporarían poco a poco con la inflación. Así, fueron rechazadas por la base de las direcciones sindicales… pero se aplicarán, sin embargo, algunas de ellas (en particular en lo que respecta a los aumentos salariales) con lo que se aceptaba -en cierta manera- al gobierno gaullista como gestor de las soluciones, algo que tampoco querían.
En resumen, la situación, al no aceptar los sindicatos la totalidad de las ofertas, quedaba bloqueada. Además, el mismo 27 de mayo (día de la reunión en Grenelle), después de una nueva manifestación estudiantil, se realizó un mitin multitudinario en el estadio Charléty por convocatoria de la UNEF, el Partido Socialista Unificado (PSU) de Michel Rocard y parte de la CFDT donde se presentaban como la solución a todos los problemas (en alternativa a los conservadores, los comunistas y el partido socialista). Sin embargo, al día siguiente, 28 de mayo, François Mitterrand (del Partido Socialista) da una rueda de prensa para contrarrestarlos en la que declaró:
Conviene desde ahora mismo constatar el vacío de poder y organizar la sucesión
Unas declaraciones realizadas, precisamente, mientras De Gaulle estaba de visita oficial en Baden-Baden (Alemania), donde había ido para reunirse con el general Massu, comandante en jefe de las fuerzas francesas en la zona, en busca de una solución. El 30 de mayo, De Gaulle replicó con dureza a Mitterrand en otro discurso anunciando un referéndum para una nueva constitución y aseguró que dimitiría en el caso de que su propuesta fuese rechazada.
La victoria del viejo general
A este largo mayo francés se le acercaba su final, tanto en París como en las provincias, el peso de la “mayoría silenciosa” comenzaba a notarse. Eran ciudadanos que habían presenciado pasivamente las manifestaciones y la violencia, y que ahora sufrían la brutal crisis derivada de la paralización del país por las huelgas, el cierre de bancos, el paro del transporte público, la falta de gasolina… El 30 de mayo, cuando muchos en Francia y en el extranjero esperaban la noticia de la dimisión del general, éste, dio un breve discurso radiofónico en el que anunció el aplazamiento del referéndum constitucional (se realizará en 1969), la disolución de la Asamblea Nacional y nuevas elecciones legislativas.
El fin paulatino de la crisis de Mayo del 68… en junio
A pesar de este anuncio, en junio continuaron los altercados. El 7 de junio, un estudiante de secundaria perseguido por la policía se ahogó en el Sena tras enfrentamientos en Renault-Flins. En Peugeot-Montbéliard, dos manifestantes serían asesinados a tiros. El Barrio Latino seguía siendo escenario de enfrentamientos nocturnos donde se talan árboles y se incendian coches. Pero todo está terminando. Poco a poco se retomó el trabajo en el país. El Odéon fue evacuado el 14 de junio y la Sorbona el 16 de junio; el día 18 terminó la huelga en Renault. Con la proximidad de las elecciones, el país -casi- recuperaba su imagen de “normalidad”.
Mientras la izquierda se mostraba profundamente dividida, los gaullistas centraron su campaña electoral en la defensa de la República frente a la subversión comunista. Se utilizaron sistemáticamente imágenes de las protestas buscando un clima de rechazo hacia las mismas. La presión de la mayoría gaullista, muy clara en la primera vuelta de las elecciones (23 de junio), se convirtió en éxito en la segunda vuelta, el 30 de junio de 1968: obtuvo 358 de los 485 escaños de la nueva asamblea, mayoría absoluta, mientras que la izquierda salió políticamente aplastada, el partido comunista perdió 39 escaños, la Federación de la izquierda 61 escaños e incluso la oposición centrista 15 escaños.
Gracias a Georges Pompidou, que supo aguantar el pulso a los principales dirigentes sindicales, la crisis social encontró finalmente una salida pacífica tras casi un mes de bloqueo de las negociaciones. Si la crisis de mayo del 68 había pasado, había sacudido profundamente a la Quinta República y menos de un año después, el general de Gaulle perderá su ansiado referéndum para una nueva constitución (el 28 de abril de 1969) y decidió abandonar el poder tal y como había prometido.
Desde 1968, estos acontecimientos complejos y, como debe ser, con diversas interpretaciones han sido objeto de numerosos estudios y todavía se utilizan con frecuencia como referencia (positiva o negativa) por parte de los políticos franceses e incluso del extranjero.
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