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Navidad en la guerra de África (1859‑1860)

villancicos, vinos, danzas y el ataque en la Navidad de 1859

La guerra de África de 1859–1860 enfrentó a España con el sultanato de Marruecos en una campaña breve pero intensa que buscaba recuperar el prestigio exterior de la monarquía isabelina y desagraviar el pabellón español.

Para Navidad de 1859, los tres cuerpos expedicionarios –unos 36 batallones de infantería, cuatro regimientos de caballería y unidades de artillería e ingenieros– estaban concentrados alrededor de Ceuta, listos para la ofensiva. Las operaciones se desarrollaron en condiciones duras: el invierno africano fue lluvioso y gélido, el cólera hizo estragos y la moral sufría. En ese escenario, las festividades navideñas se convirtieron en un momento de pausa y de reafirmación de sus tradiciones e identidad para los soldados españoles.

 

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El Serrallo en 1859

En el imaginario de la época, el conflicto se presentó como una cruzada. El escritor Rafael del Castillo Cuesta, cronista de la guerra, subrayó la importancia de la religiosidad: coincidiendo la campaña con los momentos litúrgicos del catolicismo –Navidad, Semana Santa y Pascua–, los soldados acudían masivamente a las celebraciones religiosas para agradecer a Dios las victorias y rezar por los caídos.

No había templos suntuosos en el campamento; bastaba una simple cruz de madera como altar para sentir la presencia de Dios. La devoción compartida daba sentido a la campaña y reforzaba la idea de que los que morían por la patria entraban por «las puertas de esa gloria», eran otros tiempos. Este marco religioso explica en parte la solemnidad con la que se vivió la Nochebuena de 1859.

La Nochebuena del soldado: un testigo excepcional

El escritor y voluntario Pedro Antonio de Alarcón plasmó en su Diario de un testigo de la guerra de África las sensaciones.

Primera edición del libro de Pedro Antonio de Alarcón: "Diario de un testigo de la Guerra de África"
Primera edición del libro de Pedro Antonio de Alarcón: “Diario de un testigo de la Guerra de África”

El 24 de diciembre de 1859 describió cómo se levantaba «no sé qué marejada de tristeza» en el campamento, pues muchos pensaban en sus hogares. Las estrofas populares que circulaban entre la tropa resumían esa mezcla de ilusión y fatalismo:

La Nochebuena se viene, / la Nochebuena se va, / y nosotros nos iremos / y no volveremos más

Esa noche, a las nueve, en lugar del toque de retreta se escuchó un confuso rumor de canciones, flautas y panderetas; desde fuera podría pensarse que llegaban refuerzos o que se celebraba una victoria. En realidad, los soldados improvisaron una fiesta melancólica.

Alarcón imaginaba a los marroquíes oyendo el bullicio y preguntándose qué celebraban sus enemigos. Él mismo les respondía: estaban celebrando el nacimiento de Jesús, aunque reconocía que para los soldados también era una pausa antes de nuevas batallas. La escena adquirió un tono poético cuando el autor evocaba los barcos en el Estrecho de Gibraltar viendo las hogueras del campamento y enviando «una simpatía, una lágrima y un suspiro» a aquellos defensores de la civilización. Pensaba también en las familias españolas, en una «Nochebuena de llanto y luto» en la que madres, esposas y hermanos se preguntaban si volverían a ver a sus seres queridos.

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Escuadra española en 1860

Canciones, hogueras y vino: la fiesta en las tiendas

La crónica de Alarcón deja constancia de que los soldados recibieron una doble ración de vino y se les permitió prolongar el toque de silencio. Los hombres se agruparon alrededor de grandes hogueras, cocinando y compartiendo «villancicos con acento pastoril». Se oían panderetas y rabeles, y cada región aportaba su repertorio: zorcicos, jotas, muñeiras.

Mientras los centinelas permanecían alerta, el resto jugaba al tresillo o al bis‑bis, bebía Valdepeñas o vino del Rin, y contaba chistes y anécdotas de Madrid. Un romance popular cantado en el campamento recogido en una recopilación de 1860 describe ese ambiente festivo:

«Las fogatas por acá, las fogatas por allí; doquiera se come y bebe, cada tienda es un festín»

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Recreación creada con ia

El mismo texto, sin embargo, subraya que los centinelas de las avanzadas pasaban la noche vigilantes, su canto era el «¡alerta!» y su compañero el fusil. Hacia medianoche, la alegría inicial daba paso al recogimiento. La canción se tornaba melancólica:

«Noche‑Buena, noche triste! ¿Cómo han de dormirse, di, si les brindas con recuerdos que no los dejan dormir?»

El enemigo nos felicita las Pascuas: ataque inesperado

Apenas amanecía el 25 de diciembre cuando un nutrido tiroteo retumbó en las trincheras del tercer cuerpo. Alarcón anotó que nadie se sorprendió, pues todos esperaban que los marroquíes celebrarían la solemnidad del nacimiento de Jesús atacando a los «perros cristianos». La segunda mitad de la Nochebuena se había pasado con las armas por almohada y el oído atento, de modo que los soldados no se hallaron ebrios ni aletargad.

el general O Donell en la batalla de Tetuan dirigiendo las operaciones

El día después: entierros y epidemia

La primera jornada de Pascua dejó un saldo desolador. Alarcón escribió sus líneas «bajo un lienzo húmedo; hundidos los pies en un cenagoso charco», fatigado por la acción y por el insomnio.

El campamento estaba anegado por la lluvia; la enfermedad y el cólera se ensañaban con la tropa. En las Vacaciones de Pascua relata que el 26 de diciembre se enterraron los muertos –«así los nuestros como los enemigos, pero no juntos»– y que los heridos fueron trasladados a Ceuta o a la península. También fueron evacuados muchos enfermos de cólera, mientras los que quedaban pedían a Dios abandonar aquel valle pestilente para avanzar hacia Tetuán. La moral estaba baja: «nuestras Pascuas no pueden ser más aburridas», escribía; casi nadie esperaba ya que los nos volvieran a atacar, pero todos temían que la epidemia los llevara a una fosa obscura. Las noches transcurrían jugando al tresillo con el capellán del regimiento.

colera sanidad militar
Intruccion sobre las precauciones ó reglas de higiene militar que deberan observarse con objeto de preservar á las tropas así en campaña

La reacción marroquí según un soldado checano

El testimonio de Eugenio Arrazola Pérez, un soldado de Checa (Guadalajara) que dejó manuscritos sus recuerdos, coincide con la visión de Alarcón en cuanto al ataque del 25 de diciembre. Según su crónica, existía en el ejército español la creencia de que la celebración de la Nochebuena daría lugar a excesos de bebidas que disminuirían la resistencia de los soldados. Por ello, al amanecer del día de Navidad, los marroquíes lanzaron un ataque importante; Arrazola relata que se presentó al frente el propio emir –a quien confunde con el emperador– y que la batalla fue encarnizada, con 106 muertos y 200 heridos.

Mariano Fortuny y Marsal, Estudio para La batalla de Wad-Ras, 1860-1861. Instituto Municipal del Museo de Reus

El testimonio destaca la firmeza con que el general Prim condujo a sus tropas: «venían con mucho ánimo y vigor por las palabras de su rey». Este relato demuestra que la confianza marroquí en la supuesta resaca española se tradujo en un ataque frontal, pero la disciplina de los centinelas y la reacción de los jefes españoles evitaron la catástrofe. El contraste entre la celebración festiva y la violencia del combate del día siguiente se convirtió en un símbolo de la campaña.

La Navidad en las crónicas

Las crónicas publicadas en periódicos peninsulares reforzaron la épica de la Nochebuena en África. El Faro de Ceuta afirmó que el día de Navidad los tres cuerpos del ejército consolidaron sus posiciones y esperaban la orden de avanzar hacia Tetuán.

Las obras literarias y los romances de la guerra de África presentaron la campaña como una lucha entre la cruz y la media luna (aunque había musulmanes entre las tropas españolas). Muchos textos de aquella época ensalzaron la prudencia del general en jefe que redobló las guardias para evitar sorpresas. Mayormente, las narrativas publicadas más difundidas se podrían inscribir en un nacionalismo católico que presentaba a España como la nación más religiosa de Europa, presentando esta guerra como un deber religioso ante la población más que de Estado.

Fin de año: nuevas batallas y la entrada en Tetuán

Tetuán en 1860
Tetuán en 1860, tras su toma por el ejército español

Tras las jornadas navideñas, el ejército español continuó su avance. El 1 de enero de 1860 se libró la batalla de los Castillejos, en la que el general Prim se cubrió de gloria. Un manuscrito como el de Arrazola relata cómo, a las cuatro de la mañana, el ejército emprendió la marcha hacia Tetuán y se topó con el enemigo dispuesto a impedir su paso; la lucha fue tan dura que Prim, sin caballo y con dos monturas muertas, tomó la bandera del regimiento de Córdoba y arengó a sus hombres: «Hijos míos, aquí tenéis a vuestro general con la bandera en la mano que es la que debemos defender hasta morir». La carga decidió la batalla y abrió el camino hacia la llanura de Tetuán… Pero todo esto fue después de aquella Navidad, y sí, terminó en victoria, pero pagando un alto precio. La guerra continuó hasta la toma de Tetuán el 6 de febrero de 1860, culminando con el tratado de Wad‑Ras en abril.

Este cuadro fue adquirido por el Ayuntamiento de Sevilla, (España), en 1872, y conmemora el Tratado de Wad-Ras, que fue suscrito por España y Marruecos el día 23 de marzo de 1860.

Miguel Ángel Ferreiro

Militar de carrera, autor de "La Segunda Columna" (Ed.Edaf), director de este proyecto e Historiador del Arte (UNED). Entre África y Europa, como el Mediterráneo.
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