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La ausencia de la Materia de España respecto a las tres grandes Materias: Francia, Bretaña, y Roma

En el estudio de la literatura medieval y de los grandes ciclos, siempre se hace mención a los tres más famosos, conocidos como Materia de Bretaña, Materia de Francia, y Materia de Roma. Esto lleva a preguntarse cómo es que no hay una “Matière d’Espaigne” o Materia de España, cuando sí que hay ciclos de romances, cantares, y novelas que podrían constituir lo que ordinariamente encaja en la definición de “materia”.

Las tres materias famosas vienen así definidas por una cita del poeta francés Jehan Bodel a principios del siglo XIII, en donde afirma lo siguiente:

Ne sont que iij matières à nul homme antandant, De France et de Bretaigne, et de Rome la grant (Traducción: No hay sino tres materias para un hombre entendido, de Francia, de Bretaña, y de Roma la grande).

Materia de España
“Chanson des Saisnes”, Fundación Martin Bodmer, códice 40

Esta clasificación es voluntariamente limitada, ya que hay que tener en cuenta que se trata de un francés que habla de lo que debe saber un francés culto. No significa per se que no haya otras materias, sino que estas tres son las más relevantes, o las que deberían ser conocidas por cualquier francés de bien y cultura.

Lo que puede considerarse la Materia de España estaba en ese momento sólo en su más tierna infancia, con los cantares empezando a desarrollarse por esa época. Hay que hacer algunas consideraciones sobre el porqué de un desarrollo tan tardío en comparación con las Materias de Francia, Bretaña y Roma.

Los reinos cristianos se encontraban en ese momento todavía en una fase relativamente temprana de la “reconquista”. Toledo ya había sido retomada en ese momento, pero en la segunda mitad del siglo XII llegó una invasión que amenazaba con deshacerlo todo: los almohades. Y de las luchas contra ellos surgió un héroe que se convertiría en materia de leyendas, cantos e historias: Ruy Díaz, más conocido como el Cid Campeador, un noble castellano que se hizo con un feudo propio en la rica Valencia.

La escultura en bronce del Cid para Burgos, en el taller de su autor Juan Cristóbal González de Quesada
La escultura en bronce del Cid para Burgos, en el taller de su autor Juan Cristóbal González de Quesada

El ciclo del Cid comenzó a desarrollarse en el siglo XIII (Cantar de Mío Çid) a partir de la Historia Roderici, el Carmen Campidoctoris, y los numerosos relatos y cantos populares de las muchas hazañas que realizó o se dice que realizó. Este ciclo llegó incluso al Siglo de Oro español, con muchos autores que escribieron sobre distintos aspectos de su vida, como Guillén de Castro con sus “Mocedades del Cid”.

Otro ciclo procedente de España es la historia de Bernardo del Carpio, vinculada a la Materia de Francia. Bernardo del Carpio es un personaje mítico (o tal vez semihistórico) de finales del siglo VIII y principios del IX del que las leyendas y chansons decían que participó en la derrota de las fuerzas de Carlomagno en Roncesvalles y que supuestamente también luchó contra los sarracenos. Se escribieron muchas historias y poemas sobre él, y podemos estar seguros de que a finales del siglo XIV había una chanson sobre él que era popular, como comenta el canciller Pedro López de Ayala, el gran cronista castellano de finales del siglo XIV y principios del XV. Esto cuenta el canciller en su Crónica de la Casa de Ayala:

Este don Bernal Sánchez pasó por grandes fechos, maguer los juglares cuéntanlos a su manera e de otro modo que ellos fueron

Las historias de Bernardo también dieron lugar a un importante número de canciones y poemas populares (romances), debidamente recopilados en el Romancero General (Amberes, Maarten Nuyts, 1550).

Bernardo del Carpio
Portada de la Historia Bernardo (Grabado del siglo XIX) Historia verdadera del valiente Bernardo del Carpio: sacada con toda individualidad de los mas insignes histroiadores españoles

El otro gran ciclo es el de los Siete Infantes de Lara. Estos siete infantes son también semi-históricos y semi-míticos, y presumiblemente de finales del siglo X y principios del XI, en tiempos de Almanzor, aunque la cronología puede variar aquí y allá. La extensión de estas leyendas es un poco menos amplia que las del Cid o Bernardo del Carpio, pero aún así es notable. Llega incluso hasta el Siglo de Oro español, al igual que el ciclo del Cid y el de Bernardo.


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