En PortadaHistoria

La Ciudad de los Césares: mapas, expediciones y un mito

Chile, tierra de mitos persistentes y memorias fronterizas, la leyenda de la Ciudad de los Césares ha fascinado a generaciones. Tanto en la divulgación patrimonial como en espacios de aprendizaje —donde las clases particulares en Chile ayudan a acercar a estudiantes y curiosos a la historia—, este relato sigue vivo. En la vasta geografía de la Patagonia austral, los españoles del siglo XVI percibían un horizonte abierto a lo desconocido. Entre 1520 y 1530, los rumores de una misteriosa ciudad poblada por cristianos internados en la cordillera comenzaron a circular desde el Río de la Plata y el Perú. Marineros, soldados y misioneros repetían noticias fragmentarias: náufragos de expediciones tempranas, fugitivos de naufragios en el Estrecho de Magallanes, europeos que habrían convivido con pueblos indígenas y cuya descendencia habría fundado un enclave oculto.

En Chile, la leyenda prendió pronto. El archipiélago de Chiloé, frontera viva y límite austral del Virreinato del Perú, fue el epicentro del mito. Desde allí se creía que, más allá de los canales y bosques, una ciudad rica en metales y poblada por cristianos esperaba ser encontrada. Las autoridades coloniales y los prelados reforzaron esa creencia: informes eclesiásticos y militares transmitieron al Rey y al Consejo de Indias la posibilidad de un enclave cristiano aún no contactado.

Imagen satelital de una parte del archipiélago (satélite NASA).
Imagen satelital de una parte del archipiélago (satélite NASA).

El jesuita Nicolás Mascardi, convencido de esa posibilidad, se convirtió en protagonista. En 1670 partió desde Castro, en Chiloé, con un equipaje breve, mapas incompletos y relatos chonos que hablaban de un pueblo distinto tierra adentro. En sus palabras se transparenta el horizonte de la época:

“Salimos con ánimo de hallar aquella ciudad de cristianos de la cual tantas veces se ha hecho mención en estas tierras australes”
(atribuida al P. Nicolás Mascardi, cartas de 1670, recogidas en Mateo Martinic, SciELO).

Para Mascardi y sus contemporáneos no se trataba de una fábula fantástica, sino de un objetivo legítimo dentro del marco mental del siglo XVII: rescatar a cristianos olvidados, extender la misión y proyectar soberanía en territorios aún inciertos.


Mapas y cartografía: la ciudad posible sobre el papel

El mito de los Césares no se transmitió solo por boca de cronistas y religiosos. Los mapas europeos de los siglos XVII y XVIII dieron forma gráfica a esa posibilidad. Atlas de Ámsterdam, cartas náuticas de Sevilla o láminas francesas incluyeron menciones, glosas o topónimos alusivos a la enigmática ciudad.

El teatro del mundo o el nuevo atlas de Ámsterdam. Mapa geográfico de Asia por Willem Janszoon Blaeu (1571-1638)
El teatro del mundo o el nuevo atlas de Ámsterdam. Mapa geográfico de Asia por Willem Janszoon Blaeu (1571-1638)

A veces, aparecía representada como un enclave interior, en medio de los Andes patagónicos; otras, como una nota marginal que indicaba rutas hipotéticas desde los canales australes. Aunque ningún cartógrafo afirmó haber visto la ciudad, su inclusión en la cartografía normalizó su existencia en la imaginación europea. El historiador Xavier Urbina lo resume así:

La cartografía del siglo XVII no inventó la Ciudad de los Césares, pero la materializó en el papel, facilitando que la administración y el público culto la pensaran como un lugar posible

Reconstruir hoy la biografía gráfica del topónimo —comparando decenas de mapas— permite observar cómo la ciudad se desplazaba de un valle a otro, de un lago a otro, al ritmo de los rumores y expediciones. La cartografía se convirtió en un espejo de expectativas más que en un registro de realidades.


Expediciones desde Chiloé y el Reino de Chile

Nicolás Mascardi (1670–1674)

El punto de partida más célebre fue el del padre Nicolás Mascardi, jesuita nacido en Sarzana (Italia). Enviado a la misión de Nahuel Huapi, exploró los lagos andino-patagónicos convencido de que hallaría la urbe de los Césares. Sus escritos y los testimonios de sus sucesores reforzaron la plausibilidad del enclave. Mascardi moriría en 1673, asesinado en la zona del lago Nahuel Huapi, pero su búsqueda inauguró una senda de esperanza.

Nicolás Mascardi

Sondeos del siglo XVII y XVIII

Tras Mascardi, desde Chiloé y la Capitanía General de Chile se organizaron múltiples expediciones menores. Algunas eran de carácter misional, otras respondían a necesidades políticas y defensivas: reconocer pasos cordilleranos, evaluar recursos, estrechar contactos con grupos indígenas.

Las autoridades coloniales recibían declaraciones de indígenas aónikenk (tehuelches) y chonos, quienes, según la interpretación española, hablaban de pueblos interiores con abundancia de ganado y riqueza. La literatura erudita recopilaba esas voces, otorgando mayor credibilidad al mito. El historiador Mateo Martinic, decano de los estudios australes, ha subrayado cómo el mito dialogaba con necesidades estratégicas:

“La idea de los Césares, más que un simple relato fabuloso, operó como justificación de exploraciones, como incentivo para misioneros y como horizonte de la política fronteriza”
(Martinic, “Los Césares de la Patagonia”, SciELO, 2007).

En este contexto, la Ciudad de los Césares fue un motor de exploraciones reales, aunque nunca se encontrara.


¿Mito indígena, colonia perdida o dispositivo de frontera?

La historiografía actual rechaza explicaciones únicas. No era solo un mito indígena, ni una colonia perdida de españoles, ni una ficción cartográfica. Más bien, un cruce de tradiciones culturales, intereses políticos y anhelos colectivos.

Mapa parcial con las exploraciones al sur de la costa chilena elaborado a finales del siglo XVI - Mapa parcial con las exploraciones al sur de la costa chilena elaborado a finales del siglo XVI. Fuente: Biblioteca Nacional de Chile.
Mapa parcial con las exploraciones al sur de la costa chilena elaborado a finales del siglo XVI – Mapa parcial con las exploraciones al sur de la costa chilena elaborado a finales del siglo XVI. Fuente: Biblioteca Nacional de Chile.

Hibridación cultural

Los relatos europeos reinterpretaron tradiciones indígenas sobre “pueblos interiores”. Los aónikenk hablaban de territorios sagrados, de lugares abundantes o prohibidos. Los cronistas coloniales leyeron en esas narraciones la confirmación de la ciudad.

Función política

En la era de fronteras móviles, creer en los Césares servía para motivar expediciones, sostener proyectos misionales y alimentar la esperanza de riquezas. La ciudad funcionaba como argumento y como horizonte.

Ciclo cartográfico

Los mapas no probaban nada, pero su poder era enorme. Una ciudad que aparece en un atlas de Ámsterdam o en un mapa del Depósito Hidrográfico en Sevilla se volvía plausible, repetida una y otra vez como referencia. La Ciudad de los Césares fue, en este sentido, un dispositivo de frontera: más que un lugar físico, un motor cultural que empujó a explorar, narrar y cartografiar.


La larga decadencia: del siglo XVIII al XIX

A medida que avanzaba el siglo XVIII, las grandes expediciones borbónicas y el cierre del ciclo misional redujeron la verosimilitud de hallar la ciudad. Sin embargo, el mito no desapareció.

En el siglo XIX, se transformó en literatura erudita y de viajes. Escritores como Ciro Bayo o estudiosos como Ricardo E. Latcham recopilaron las fuentes coloniales, manteniendo viva la tradición.

En el siglo XX, el mito se convirtió en objeto de la historiografía regional. Chile y Argentina lo incorporaron como parte de su patrimonio cultural austral. Hoy, portales como Memoria Chilena reúnen documentos y bibliografía que permiten seguir su rastro.

Lejos de morir, la Ciudad de los Césares se ha metamorfoseado en relato patrimonial, evocación literaria y mito de identidad patagónica.

santa catalina brasil
Carta de 1716 de Santa Calania, por Amédée François Frézier

La vigencia cultural del mito en Chile y Argentina

En la actualidad, la Ciudad de los Césares vive en museos, rutas culturales, investigaciones académicas y artículos de divulgación histórica. El mito ha dejado de buscarse en la montaña y el lago: se busca en la memoria.

Al recorrer un mapa antiguo o leer un testimonio de Mascardi, el lector contemporáneo comprende que no se trataba de ingenuidad, sino de un mundo mental y político donde lo posible se mezclaba con lo deseado.

El enigma permanece abierto, como una brújula que señala al sur: un maestro jesuita sale de Castro en 1670 con relatos chonos en la memoria y un nombre en los labios: los Césares. La ciudad nunca apareció, pero aún resplandece en el imaginario de la Patagonia.


Para saber más

Mr. Echo

Uno más contando historias. Disfrutando de la lectura, la escritura y los viajes
Botón volver arriba