Nada presagiaba que aquel niño, nacido en una modesta familia burguesa de provincia, estaría destinado a ser uno de uno de los líderes de la Revolución Francesa. Apenas recibió su educación elemental, continuó por el camino que la vida esperaba de él, por así decir: se mudó a París, obtuvo un título universitario, comienza a trabajar en un despacho, se casa y, con la dote del matrimonio, compra un puesto de abogado en el consejo del Rey. A partir de entonces comenzó a escribir su apellido d’Anton, insinuando un origen aristocrático.
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ToggleLa Revolución: Un cambio para toda Francia
Todo se puso patas arriba tras el asalto a la Bastilla, a finales del verano de 1789. Se metió de lleno en la política y pasó a ser la cabeza visible del radicalismo parisino. Luego se unió a los Jacobinos, donde rápidamente se destacó por su elocuencia. En 1791 fue nombrado Fiscal Adjunto de la Comuna de París y, un año después, se convirtió en Ministro de Justicia de la República.
Danton no difirió en sed de sangre, pero actuó de acuerdo con las circunstancias. No deseaba que Luis XVI muriera (era partidario de su destierro), pero votó por su ejecución.
Entre sus indudables méritos se encuentra la Ley de sufragio universal, que abolió la calificación de “propiedad” para los ciudadanos franceses. Entre el 2 y el 6 de septiembre de 1792, cuando la Revolución fue amenazada por las tropas de los estados vecinos, París se envovlió en un clima de pánico y miedo ligado a la posible invasión del territorio. Los sans-culottes masacraron entre 1,100 y 1,400 personas recluidas en las cárceles, supuestos enemigos de la República. Contemporáneos y algunos historiadores han atribuido a Danton un papel en estos hechos, pero no hay evidencia de que las masacres fueran organizadas por él o cualquier personaje cercano. Solo sabemos que el ministro de Justicia, no hizo nada para detenerlos… que ya es bastante.
La inexplicable riqueza de Danton
Después de convertirse en ministro, Danton comenzó a enriquecerse rápidamente. Compró un castillo en su ciudad natal y varias casas en París y en otras provincias. Se rumoreaba que el ministro aceptaba sobornos de los británicos, del rey y de los aristócratas, pero ni siquiera en el juicio se presentó evidencia de ello.
En 1793, con el inicio de la dictadura jacobina, Danton y sus seguidores recibieron el sobrenombre de “los indulgentes”, debido a su moderación y su cuestionamiento de la política del Terror.
El Terror y Danton
En el contexto de Robespierre y los partidarios del Terror, los dantonistas parecían extremadamente pacíficos. Al comienzo de la “bacanal”, incluso parecía sospechoso. Se opusieron a las represalias contra los girondinos y a las ejecuciones masivas. “Prefiero ser guillotinado a guillotinar a otros”, con estas palabras, Danton parecía haber firmado su propia sentencia de muerte. Se le advirtió de su arresto con antelación y se ofreció a salir de Francia, pero dijo:
Uno no se puede llevar la patria en los zapatos
La noche del 13 al 14 de marzo de 1794, los dantonistas fueron arrestados. En el juicio, Danton se defendió, sin dejar nada sin rebatir del conjunto de las acusaciones y provocando el aplauso de la gente que se agolpaba bajo las ventanas abiertas del salón. Pero esto no impresionó a la corte. Danton y 15 personas más fueron condenadas a muerte.
La muerte de Georges Danton
El 5 de abril de 1794, la cabeza de uno de los líderes de la Revolución Francesa cayó en una canasta junto a la guillotina. El camino hacia el patíbulo pasaba junto a la casa de Robespierre. Se dice que Danton gritó:
Maximiliano, te estoy esperando, ¡me seguirás!
No se equivocaba mucho, como bien sabemos, Robespierre fue guillotinado el 28 de julio de aquel mismo año. A pesar de todos sus defectos, Georges Danton era mucho más humano que la mayoría de sus compañeros revolucionarios. Quizás gracias a esto, fue el único líder de los jacobinos al que se le erigió un monumento en París.
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