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Termas de Caracalla: historia y descripción

Su nombre oficial fue el de "Thermae Antoninianae"

Las Termas de Caracalla o Thermae Antoninianae, como se las había llamado oficialmente, se construyeron en las laderas del Pequeño Aventino, no lejos del popular barrio entre Puerta Capena (uno de los accesos de las Murallas Servianas), puerta por la que la Vía Apia abandonaba Roma camino al sur de Italia, y el Circo Máximo.

Iniciadas en el año 212 d. C., fueron inauguradas a instancias del emperador Caracalla en el 216 d. C., pero se completaron con la construcción del recinto exterior y las dos exedras por parte de los sucesores de Caracalla, Heliogábalo y Alejandro Severo.

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Termas de Caracalla en la actualidad (Foto: depositphotos.com)

Simultáneamente al inicio de las obras de las termas, para facilitar el acceso que se hacía directamente desde la antigua Via Appia, esta última fue ensanchada intencionadamente en este tramo y transformada en la monumental Via Nova; además, se creó un ramal especial del acueducto Aqua Marcia, el Aqua Antoniniana, para garantizar la disponibilidad de un considerable caudal de agua.

Después de las Termas de Diocleciano, las Termas de Caracalla permanecieron activas hasta el siglo VI d.C., cuando quedaron inutilizadas tras los ataques de los godos, que destruyeron los sistemas de agua en el año 537 d. C. Hoy en día las Termas de Caracalla se utilizan como extraordinario escenario de espectáculos al aire libre, lo que evidencia la gran fama que gozaron en la antigüedad.

Descripción de las Termas de Caracalla

Con una superficie de más de 11.000 m², las Termas de Caracalla son una de las mayores termas de la antigüedad.

Desde un punto de vista estructural, se diferenciaban de las “grandes termas imperiales” (una tipología edificatoria muy extendida a principios del siglo V d.C.) por una novedad sustancial: el núcleo termal propiamente dicho está claramente separado de todos los demás ambientes secundarios que se ubican a lo largo de todo el recinto.

Termas de Caracalla
Termas de Caracalla en la actualidad (Foto: depositphotos.com)

Los baños, por tanto, incluían un gran edificio central rodeado de jardines animados por espectaculares chorros de agua, gimnasios, bibliotecas y salas accesorias. Todo quedó incluido dentro del gigantesco recinto rectangular (337×328 m) consistente en un pórtico del que no queda prácticamente nada.

Los edificios individuales, entonces, se construyen según formas arquitectónicas nuevas y atrevidas, con detalles de planta específicamente pensados ​​para aprovechar al máximo las habitaciones y los sistemas de calefacción.

Para llevar a cabo esta grandiosa construcción fueron necesarios trabajos de excavación y obras considerables. Para completarlo de la manera más adecuada, cada edificio fue decorado con revestimientos de paredes muy preciosos y embellecidos con suntuosas decoraciones escultóricas y mosaicos.

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Resto de mosaico en las Termas de Caracalla en la actualidad (Foto: depositphotos.com)

Un viaje al interior de las Termas de Caracalla

Siguiendo varios textos que describen estas termas, vamos a tratar de realizar una visita completa al complejo, tengan a mano el siguiente plano-reconstrucción:

Termas de Caracalla
Reconstrucción de las Termas de Caracalla (romanoimpero.com)

La entrada al cuerpo central de los baños se realizaba a través de cuatro puertas en las fachadas NE, dos que daban a los vestíbulos contiguos a la piscina (3) y dos más exteriores que daban directamente a los gimnasios (4). La entrada actual a los restos estaría a la derecha de todos estos accesos.

Una vez dentro, se accedía al spogliatoi o apodyterium (2), es decir, al vestuario; aquí dejaban su ropa y, luego de cubrirse con aceites y ungüentos, se preparaban para la actividad gimnástica a realizar en el gimnasio (2).

La actividad deportiva podía consistir en simples juegos -en este caso bastaba vestirse con una sencilla túnica de punto o una capa- o en competiciones de lucha libre en las que era necesario utilizar ceroma, un ungüento de aceite y cera para suavizar la piel, junto con una capa de arena o polvo de algún mineral para evitar que se escurra entre las manos del oponente.

Después de los ejercicios deportivos, que también podían realizarse en jardines al aire libre (9), comenzaba el ritual del baño propiamente dicho, siguiendo reglas precisas.

El ritual del baño en las termas romanas

Primero pasaban por salas progresivamente sobrecalentadas (5,6,7) para aumentar la transpiración conseguida durante el entrenamiento. Uno de estos ambientes era el laconicum, una especie de baño turco, donde la disposición de la sala con paredes curvas impedía la pérdida de calor.

Luego se pasaba al caldarium (6), equipado con una gran piscina circular para sumergirse en agua caliente, y para que el cuerpo absorbiera la humedad de los vapores, rociando la piel con agua y un poco de soda, usada en lugar de jabón, y la limpieza con el strigilis, un raspador metálico en forma de arco indicado para eliminar la grasa que deja en la piel la combinación de aceites, ungüentos y sudor.

Para aprovechar al máximo el calor, la sala, además de contar con un sistema de calefacción de hipocausto, se orientó hacia el SO para captar los rayos del sol de la tarde a través de las ventanas que se abrían bajo la cúpula. También tenía entradas muy estrechas que aumentaban la capacidad térmica de la sala. Todo el recorrido se podía seguir también en la otra mitad del edificio, que es absolutamente simétrica y se unen en el Caldarium (6).

Termas de Caracalla
Termas de Caracalla en la actualidad (Foto: depositphotos.com)

Continuaríamos en el tepidarium (7), equipado con tinas de agua tibia para acostumbrar lentamente el cuerpo al cambio de temperatura, y llegamos al frigidarium (8). Esta sala (o cámara de frío) es el punto focal del complejo. Aquí el cuerpo se refrescaba y tonificaba sumergiéndose en los cuatro estanques de agua fresca, colocados en las esquinas de la habitación. Al aire libre, también tenías la natatio (3) donde terminaba el ritual del baño con un chapuzón en la poza de agua a la intemperie.

Después del baño, el masajista (unctor) nos cubriría con ungüentos y perfumes, en algunas salas ubicadas cerca del frigidarium. Aquí también se podrían solicitar otros servicios, como el del alipilus donde algunos esclavos, usando vosellae (pinzas), emplastos de resina y brea y la técnica del hilo, realizaban depilaciones de vello púbico o de otras partes del cuerpo. Finalmente, un buen romano se iba a descansar.

El jardín del balneario

El jardín estaba bordeado por un recinto probablemente porticado, al que se abrían dos exedras que contenían una serie de estancias grandes y pequeñas, quizás utilizadas como salas de conferencias, lugares para masajes y tratamientos estéticos, o como lugares de reunión: uno de estos, de forma octogonal, debió ser un ninfeo.

Termas de Caracalla
Termas de Caracalla en la actualidad (Foto: depositphotos.com)

El estadio adyacente a los baños.

El lado opuesto al de la entrada albergaba un estadio (16) con escalinatas, para presenciar competiciones de gimnasia, ya los lados dos salas rectangulares, quizás bibliotecas.

Mosaicos y estatuas de las Termas de Caracalla

Todas las estancias fueron delicadamente ornamentadas con suelos de mosaico que representaban, mayoritariamente peces y animales marinos, paredes recubiertas de estucos policromados y mármoles y sobre todo cientos de estatuas que decoraban todas las estancias.

Termas de Caracalla
Resto de mosaicos en las Termas de Caracalla en la actualidad (Foto: depositphotos.com)

De las excavaciones que se realizaron en varias épocas en las Termas de Caracalla se encontraron unas 40 estatuas, pero calculando sólo el número de nichos que se abrían en los muros y que estaban destinados a albergar obras de arte, se planteó la hipótesis de que debió haber se habrían realizado más de 140 estatuas, ubicadas tanto en el cuerpo central de las termas como a lo largo del recinto.

Hércules Farnesio

Entre las numerosas estatuas halladas durante las excavaciones centenarias de las Termas de Caracalla, una de las más famosas es el Hércules encontrada hacia 1546. La escultura de más de 3 metros de altura pasó a formar parte de la colección del cardenal Alejandro Farnesio, nieto del papa Pablo III -nacido Alessandro Farnese-, ubicada en el Palacio Farnesio donde permaneció hasta 1787, cuando fue traslada a Nápoles junto al resto de las colecciones Farnesio.

Este escultura hercúlea fue muy célebre entre los romanos y se han encontrado copias procedentes de palacios y gimnasios romanos. También en su tiempo fue muy valorada, el escultor Diego de Pesquera realizaría en Sevilla la primera gran copia destinada a una de las columnas del monumento de la Alameda de Hércules sevillana, el más antiguo jardín público o parque conservado en Europa. La copia más conocida, ubicada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fue realizada en 1652 y habría sido obtenida por Velázquez en Italia.

Termas de Caracalla
Hércules Farnesio

El suplicio de Dirce o Toro Farnesio

Otro gran hallazgo fue “La tortura de Dirce”, también conocida como el “Toro Farnesio”. Esta obra es citada por Vasari quien afirma que​ fue encontrada en el año 1546 en las Termas.

El grupo escultórico, extraído en 1546 o 1547  (y desde 1826 depositado en el Museo Arqueológico Nacional, en Nápoles), se obtuvo a partir de un solo bloque de mármol, y es una copia romana de un original griego de finales del siglo II a.C. Fue restaurada bajo la supervisión de Miguel Ángel por el escultor milanés Giobattista Bianchi, que añadió la cabeza del toro, la parte superior de la figura de Dirce y gran parte de las de los hermanos.

Termas de Caracalla
El suplicio de Dircé. Copia romana de la época imperial según un original griego del antiguo período helenístico.

Representa el cruel suplicio de Dirce, que está a punto de ser atado a las patas de un toro enfurecido por Anfión y Zeto para vengar los malos tratos sufridos por su madre Antíope; la escena es presenciada por un joven pastor, personificación del monte Citerón (lugar de nacimiento de los hermanos), donde se desarrolla el mito.

ArquiteCultura

Una persona normal, historiador y periodista, pero normal a fin de cuentas.

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