Siempre se ha dicho que España es un país de “chatos” y que las tierras de la Península Ibérica ofrecen los mejores caldos del mundo; pero no hay bar que se precie ni cliente que se resista a pedir, antes de un vino, una cerveza fría y en su punto de espuma.
Ese es el final, pero si hacemos un recorrido por su historia, en todo el territorio español cuentan que hay evidencias de que desde la prehistoria se consumía cerveza. Aunque, y puntualizando, más bien una suerte de brebaje de trigo y cebada fermentado y con una alta graduación alcohólica.
Durante una época estuvo a punto de desaparecer, porque el vino monopolizó su expansión, pero la “Caelia”, como así era llamada por los íberos, se resistió.
La caída del Imperio Romano y la llegada de los Godos no favoreció a que la cerveza ocupara el papel que le correspondía, pero sí se tienen indicios de que durante el periodo (bastante posterior) de los Reinos de Taifas, se consumió cerveza. El vino y la cerveza estaban prohibidos para los musulmanes (aunque algunos consumían como hoy en día), pero no para las demás religiones.
Cebada, plantas aromáticas, levadura y agua, era la mezcla que fabricaban los monjes cristianos en el territorio cristiano. Una mezcla que llevaban a cabo en el más absoluto de los secretismos.
Pero la cerveza, tal y como la conocemos hoy, la introdujo el nieto de Isabel la Católica. Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, traerá a España a los maestros cerveceros de la tierra donde nació. Según se dice cuando en 1555 abdicó en su hijo Felipe y se retiró al monasterio de Yuste, ordenó a un maestro cervecero flamenco, Enrique Vander Duysen, instalar una fábrica de cerveza, que producirá cerveza lupulada para consumo privado de su majestad. También se dice que a orillas del Manzanares instaló otra fábrica durante su reinado y que serían los maestros de esta fábrica los que trasladaría luego a Yuste.
Pero la cerveza seguirá manteniendo un perfil bajo y siempre por detrás del vino, ya que los impuestos sobre su producción y venta fueron incrementados para financiar las distintas campañas militares en los dominios de la Monarquía Hispánica, lo que provocó el cierre de casi todas las fábricas que se habían asentado en España.
Algo empieza a cambiar España: La Revolución Industrial; que hace que la vida rural se desplace del campo a la ciudad y que éstas crezcan, lo que provocará que en estas grandes urbes, la cerveza comience a ser más demandada.
Con el aumento del consumo de esta bebida refrescante, las fábricas cerveceras vuelven a abrir sus puertas, sobre todo durante el reinado de Amadeo de Saboya y comenzarán a sustituir las antiguas técnicas de fabricación, por las industriales de frío para la producción de cerveza de baja fermentación. Una modernización que ayudará a producir a gran escala, en sus nuevas instalaciones.
La Guerra Civil Española y la Posguerra abrieron un paréntesis en su producción, debido a la precariedad económica y por lo tanto a la imposibilidad de poder comprar los ingredientes necesarios, dada la dificultad de poder encontrarlos en tiempos de pobreza, miseria y escasez en los que estaba sumida España.
Factoría de Cervezas El Águila es una de las fábricas más representativas de principios del S. XX pero será a partir de los años 60 cuando tras la dura postguerra y el fin de 25 años de aislamiento por el Régimen de franco, cuando se vea incrementado el consumo de cerveza.
Comienza el turismo. Son años en los que muchos turistas extranjeros llegan hasta nuestras costas y la demanda de este producto provoca que las multinacionales cerveceras europeas irrumpan en el mercado español, asentado, en las principales ciudades españolas, parte de su producción.
El futuro de la Cerveza
Ahora, en pleno Siglo XXI, en la época en la que las nuevas tecnologías lo ocupan todo y lo virtual es lo que domina y predomina en la vida diaria, los consumidores españoles vuelven al origen y a la forma tradicional de producción.
Microcerveceras que elaboran cervezas únicas siguiendo métodos ancestrales, respetando y concienciados con el medio ambiente. Pequeños emprendedores que ofrecen cervezas de distintos sabores, texturas y aromas, y que se adaptan a los paladares de los más sibaritas, compitiendo muy de cerca con el vino.
Casi doscientas nuevas marcas de cervezas se han creado en España en los últimos años. Cervezas que se fabrican en entornos naturales como es el caso de Cervezas Pergara, en Cazalla de la Sierra, a los que hemos conocido por casualidad en nuestros viajes por Andalucía y que nos ha sorprendido gratamente su forma de trabajar. Javier Baquero, uno de sus socios, nos ha explicado que para su elaboración se utilizan, en sus palabras: ingredientes cuidados al detalle, seleccionados y naturales… además de mucho mimo. Por cierto, espectacular cerveza, se nota el mimo.
Cervezas que nacen en la naturaleza y utilizando los recursos de siempre porque cada vez tenemos más presente que podemos utilizar el medio ambiente sin necesidad de esquilmarlo o maltratarlo.
Es curioso que volvamos al principio y recurramos al manantial milenario y extraigamos el agua pura para la fabricación de este producto. Volvemos a la génesis y utilizamos energías limpias que no contaminan, contribuyendo así a que podamos disfrutar de productos de toda la vida pero hechos hoy como siempre.
Los antiguos monjes, que encerrados en sus monasterios y que sin apenas utensilios realizaban aquella mezcla extraña, nos observarían extrañados por la vuelta a la senda primitiva, pero es que en estos tiempos de prisas y agobios es importante parar y reconocer que la historia siempre formará parte de nuestras vidas.
*Agradecimientos a Cervezas Pergara por tan buen recibiendo en nuestra visita.
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