
El significado y la leyenda de la noche toledana
Hoy en día, “pasar una noche toledana” significa vivir una noche en vela, de insomnio pertinaz o de mal dormir. La expresión, recogida por la RAE y por lexicógrafos como Sebastián de Covarrubias o Gonzalo Correas, se ha transmitido durante siglos en el habla popular española.
Su uso actual se asocia sobre todo a noches inquietas, ya sea por calor, mosquitos, preocupaciones o incluso celebraciones que se prolongan hasta el amanecer. Sin embargo, detrás de estas interpretaciones modernas late un trasfondo mucho más oscuro: una historia —o leyenda— ambientada en el Toledo andalusí, en la que una sola noche bastó para teñir de sangre y de miedo las calles de la ciudad… la conocida como Jornada del foso (del año 797) en Toledo.

Por lo anterior mencionado, podemos concluir, que el dicho popular “pasar una noche toledana”, tendría su origen a finales del siglo VIII, cuando los nobles muladíes —ciudadanos andalusíes de origen visigodo o hispanorromano conversos al Islam— que habitaban mayoritariamente Toledo, decidieron rebelarse contra Córdoba y reconocer como autoridad a otro noble local… ese sería el origen de aquella negra jornada. No había sido la primera vez que se alzaban, pero será la última.
La cuestión muladí en Toledo
Toledo era una ciudad de gran importancia, era la llamada capital de la Marca Media, una ciudad que otrora había sido la gran capital del reino visigodo y que ahora estaba repleta de nobles muladíes, a los que no les gustaba estar bajo el dominio de los Omeya. Por entonces, “pasar una noche toledana” solía ser quedarse fuera de la muralla al cierre de la ciudad, pero ese significado iba a cambiar pronto…
La conspiración de Amrus
El propósito de la embajada
Poco tardaron en organizarse estos nobles y en tramar un plan contra el poder establecido. Ante esta situación de posible rebelión, el emir de Córdoba, al-Hakam I, decide enviar al walí (gobernador) de Talavera de la Reina (Medina al Talabaira), que no era otro que Amrús ben Yusuf.
El banquete mortal
Amrús era también un muladí, hijo de un cristiano converso. Militar veterano que había combatido junto a Carlomagno en su infructuosa campaña para tomar Zaragoza en el año 788, y que había combatido en la Batalla de Roncesvalles junto a los vascones, derrotando al ejército del emperador tras haberlos traicionado éste.

Amrus ben Yusuf no era muy diplomático, aunque trató de acabar con la revuelta pagando grandes sumas de dinero a otros nobles del mismo clan que los instigadores, el clan de los Banu Majsi, a fin de que traicionaran y entregasen a los rebeldes.
Y así lo hicieron, los traicionaron y les cortaron la cabeza. Amrus solicitó que esas cabezas fueron traídas a Talavera por los nobles del Banu Majsi que había sobornado. La misma noche que llevaron las cabezas ante Amrus, aquellos nobles traidores a los suyos, fueron ejecutados.
La venganza de los muladíes
Poco después, los toledanos, quisieron vengarse de esta afrenta y atacaron sus dominios mientras Amrús se encontraba en Zaragoza. Secuestran a su hijo y se lo llevaron a Toledo. El walí logra regresar a tiempo y toma el control de la situación de nuevo, es entonces cuando el emir lo nombra gobernador de Toledo y de la Marca Superior con plena libertad y poderes para realizar cuanto considere para mantener el orden.
En el año 806 sus espías le informan que, de nuevo, algunas familias nobles toledanas (de nuevo muladíes) están organizando una revuelta contra Córdoba. Esta vez se lo tomó con calma. Según se dice, encargó la construcción de un nuevo Alcázar en Toledo con un gran foso. El día, o mejor, la noche de la inauguración invitó a todas aquellas familias de las que había recibido información con el aliciente de que el futuro emir, Abderramán II, iba a acudir a la fiesta… celebrada aquella noche toledana.

Los rebeldes toledanos habían elegido a Ubayd Allah ben Jamir como su líder, cuyo lugarteniente llamado Girbib ben Abd Allah, un poeta cordobés originario de Toledo, recitaba elaborados versos incendiarios que se encargaban de mantener el clima caldeado en contra del soberano omeya cordobés. Amrús mantuvo el tipo y aguantó hasta la finalización de las obras del edificio.
La inauguración del nuevo Alcázar
El día de la celebración, cuando los invitados iban llegando, se les hizo pasar de forma individual al edificio y atravesar un largo y estrecho pasillo que llevaba a la sala en la se realizaría el banquete. Durante horas, uno por uno, cada invitado que entraba era decapitado y sus despojos arrojados al foso en presencia Abderramán II. Las cifras de muertos varían según el cronista entre 700 a 5000 personas.
Aquella noche se recordó por siempre como la “jornada del foso de Toledo o “la noche toledana”. Los cronistas Medievales, especialmente los musulmanes, la llamarán “waqat al-hufra” y será una historia recopilada en numerosísimas ocasiones.
El terror que provocó este suceso dejó el “espíritu rebelde” de los toledanos durante varios años en estado de letargo. Aunque lo peor no es eso, sino que la historia de esta Noche Toledana no fue una leyenda; pudo haber ocurrido de verdad, como atestiguan los cronicones toledanos de los siglos XVI y XVII, como Historia o Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo (1554) de Pedro de Alcocer. Ya sabemos que Toledo es una ciudad repleta de leyendas, como la del Cristo de la Vega u otras… No es el caso. Esta Historia está en los archivos.

Otras historias añaden que Amrús realizó esta matanza en venganza por la muerte de su hijo, aunque no hay datos concluyentes de que los rebeldes lo asesinaran.
Otras explicaciones tradicionales y lexicográficas
No todos los autores han vinculado la noche toledana a la masacre de la Jornada del foso. En el Tesoro de la lengua castellana o española (1611), Sebastián de Covarrubias definía así la expresión:
“La que se pasa de claro en claro, sin dormir, porque los mosquitos persiguen con su ruido y picaduras.”
Por su parte, Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627), la relacionaba con las vigilias festivas:
“Pasar la noche en escucha y regocijo, como en la de San Juan.”
Estas versiones muestran que el dicho pudo nacer también del imaginario cotidiano, sin relación directa con episodios bélicos.
Conclusión: entre la historia y la leyenda
Hoy decimos “tener una noche toledana” para referirnos a una noche de desvelo intenso o mal dormir. Sin embargo, la hipótesis más conocida remonta el dicho a la violenta “jornada del foso” organizada por Amrús ben Yusuf en Toledo hacia el año 797. Sea como fuere, lo que comenzó como una masacre legendaria ha terminado por consolidarse en el idioma como símbolo de insomnio extremo.
¿Qué significa “pasar una noche toledana”?
La expresión noche toledana se utiliza para describir una noche en vela, con insomnio o sin poder descansar, ya sea por incomodidad, preocupaciones o molestias externas. En el español actual, “pasar una noche toledana” es sinónimo de una noche de mal dormir.
¿Cuál es el origen más aceptado de la noche toledana?
El origen más citado de la noche toledana está en la llamada “jornada del foso” de Toledo, hacia el año 797. Según las crónicas, Amrús ibn Yusuf, gobernador enviado por Córdoba, convocó a los nobles muladíes a un banquete y ordenó su ejecución durante esa misma noche.
¿Qué pasó en la jornada del foso de Toledo y cómo se relaciona con la noche toledana?
En este episodio del Toledo andalusí, un gran número de nobles muladíes fueron asesinados en una sola noche. La brutalidad y el impacto de aquel suceso habrían dado lugar a la expresión noche toledana, que quedó en la memoria popular como sinónimo de noche trágica y sin descanso.
¿Qué otras explicaciones existen sobre el origen de la noche toledana?
Además de la teoría histórica, existen versiones lexicográficas. Sebastián de Covarrubias atribuía la noche toledana al insomnio causado por mosquitos y calor; Gonzalo Correas la relacionó con las vigilias festivas de la Noche de San Juan.
¿Qué expresiones similares a noche toledana existen en español?
En distintas regiones, expresiones como “pasar la noche en blanco” o “no pegar ojo” se usan con un sentido parecido al de noche toledana, todas refiriéndose a noches sin dormir o con un descanso interrumpido.