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La rosa y el bandolero: la leyenda de Zamarrilla

Una de esas historias que se cuentan por los montes de Málaga

Era Juan Zamarrilla un famoso bandido de Igualeja, en la Serranía de Ronda. Corría el año 1800, durante el reinado de Carlos IV. Sus andanzas corrían de boca en boca; sus robos, sus delitos al frente de sus 50 hombres, de gustos caros y buenos caprichos, pero generoso y entregado a los pobres.

Eso cuenta su leyenda que, de cada fechoría, parte del botín lo repartía entre la gente necesitaba de los pueblos de la serranía malagueña.

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12 El viejo bandolero de Robert Kemm

Según los archivos, este personaje fue real, su nombre real era Cristóbal Ruiz Bermúdez, alias Juan Zamarrilla. Su apodo le venía por una flor blanca, abundante en las afueras de Málaga, aromática y de tallo leñoso.

Como sus delitos aumentaban, tanto asaltos como de sangre; su fama crecía, tanto a más que su banda de forajidos (unos 50 hombres se dice que tenía) las autoridades decidieron capturarlo. Pero lo soldados encargados de apresarlo, por mucho que preguntaban a las gentes de los pueblos, nadie les contaba nada, nadie les ayudaba a encontrarlo. Finalmente, cerca de Antequera, lograron dar con el y acorralarlo.

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Bandoleros. Lucas Velázquez, Eugenio (Museo Nacional del Prado)

 

Comenzó entonces un violento intercambio de disparos en el que cayó muerta toda su banda, quedando únicamente Juan Zamarrilla vivo. Ante tal situación logró escapar hasta una Ermita a las afueras (en aquel entonces) de Málaga.

Aquella Ermita había sido construida en 1788, en el camino de Málaga a Antequera, cerca del barrio de la Trinidad, entonces extramuros de Málaga, hoy en plena ciudad.

Los soldados lo siguieron de cerca y vieron como el bandolero se escondía dentro de la iglesia y se encerraba. En la ermita estaba una de las imágenes más conocidas de Andalucía: María Santísima de la Amargura, imagen que hoy en día se procesiona en Málaga. Zamarrilla, desesperado temiendo ya por su vida, se postra frente a la Virgen, y entre lágrimas pide perdón por todo el mal causado y ruega su ayuda, mientras tanto los soldados empiezan a golpear la puerta hasta que la echan abajo.

Justo cuando están a punto de entrar, el bandolero se oculta bajo el manto de la Virgen. Los soldados entran y no lo encuentran. Rebuscan un poco y creen que se ha vuelto a escapar por algún sitio que tenían despistado. Después de un buen rato, extrañados, se marchan. Zamarrilla asoma poco a poco de su escondite, mira a la Virgen con ojos de agradecido y saca de su zurrón una rosa blanca, que llevaba encima porque cuando fue sorprendido en Antequera se dirigía a ver a su novia.

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Rosa blanca según cartel de la ópera “Zamarrilla”

Para amarrar la rosa a la imagen, coge su puñal, lo clava con la rosa en el pecho de la Virgen, y entonces, atónito y con lágrimas en los ojos, asiste al milagro: la rosa blanca se tiñe en roja.

El bandolero, cae de rodillas ante la imagen y jura ingresar como monje en un monasterio, para dedicar su vida a los necesitados. Cuentan que cada año, cuando se conmemoraba el día que presenció el milagro, acude a la Ermita a depositar una rosa roja.

Pero un día, siendo Zamarrilla ya un anciano, justo cuando estaba de camino a depositar su rosa roja como cada año, fue asaltado por otro bandido más joven, Zamarrilla, menos ágil que en otros tiempos, intentó defenderse recibiendo una puñalada mortal. Antes de morir, dice la leyenda popular, desde el suelo levantó la rosa hacia el cielo; pudo ver a la Virgen que recogió la flor roja y la volvió de un blanco resplandeciente, así, se le abrieron las puertas del cielo al viejo bandolero Zamarrilla.

Ilustración del milagro

Al no regresar al convento, los monjes salieron en su búsqueda. Al amanecer, unos arrieros encontraron el cuerpo sin vida del anciano al borde del camino de la Ermita. No sabían quien era, vestía ropas de monje, pero no tenía herida alguna. Lo que más les sorprendió fue la dulce sonrisa que se dibujaba en su rostro, y que en sus manos tenía una rosa blanca. Zamarrilla murió en paz, la rosa roja que reflejaba sus delitos de sangre se había vuelto de un blanco impoluto por intercesión divina, la Virgen había perdonado sus pecados.

Sin embargo, las andanzas reales de Cristóbal Ruiz, «Juan Zamarrilla» están documentadas y su final, tras cientos de tropelías, fue otro muy distinto, ya que fue fusilado por los soldados del batallón del Regimiento de Cazadores de Barbastro en Igualeja el día 10 de noviembre de 1851. La Cultura Popular a veces crea leyendas maravillosas que poco tienen que ver con la realidad, pero que se entremezclan con ella.

Miguel Ángel Ferreiro

Militar de carrera, autor de "La Segunda Columna" (Ed.Edaf), director de este proyecto e Historiador del Arte (UNED). Entre África y Europa, como el Mediterráneo.
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