Hablamos del que seguramente fue el magnicidio más conocido de toda la antigua Roma. Aquel que acabó con la vida del romano más famoso de todos, Julio César.
Antecedentes
Poco antes de la famosa fecha de los idus de Marzo, Julio César se encontraba en la cúspide de su carrera, había derrotado a Pompeyo en la batalla de Farsalia y a sus partidarios posteriormente en las batallas de Tapso y de Munda. Pero entre los que él consideraba de su propio bando se estaba fraguando una conspiración en su contra, ya que el hecho de que César se nombrase dictador vitalicio les hizo pensar que la república Romana se dirigía sin freno hacia una nueva monarquía.
Los “idus de marzo”
Julio César no tenía pensado acudir ese día a la Curia de Pompeyo, pero Décimo Bruto, fue esa misma mañana a su casa para convencerle de lo contrario. El dictador accedió, ya que confiaba en el que había sido uno de sus hombres de confianza desde la guerra de las Galias.
Al llegar a la Curia de Pompeyo, varios hombres le rodearon, y se cuenta que la primera puñalada se la asestó Servilio Casca y fue directa al cuello. Tras ésta vinieron muchas más. Siempre se nos ha dado la cifra de 23 autores aunque hoy en día sabemos que fueron muchos más. Los más conservadores hablan de 40 asaltantes y los más generosos de más de 60.
Sobre las famosas palabras que supuestamente pronunció César, en aquellos “idus de marzo”, al ver a Décimo Bruto entre los traidores, ¿Tu también Bruto? hay cierta controversia entre los autores. Suetonio nos cuenta que al verle dijo “tu quoque brute fili mi “ (Tu tambien hijo mío?). Por el contrario, Plutarco nos cuenta que César no pronunció frase alguna y que murió en silencio tapándose la cara con su toga.
Después del Magnicidio
Tras el asesinato, sorprendentemente, muchos senadores votaron a favor de amnistiar a los culpables, todo gracias a las palabras de Cicerón que llamó a los conspiradores “Libertadores”.
En el funeral de César, Marco Antonio pronunció su famoso discurso (mientras mostraba la toga ensangrentada del dictador) con el que encendió al pueblo y prometió venganza contra los autores del magnicidio. Algunos de ellos, como Minucio Basilio o Livio Druso Nerón, permanecieron en Roma y no la abandonaron. Décimo Bruto se marchó como gobernador de la Galia Cisalpina, aunque también encontró la muerte tras desertar de su propio ejército a manos de un antiguo aliado de César.
La gran mayoría de los conspiradores vieron su final cuando se enfrentaron al segundo triunvirato en las dos batallas de Filipos, unos antes como Casio Longino y otros más tarde como Marco Junio Bruto
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