La excavación de un santuario galo-romano en la localidad de Saint-Just en Chaussée, al norte de Francia, ha revelado una serie de recintos, viviendas, ofrendas y enterramientos que arrojan nueva luz sobre las prácticas religiosas de la Galia belga antes y después de la conquista romana.
Algunas partes del santuario se excavaron en 1994/95, pero hasta 2007 no se llevó a cabo una investigación exhaustiva y sistemática del yacimiento antes de su urbanización. Se excavaron más de 2,5 hectáreas, pero el santuario se extiende varias hectáreas más.
El santuario se construyó durante la Segunda Edad del Hierro (450-50 a.C.) y los artefactos apuntan a que estuvo en uso desde el siglo I a.C. hasta el III d.C. Estaba en la ladera norte de una meseta que dominaba la llanura inferior. Los constructores la hicieron más monumental excavando una enorme zanja de aproximadamente 3 metros de ancho y 1,5 de profundidad y utilizando la tierra para construir una elevación.
El foso perimetral se llenó de restos de animales como cerdos, caballos, bueyes, ovejas, cabras, vacas; que fueron sacrificados y, en algunos casos, consumidos en banquetes rituales. Los restos óseos de los caballos se depositaban en la zanja después de que los cuerpos hubieran iniciado el proceso de descomposición. Por otra parte los cráneos de ganado vacuno habían estado expuestos a la intemperie durante mucho tiempo antes de ser depositados.
Dentro del recinto perimetral hay varios recintos más rodeados de zanjas. Parece que estos recintos estaban dedicados a prácticas diferentes, ya que cada zanja contenía distintos tipos de ofrendas. Las zanjas del oeste del yacimiento contenían armas y armaduras. Allí se desenterraron elementos de ocho escudos, entre ellos asas, protuberancias y orlas (el borde que rodea el escudo). Presentaban indicios de haber sido dañados deliberadamente antes de ser depositados. Los arqueólogos también desenterraron tres yelmos de tipo ojival (una especie de gorro redondo con carrilleras forjado a partir de una sola plancha de hierro), un premio increíble si se tiene en cuenta que sólo se conocen unos diez en total.
En las zanjas se descubrió una cantidad sin precedentes de sesenta piezas de armadura de placas fabricadas con chapa de hierro remachada, entre ellas una coraza segmentada, una protección para el antebrazo, la parte superior del brazo y el hombro. Los materiales de corrosión tienen algunos restos orgánicos atrapados en su interior que se analizarán para identificar si eran guarniciones de cuero, lino, fieltro, etc.
Las armas, a muy seguro, fueron utilizadas en combate y es probable que fueran recogidas de un campo de batalla, luego rotas ritualmente (aplastadas, cortadas, desgarradas, golpeadas) y esparcidas por las zanjas. Los arqueólogos creen, por la distribución de los objetos, que elementos que en uso se habrían utilizado juntos se separaron deliberadamente unos de otros.
Luego estaba el comedor. El equipo descubrió cuatro fosas de mediados del siglo I a.C. que habían sido excavadas en el suelo. Resultaron ser bancos enterrados con una mesa de un metro de ancho entre ellos. La mesa tenía una chimenea empotrada y los bancos estaban forrados de madera para mayor comodidad. Había sitio para unas 50 personas. En los análisis químicos y del suelo se encontró abundante vino derramado, carnes grasas de no rumiantes y restos de una tortita, por lo que es probable que se tratara de un lugar de banquetes.
Los enterramientos humanos también parecen ser depósitos rituales, tanto como enterramientos primarios (los individuos fueron enterrados una sola vez en el lugar donde se encontraron) como secundarios (originalmente enterrados en otro lugar y los restos trasladados tras la descomposición). La excavación desenterró ocho enterramientos primarios. Los difuntos estaban sentados dentro de fosas redondas. Seis de ellos tenían la parte inferior de la pierna derecha doblada. Faltaban todos los cráneos, tal vez destruidos por la actividad agrícola, ya que es seguro que los cuerpos estaban intactos cuando fueron depositados. La fosa no estaba rellena; la descomposición se produjo al aire libre.
Además de los restos articulados inhumados, se encontraron 899 fragmentos óseos de unos 15 individuos en algunas de las fosas y zanjas del yacimiento. Habían sido triturados deliberadamente. Se han encontrado pruebas de golpes y cortes en algunos de los fragmentos, incluso en los cráneos que pueden haber quedado cuando la gente quitaba la cara del difunto para hacerse una máscara con ella. Los fragmentos óseos datan de entre principios del siglo II y finales del siglo I a.C.
Lo que diferencia este yacimiento de los santuarios conocidos en la Galia belga es la distribución de los restos, según su naturaleza, en el espacio. En la zanja donde están los huesos de animales, hay poco o ningún metal; por el contrario, donde se concentran los objetos de hierro, sólo hay unos pocos huesos. La distribución de los depósitos humanos también muestra diferencias, por un lado enterramientos de adultos en posición sentada, restos óseos que atestiguan trabajos en las cajas craneales, otros deliberadamente triturados, calentados, y por otro miembros desarticulados y descarnados.
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