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Sebastián I de Portugal: muerte y “resurrección”

Uno de los sucesos más enigmáticos del siglo XVI fue la aparición de Marco Tulio “el Calabrés”

Uno de los sucesos más controvertidos y enigmáticos que tuvo lugar durante el siglo XVI, fue la muerte y supuesta resurrección del rey Sebastián I de Portugal. El célebre monarca cuya desaparición dio lugar a una corriente ideológica en el país luso denominada “sebastianismo,” fallecería oficialmente el 4 de agosto de 1578 en la batalla de Alcazarquivir en territorio marroquí. Sin embargo, el no haber podido encontrar sus restos mortales produjo durante varias décadas la aparición de varios personajes que afirmaron ser el desaparecido monarca.

Batalla de Alcazarquivir y muerte de Sebastián I de Porgual

En 1557 cuando solo contaba con apenas dos años, llegaría al trono Sebastián tras el fallecimiento de su abuelo Juan III, que dejaría la regencia a su esposa Catalina de Habsburgo, hermana del emperador Carlos V. Su padre, el infante Juan Manuel de Portugal casado con Catalina de Austria, había fallecido tres años antes, convirtiendo al niño en continuador de la dinastía de los Avis. Según las crónicas, se obsesionó con las hazañas de los cruzados y en su mente brotó la idea de conquistar el norte de África, por lo que le planteó la idea a su tío abuelo Felipe II en Guadalupe.

Según la historiadora Luisa Isabel Álvarez de Toledo, XXII Duquesa de Medina Sidonia, durante 9 días, los dos monarcas discutieron sobre el perjuicio que tendría la intervención portuguesa en África, ya que si fracasaba podría posibilitar incursiones turcas en las costas andaluzas. Felipe II prometió a su sobrino que contaría con su ayuda si solo se limitaba a conquistar la plaza de Larache. Sin embargo, el monarca portugués desoyendo los consejos de sus ministros que le advertían sobre el riesgo de abandonar el país sin dejar un heredero, partió de Lisboa el 24 de junio de 1578. Entre sus filas, como recogió Juan Bautista de Morales, reclutó a seiscientos italianos y a soldados de Alemania la baxa junto con castellanos que se unieron en Cádiz conformando una hueste de más de 3000 hombres. Antes de tocar tierras africanas permanecieron en Cádiz durante 8 días junto al VII duque de Medina Sidonia. Como era costumbre, tanto el rey portugués como el Duque intercambiaron obsequios, uno de ellos y que a la postre sería determinante, sería una espada que el joven rey regaló a Alonso Pérez de Guzmán y que este conservaría años después.

Según el cronista Morales, los motivos que impulsaron al rey Sebastián de Portugal a marchar sobre el norte de África fueron socorrer al sultán amigo Muley Muhammad Al-Mutawakil (Muley Moluco en las fuentes castellanas), que estaba siendo hostigado por Muley Abd al-Malik (Muley Mahamete en las fuentes castellanas), usurpador de su trono y aliado de los turcos.

Sebastián I de Portugal
Batalla de Alcazarquivir (1578), Museo del Fuerte da Bandeira, Lagos, Portugal. La imagen muestra el detalle de la única representación conocida de la batalla de Alcazarquivir publicado por Miguel Leitão de Andrade en el libro «Diversos» (1629)

La armada portuguesa desembarcaría en Tánger y Arcilla, disponiéndose a tomar la fortaleza de Larache.  El 4 de agosto, las tropas de Sebastián I de Portugal junto con partidarios del sultán depuesto fueron derrotados en Alcazarquivir por las tropas de Abd al-Malik siendo además capturados una gran parte de los nobles portugueses. Sin embargo, el cadáver del rey luso nunca pudo ser identificado, por lo que se alimentó la leyenda de que había sido capturado por el enemigo.

Situándonos en el contexto, no podemos obviar que la supuesta muerte del rey portugués favoreció sobre todo a Felipe II, que al estar emparentado con los reyes lusos podía optar a ceñir la corona. De esta forma, tras vencer la oposición de los otros candidatos al trono como Catalina duquesa de Braganza, y Don Antonio prior de Crato, en abril de 1581 en el monasterio de Tomar, Felipe fue jurado rey de Portugal en ausencia, que no muerte, de su sobrino. Aun así, el monarca sabia de las reticencias que levantaba entre parte de la nobleza el mito del regreso del rey portugués, por lo cual ordenó al VII Duque de Medina Sidonia que se encargase de buscar los restos del rey desaparecido y trasladarlos a Lisboa. No será hasta 1582 cuando el obispo de Ceuta, encargado de negociar con los marroquíes, enviaría unos restos óseos desde la ciudad africana a Lisboa siendo depositados en el monasterio de los Jerónimos de Belem.

Podría parecer que con la identificación e inhumación de los restos del rey portugués se cerraba un episodio que había posibilitado el ascenso al trono de Felipe II. Sin embargo la leyenda solo acababa de comenzar.

El engaño del pastelero Gabriel de Espinosa

En 1595, en la villa de Madrigal un tal Gabriel de Espinosa que ejercía de pastelero, le fue descubierto por una amante una gran cantidad de joyas de las cuales no podía justificar su posesión. El pastelero sin tener ninguna coartada, alegó que se las había regalado Doña Ana de Austria. Esta no era ni más ni menos, que la sobrina de Felipe II que profesaba como religiosa en Santa María la Real. Gabriel Espinosa pastelero portugal

En ese momento apareció en escena el religioso portugués Fray Miguel de los Santos, que afirmó que el pastelero podía tratarse del rey de Portugal al cual había conocido. Siendo interrogado Gabriel de Espinosa relató cómo tras la batalla de Alcazarquivir había conseguido huir de África refugiándose en el convento de los Descalzos en el Cabo San Vicente. El enigma se hizo más complejo cuando el religioso Fray Miguel se reafirmó en su idea de que se trataba del rey Sebastián al tener cierto parecido con el monarca. Sea como fuere, el pastelero fue encarcelado, y el religioso ejecutado por sospecha de haber estado compinchado en urdir el engaño. Aun así, Gabriel de Espinosa fue puesto en libertad para mofa del vecindario que nunca le tomó en serio ni consiguió ningún reconocimiento por su supuesto título.

La aparición del Sebastián I de Portugal “el Calabres”

A los pocos años de ocurrir el suceso del pastelero, y como documentó doña luisa Isabel Álvarez de Toledo en los legajos de su archivo familiar, en 1598, tras la revueltas internar ocurridas en Larache, se tuvo noticias de la liberación y aparición de un tal Marco Tulio apodado “el Calabrés” el cual afirmó ser el difunto Sebastián I de Portugal. La noticia llegó a oídos del duque de Medina Sidonia que envió emisarios para que se aseguraran sobre la veracidad de los rumores.

Según el relato de los hechos, el nuevo monarca resucitado, llegaría en compañía de varios italianos al puerto de Nápoles donde fue encerrado al dar a conocer su identidad. En la ciudad italiana fue reconocido y amparado por el religioso portugués Fray Buenaventura de San Antonio. Con esta protección, las autoridades napolitanas dejaron marchar al tal Marco Tulio que desembarcaría el 22 de julio de 1602 en el puerto de Sanlúcar de Barrameda.

Si alguien podía descubrir si había o no engaño en la identidad del supuesto rey portugués no era otro que el propio Duque de Medina Sidonia, ya que como recordemos había conocido dos décadas antes al monarca. En un asunto tan delicado, el guzmán informó a Felipe III, el cual le ordenó obrar con prudencia ante los problemas que podían surgir. De esta forma, durante más de 60 días, Marco Tulio y el religioso se alojaron en una posada en la ciudad sanluqueña a la espera de ser recibidos por el Duque. No será hasta pasado 64 días cuando Alonso Pérez de Guzmán junto con su esposa Ana de Silva y Mendoza se decidieron a entrevistarse con “el Calabrés”. El matrimonio dispuso que la manera más irrefutable de demostrar si realmente se encontraban frente a un engaño, fue ordenar llevarse un conjunto de espadas, entre las que no estaba la que años antes el rey portugués había regalado al noble.

Durante la entrevista, Marco Tulio, le dijo a Medina Sidonia que si quería una prueba sobre su identidad debía mostrarle la espada que décadas antes le había regalado. Así, Alonso Pérez de Guzmán mandó enseñar en la posada un número determinado de armas, entre las que no estaba la verdadera. Sin embargo, cuando tuvo las espadas delante, “el calabrés” afirmó que ninguna de ellas era la que le había entregado años antes. Sorprendido el Duque, mandó traer otras espadas entre la que si encontraba la auténtica que fue reconocida al instante por el supuesto rey portugués. Ante una prueba tan irrefutable, Medina Sidonia quedó muy afectado marchándose compungido por la triste suerte del rey Sebastián.

sebastian de portugal calabres
(https://www.fcmedinasidonia.com)

Tras enviar la noticia a Felipe III, y teniendo en cuenta los problemas dinásticos que acarreaba la reaparición del rey Sebastián I de Portugal, el Austria ordenó el encarcelamiento en la villa tanto de “el Calabrés” como del fraile que lo acompañaba, siendo ambos torturados hasta que terminaron reconocieron el engaño. Dado lo complejo del asunto y el problema que representaba para el reino, el día 25 de septiembre de 1603 se ordenó ahorcar al impostor y al religioso, siendo arrastrados ambos por las calles de la ciudad sanluqueña. Tras su ejecución frente a la Iglesia Mayor de la villa, a la que no asistió el Duque, al falsario rey se le cortó la mano con la cual había firmado los documentos, siendo además su cabeza clavada en una pica y sus restos arrojados a los caminos.

En consecuencia, la noticia sobre la ejecución del último supuesto falso rey de Portugal parece que desanimó otros intentos. Sin embargo, en el caso de Marco Tulio, “el Calabrés” siempre nos quedará la duda si realmente se trató del verdadero rey portugués o uno más de los usurpadores que aparecieron por el reino.

rey Sebastián I de Portugal

Fuentes utilizadas:
ÁLVAREZ DE TOLEDO, Luisa Isabel. Alonso Pérez de Guzmán, General de la Invencible. (2. Vol.) Servicio de publicaciones Universidad de Cádiz. I.S.B.N.84-7786-218-4 1995- de MORALES, Juan Bautista, Jornada de África del Rey Don Sebastián de Portugal. Sevilla. 1622. - Aznar, Pantaleón, Historia de Gabriel de Espinosa: pastelero en Madrigal; que fingió ser el rey Sebastián de Portugal. Madrid.1785.

José María Hermoso

Licenciado en Historia por la Universidad de Granada. Profesor de ESO. Sus líneas de investigación se centran en la Casa ducal de Medina Sidonia y la Historia Contemporánea.

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