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Gastronomía extrema: La historia de aquellos que se comieron sus zapatos

Comer las prendas de cuero sólo aparece en las fuentes históricas como algo desesperado.

A día de hoy semejante práctica culinaria sería altamente desaconsejable, tanto desde un punto de vista nutricional, ya que el cuero tiene un valor nutricional prácticamente nulo, como desde un punto sanitario: el cuero hoy en día no es comestible, ya que para teñirlo y curtirlo se emplea una solución de cromo, que resulta tóxica. No obstante, hay testimonios en el pasado de desesperadas circunstancias en que algunos soldados cercados, civiles asediados, o marinos en pésima situación llegaron al extremo de comerse cinturones, jubones, y hasta el calzado.

En el siglo XVI, España gozaba de una gran reputación en la industria del cuero, sobre todo en la ciudad de Córdoba, de donde procede el término “cordobán” para referirse a un tipo específico de cuero, aunque también existían otros lugares de renombre como el reino de Valencia, donde aún existe una gran tradición en la fabricación de botas y el trabajo del cuero en lugares como Elche (véanse marcas hoy famosas como Panama Jack, Kangaroos, Pikolinos o Nordikas).

Los métodos generales utilizados para el tratamiento del cuero en el siglo XVI eran la aplicación de jugos de zumaque o mirto, muy ricos en taninos, el elemento que hace que el cuero sea imputrescible y le aporta diferentes tonalidades de color. En la América española, los conquistadores y colonos aprendieron pronto las técnicas locales, como bien explica Gonzalo Fernández de Oviedo:

Nuevamente e por experiencia se ve e se ejercita en esta cibdad de Sancto Domingo, que la cáscara o corteza destos mangles es singular para curtir los cueros de las vacas en breve tiempo; porque no quiere Dios que tengamos nescesidad de arrayán ni zumaque ni de los otros materiales con que en España se adoban e curten las corambres.

Antes, los expertos en este arte dicen que este árbol es muy mejor que todo lo que se sabe para el efeto que es dicho; porque en España se tarda en adobar un cuero, o muchos, en los noques donde los ponen a curtir, ocho e aun diez meses, o un año de tiempo, e acá, en sesenta o septenta días se curten e adoban perfetamente, así por la calor natural desta tierra, como por la virtud e propriedad de la corteza destos árboles.

Comer las prendas de cuero sólo aparece en las fuentes históricas como algo desesperado. Gaspar de Carvajal lo menciona en ese contexto específico cuando escribe sobre la travesía por el río Amazonas, que fue una auténtica odisea:

Y entretanto, faltándonos otros bastimentos, llegamos a tan grande necesidad que no comimos sino cueros, cinturones y suelas de zapatos cocidos con algunas hierbas, y tan calamitosa era nuestra escasez que no podíamos estar en pie, que unos a gatas y otros con bordones se metieron en las montañas a buscar algunas raíces que comer, y algunos hubo que comieron algunas yerbas no conocidas, los cuales estuvieron a punto de muerte

Rhus coriaria es una especie de Rhus que se emplea principalmente en el curtido de cuero; su nombre cietífico en latín lo indica: coriarii (curtir). Es originaria del sur de Europa. En España suele denominarse zumaque.
Rhus coriaria es una especie de Rhus que se emplea principalmente en el curtido de cuero; su nombre cietífico en latín lo indica: coriarii (curtir). Es originaria del sur de Europa. En España suele denominarse zumaque.

Esta desesperación de llegar a comer cuero se pudo ver también cuando la expedición de Magallanes-Elcano, el primer viaje alrededor del mundo, como lo refiere el vicentino Antonio Pigafetta, que hace notar un momento de hambre extrema en su entrada del 28 de noviembre de 1520:

Estuvimos tres meses y veinte días sin conseguir refrigerio de ninguna clase. Comíamos bizcocho, ya no bizcocho sino polvo del mismo con gusanos a puñados, que éstos ya se habían comido lo bueno:

apestaba grandemente a orina de ratones, y bebíamos agua amarilla ya de muchos días putrefacta, comíamos ciertas pieles de buey que estaban sobre la entena mayor para que la entena no rompiese la jarcia, durísimas ya por el sol, la lluvia, y el viento.

Las dejábamos cuatro o cinco días en el mar, y luego se ponía un poco sobre las brasas y así las comíamos, y aun muchas veces hasta serrín.

magallanes hambre
Marinería cocinado cuero (@Retohistorico)

Volviendo a los zapatos y sus suelas, éstas se trabajarían específicamente con zumaque y no con arrayán, y así consta de manera precisa en las ordenanzas del Concejo de Gran Canaria de 1530, donde se hace saber lo siguiente en materia de regulación de zapateros y zurradores:

Primeramente que ningund cortidor sea osado de abrir nyngund noque de cueros de suelas que estovieren asentados sin licencia e mandado de los alcaldes e veedores del dicho oficio de la çapatería so pena que qualquier cortidor o çapatero que lo abriere pague por la primera vez seyscientos maravedís e si vendiere los dichos cueros de suelas para gastar en esta ysla o para fuera parte que los pierda probándoselo o el valor dellos e los dichos çapateros gasten suelas desde octubre hasta en fin de março suelas de çumaque y desde abril hasta otubre de vayón so pena que el que lo contrario labrare pierda la obra e más myll maravedís de pena.

El zumaque y el mirto, por cierto, no se consideraban tóxicos, y de hecho eran muy recomendables para distintos usos, en el caso concreto del zumaque como algo bueno para la fabricación de emplastos, además de para el tratamiento de los males de dientes y encías, como nos hace saber el imperial médico Andrés Laguna, que refiere lo siguiente sobre el zumaque:

El Rhu común de los griegos es aquella planta vulgar que en España llamamos zumaque imitando a los árabes que también la llamaron sumach. Usaron los antiguos la simiente de aquesta planta en cambio de sal para dar a las viandas sabor: la cual costumbre aún hoy se guarda en Siria y Egipto.

Retrato de Andrés Laguna publicado en su traducción anotada de Dioscórides: "Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos Pedacio Dioscorides anazarbeo ; traduzido de lengua griega en la vulgar castellana...", en Salamanca, por Mathias Gast, 1570
Retrato de Andrés Laguna publicado en su traducción anotada de Dioscórides en Salamanca, por Mathias Gast, 1570

Aprovéchanse de sus hojas los zurradores para curtir las pieles porque tienen gran virtud de constreñir y encrespar. Su cocimiento es muy útil para confirmar y establecer los dientes que se andan como teclas de monocordio en los azogados a causa del “mal francés

En suma, comerse los zapatos u otras corambres eran una medida desesperada para obtener algo de alimento en un momento en que no hubiese ninguna otra cosa que llevarse a la boca, pero al menos el duro cuero no sería tóxico y hasta puede que tuviese algo de sabor por razón de la tinción y curtido con plantas conocidas.

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