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La milenaria ciudad de Ur

Hoy en día, sus ruinas se encuentran a 24 km al suroeste de Nasiriya, en el actual Irak.

La ciudad sumeria de Ur se identifica con el actual Tell el Muqayyar, en Nasiriya —en el extremo sur de Irak— cerca de la desembocadura del río Éufrates, sobre un afluente ahora seco, en el golfo Pérsico. El nombre del lugar significa: “montículo de brea” y fue bautizado así por los habitantes locales debido a la presencia de las inmensas ruinas de la ciudad, de entre las que destacan el Zigurat de Ur.

Ur sumeria
recreación de la ciudad

Ur se relaciona comúnmente con el lugar de nacimiento de Abraham, citada en la Biblia como Ur de los Caldeos (Génesis 11: 28-31). Esta ciudad-estado sumeria estuvo habitada entre el 2025 y el 1735 a.C. y se la considera una de las ciudades más antiguas de Sumeria.

Ur a través de los milenios

Las primeras ocupaciones conocidas en la ciudad de Ur datan del periodo El Obeid, de finales del V milenio a.C. En el IV milenio, periodo de Uruk, comenzó un notable incremento de su producción cerámica y ya, en el año 3000 a.C. la ciudad experimenta un notable crecimiento —aunque sería durante el Periodo Dinástico Temprano (principios del III milenio a.C.) cuando Ur se convirtió en la capital más importante de la civilización sumeria, hasta el siglo IV a.C.

A lo largo de los milenios, Ur, es conquistada, destruida y reedificada. Fue parte del Imperio Acadio tras ser conquistada por Sargón I, aunque su propia nobleza —la llamada “dinastías de Ur”— se alzó con la independencia generaciones después, comenzado la III dinastía de Ur.

La Edad dorada de Ur

Durante el periodo de la III dinastía, la ciudad llegó a tener 200 mil habitantes y es la época en la que se construyen la mayoría de edificios que hoy se conocen, incluido su famoso zigurat —construido durante los reinados de Ur-Nammu (2113 – 2094 a. C.) y su sucesor Shulgi (2094 – 2047 a. C.). Esta dinastía caería por la presión de los pueblos nómadas que se fueron instalando cerca de la ciudad y que al final terminaron por invadir, de nada sirvió la muralla de 270 km que construyeron para proteger la urbe.

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Un ladrillo estampado con el nombre de Ur-Nammu de Ur

En los años siguientes, tras las conquistas de Hammurabi, durante el Imperio paleobabilónico (siglos XVIII y XVII a. C.), la ciudad destacó más por ser un importante centro de culto que por su artesanía o comercio. Mil años después, Nabucodonosor II realizó numerosas obras de reconstrucción en la ciudad, que aún era un importante centro urbano. El declive de la ciudad se produjo tras el final de los reinos mesopotámicos, con la aparición en la escena del Imperio persa. Ur continuó igualmente como una importante ciudad hasta que, en el siglo IV aC, el Eufrates cambió su rumbo y la ciudad fue abandonada.

El modo de vida

Las construcciones estaban realizadas a base de ladrillo de barro cocido y dispuestas a lo largo de calles y largos callejones estrechos y sinuosos. Las casas incluían un patio central abierto con dos o más habitaciones principales en los que residían las familias. Cada hogar tenía una capilla doméstica en donde se guardaban estatuas para el culto y una bóveda funeraria familiar.

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Ruinas de Ur en la actualidad

Las edificaciones estaban muy juntas, con las paredes exteriores de una casa lindando inmediatamente con la siguiente. Aunque las ciudades parecían ser oscuras por la estrechez de sus espacios, los patios interiores de las casas y alguna que otra calle ancha proporcionaban luz, además, la aglomeración de las casas servía también para aislar los hogares del calor del verano.

Investigaciones Arqueológicas en la ciudad de Ur

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excavaciones en Ur

Las primeras investigaciones en la zona fueron realizadas a mediados del siglo XIX por el entonces cónsul británico en Basora, J. E. Taylor, a petición del Museo Británico. Allí encontró tablillas que indicaban que los restos pertenecían a la Ur de la que hablaba la Biblia.

Pero no se continuaron las excavaciones y se abandonó la zona, siendo pasto de los saqueadores que llenaron los mercados de Bagdad con miles de tablillas, terminando en colecciones privadas o destruidas.

Lonard Woolley en Ur

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Irak pasó a ser administrado por Gran Bretaña. El Museo Británico envió entonces a sus arqueólogos entonces a Ur y a los restos de otras ciudades sumeria.

Así llegó a la zona el arqueólogo británico Leonard Woolley y su equipo, entre los que estaba Max Mallowan, —que entonces estaba casado con la escritora Agatha Christie— que continuaron las excavaciones durante 12 años, entre 1920 y 1934; la zona era entonces una gran colina (Tell) de más de 7 metros de altura compuesta por los restos de adobe de la ciudad y sus murallas.

5 de aquellos años de investigación los centraron en Cementerio Real de Ur, con los ricos enterramientos de la Reina Pu-abi y el Rey Meskalamdug. Descubrieron 2100 tumbas (16 de ellas calificadas como “Reales”) y extrajeron miles de tabletas de arcilla con escritura cuneiforme que describían al detalle la vida y los pensamientos de los habitantes de Ur.

Ur sumeria
Tocado de la reina Pu abi

El pozo de la muerte de Ur

Una de las sorpresas más desagradables con las que se encontraron fue el llamado “pozo de la muerte“, que contenía los restos de 74 personas que parecía —según Woolleyy—que habían bebido voluntariamente alguna droga y luego se habían acostado en filas para ser enterrados con su amo, pero no fue la única tumba encontrada con restos de lo que parecían sirvientes reales.

Ur sumeria

Ur en el actual Irak

En la década de 1970 el gobierno de Saddam Hussein emprendió la restauración del zigurat de Ur-Nammu, convirtiéndolo en uno de los monumentos más importantes de Irak y un símbolo de su gobierno.

También se continuaron analizando los “pozos de la muerte” examinando los cráneos de las víctimas, llegando a la conclusión de que habían sido asesinados por un trauma de fuerza contundente, a modo de algún sacrificio ritual. Tras su asesinato los cadáveres fueron embalsamados en algún ungüento combinado con mercurio y luego vestidos con sus mejores galas y colocados en hilera en una cámara contigua a la del noble fallecido.

Ur irak


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Miguel Ángel Ferreiro

Militar de carrera, autor de "La Segunda Columna" (Ed.Edaf), director de este proyecto e Historiador del Arte (UNED). Entre África y Europa, como el Mediterráneo.
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