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La ridícula Legión Británica que combatió a los Carlistas (cap.4)

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Tras las operaciones de Arlabán, los británicos regresan a Vitoria (su ciudad de la muerte) a la espera de nuevas órdenes. Os contamos…

En Vitoria las cosas seguían igual: muertes y más muertes. Llegó un punto en que se llegaron a suprimir las ceremonias en los sepelios, no había tiempo. Dos regimientos enteros fueron disueltos -aniquilados- en 5 meses.

La banda sonora de la villa era la marcha fúnebre, que sonaba durante todo el día en cornetas y tambores militares. No había medicamentos -ni médicos- para paliar siquiera los dolores de los moribundos, ya no curarlos… Pero es que los medicamentos eran un lujo, por no haber no había ni mantas ya, ni paja para el suelo.

¿Cuántos británicos murieron en la Guerra Carlista?

Legión BritánicaPues según cuenta Rutherford Alcock, que ejerció de cirujano en aquellos días duros, en los “hospitales” se atendieron más de 4.000 personas, afirma que a unos 3000 se les dio el alta… pero eso no cuadra con las historias que cuentan las cartas y los relatos en la prensa de la época. Quizás no quiso reconocer el fracaso médico de su delegación o quizás las cartas de los soldados eran exageradas… Quién sabe… La prensa (británica) afirmaba que habían muerto más de 4.000 personas, en otros diarios se dicen 1.500, es todo un poco ambiguo.

No olvidemos las muchísimas bajas en combates y refriegas. Los británicos eran atacados en emboscadas mientras realizaban patrullas o reconocimientos del terreno, la forma de ataque de los Carlistas era la guerra de guerrillas -y era muy efectiva- no era raro ver a carlistas con las casacas rojas de los británicos puestas.

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Ornamendi

Esto escribió en sus diarios un Comisario de la Legión fallecido en la ciudad de Vitoria en uno de sus hospitales:

“¡Que viejo estúpido fui al venir aquí, donde ningún ser viviente me cuida!

¡De qué forma tan diferente me consideraban en mi casa!

Mi esposa e hijas me miraban como a un ser superior. Se anticipaban a mis deseos. Saltaba al ómnibus por la mañana, llegaba a la ciudad, arreglaba mis pequeños negocios, y para las cuatro y media estaba de nuevo ante mi puerta. ¡Oh, qué maldito viejo estúpido fui al dejar mi villa de Norwood y alistarme para venir a España!”

Pero el ser humano, al borde del abismo, parece que se le enciende la lucecita de emergencia y se le arranca el instinto de supervivencia. Las deserciones fueron muy numerosas, incluso se cuenta que los carlistas llegaron a formar algunas compañías (+/- 200 hombres) con los ingleses que se unían a sus filas.

Las mentes pensantes de la oficialidad inglesa se reunieron en varias ocasiones para tratar de averiguar qué estaba pasando… Todo indicaba a que los males comenzaron al llegar a Vitoria. Todo se confirmó cuando llegó una carta de uno de aquellos desertores, estaba dirigida a su sobrino, al que animaba a que se uniera a las filas carlistas en las que la soldada llegaba con regularidad, las dietas eran buenas y que solamente tenía que hablar con una persona para cruzar a las filas enemigas: con el panadero.

La carta llegó de manos del destinatario, un soldado llamado Nangles, a sus superiores, en la misma se señalaba al enlace carlista en la ciudad de Vitoria, era José de Elósegui -el panadero. Se trazó un plan. Nangles y siete soldados más (entre ellos un oficial llamado Byrne) acudieron a la tahona. Enseñó la carta de su tío a Elósegui y enseguida se fijo una hora, por la noche sería la fuga.

Al acudir al lugar acordado se apareció una persona que afirmaba ser un espía carlista que les hizo de guía hacia la salida de la villa. Al poco, lo rodearon y descubrieron sus verdaderas intenciones. Poco tardó en confesar su culpa y la del panadero. Al producirse la detención de Elósegui, que era precisamente el que suministraba el pan a los británicos -esa misma noche- se realizó un registro de la tahona y su domicilio… Dicen que encontraros varias sustancias venenosas en ambos registros.

¡El panadero estaba envenenando a los ingleses con el pan!

Tres días más tarde, alrededor del 21 de marzo, se celebró un juicio público en la Plaza Vieja contra los implicados -Elósegui y el espía carlista-. En el cual fueron condenados a garrote vil. Los cargos: ayuda a la deserción y envenenar los alimentos de la tropa. Elósegui confesó y pidió misericordia.
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Ejecución de Elósegui en Vitoria
En la misma Plaza Vieja, un 28 de marzo de 1826, se ejecutó a los culpables. Con esta ejecución, se redujeron las enfermedades y poco a poco -muy poco a poco- fueron saliendo de los hospitales los convalecientes. Fíate de tu panadero…
Nuevas Fuentes:

Miguel Ángel Ferreiro

Militar de carrera, autor de "La Segunda Columna" (Ed.Edaf), director de este proyecto e Historiador del Arte (UNED). Entre África y Europa, como el Mediterráneo.
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