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La imaginería de la Semana Santa de Toledo: Tradiciones, Arte y Más

El Misterio y la Pasión de la Semana Santa en Toledo

Cuando la primavera despierta y los días se alargan, Toledo se engalana para vivir su Semana Santa, una de las celebraciones más antiguas y solemnes de España. Las calles empedradas de la ciudad medieval se convierten en un escenario donde la historia, el arte y la devoción se funden en un espectáculo único que atrae a miles de visitantes cada año.

La Semana Santa toledana, declarada de Interés Turístico Internacional, hunde sus raíces en el siglo XVI, cuando las primeras cofradías comenzaron a procesionar por las angostas callejuelas de la judería y el barrio musulmán. Desde entonces, generaciones de toledanos han mantenido viva esta tradición, transmitiendo de padres a hijos el fervor y el respeto por los misterios de la Pasión.

Toda la información de la Semana Santa de Toledo la tenéis en el folleto pdf conocido como “El Tenebrario”

Imaginería Barroca (o no) bajo el Cielo de Castilla

Una de las señas de identidad de la Semana Santa de Toledo es su extraordinaria riqueza artística. Los pasos que desfilan por las calles son auténticas obras maestras de la imaginería, talladas por algunos de los más destacados escultores de entre los siglos XVII y XXI.

Antes de la pérdida de grandes conjuntos escultóricos en el pasado, existía un elevado número de pasos procesionales perdidos durante las desamortizaciones, la Guerra y otros avatares de nuestra historia. En la actualidad no alcanzan la treintena, divididos en cruces, imágenes de Cristo en solitario, vírgenes y misterios. Destaca el excesivo número de crucificados en relación al total de tallas, y la casi total ausencia de escenas de conjunto. A pesar de ello, merece la pena detenerse en algunas piezas de singular valor artístico e histórico.

La talla del flagelado ¿De Juan Guas?

Una de las imágenes más interesantes es el Cristo atado a la columna que hasta hace poco desfilaba con la Cofradía de Nuestra Señora del Amparo en la noche de Jueves Santo. La talla pertenece al convento de agustinas de la Inmaculada Concepción (Gaytanas).

Ya a comienzos del siglo XX, el ilustre académico Rafael Ramírez de Arellano la atribuyó nada menos que al arquitecto de la reina Isabel la Católica, Juan Guas, basándose en que éste fundó una capilla bajo la advocación del Santo Cristo de la Columna para su propio enterramiento en dicho templo. Sin embargo, no aportó ninguna prueba documental que respaldara tan rotunda afirmación. El análisis estilístico de la imagen revela una factura más acorde a la primera mitad del siglo XVI que a la época de Guas. Aunque sin despegarse del todo de las reminiscencias medievales, muestra un cierto aire clasicista en la proporción de las formas y la resolución anatómica. Lejos de caer en el patetismo posterior, presenta una casi total ausencia de sangre en la tersa piel, sin reflejar el dolor del castigo ni en el cuerpo ni en el sereno rostro. Actualmente se clasifica como de “Autor anónimo del siglo XVII”.

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Foto: https://www.encastillalamancha.es/castilla-la-mancha-cat/toledo-abarrotado-disfruta-la-procesion-la-virgen-del-amparo

 

Parece que en lo sucesivo la palabra misterio, la palabra que contiene el secreto del cristianismo, no es ya amar, sino sufrir“, escribió el historiador del arte Emile Mâle sobre el tránsito de la majestad medieval al realismo barroco en la imaginería. Pero este Cristo erguido y de sinuosa curva parece situarse en un momento intermedio de esa evolución.

Nazareno y Dolores antigua, un peregrinaje por los templos

Otras dos imágenes destacadas, el Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores (antigua) de la parroquia de Santiago el Mayor, ilustran uno de los principales problemas para el estudio de la escultura religiosa en Toledo: su continuo traslado por diferentes iglesias y conventos de la ciudad a lo largo de los siglos.

La talla de Cristo, que a pesar de su nombre responde más bien a la iconografía del Cautivo o Medinaceli, procede del desaparecido convento de trinitarios descalzos. Mientras que la dolorosa antigua, ahora sustituida por una espectacular talla contemporánea del escultor Juan Carlos Arango, perteneció primero al también extinto convento del Carmen Calzado. Tras la desamortización ambas recalaron en la parroquia de San Nicolás, hasta que a mediados del siglo XX fueron cedidas a su actual sede. El motivo del cambio de imagen titular ha sido el deterioro de la talla antigua que impedía su procesión.

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Nazareno de Toledo

(Puedes ver los detalles de las nuevas tallas en el folleto pdf de la Semana Santa de Toledo)

Estos avatares, habituales en el patrimonio toledano, dificultan en gran medida la labor de los investigadores. Aun así, el estudio de la imaginería pasionista de la ciudad imperial, por escasa que pueda parecer, revela interesantes ejemplos de la evolución de la escultura religiosa española entre el gótico y el barroco. Imágenes que, más allá de su valor artístico, son sobre todo vehículos para evocar y actualizar cada año el drama de la Pasión de Cristo.

Nuestra Señora de la Soledad de la Parroquia Mozárabe de Santas Justa y Rufina.

Tallada por Mariano Bellón en 1874, sustituyendo a la antigua imagen que desapareció en el incendio ocurrido en la iglesia el año anterior. La primitiva imagen de la Virgen de la Soledad, de autor desconocido, presidía los cultos y desfiles procesionales de la hermandad, acompañada por una singular escuadra de Armados cuyas armaduras datan de 1686. Esta escolta, que todavía hoy custodia a la dolorosa, se convirtió en uno de los elementos más característicos e identificativos de la cofradía toledana.

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La historia de la Virgen de la Soledad no ha estado exenta de momentos trágicos. En el fatídico año de 1873, un devastador incendio arrasó la iglesia de Santa Justa y Rufina, llevándose consigo la venerada imagen de la dolorosa. Las llamas, implacables, redujeron a cenizas siglos de devoción y arte sacro, sumiendo a los cofrades y devotos en una profunda consternación.

Sin embargo, de las cenizas de aquella tragedia, surgiría un nuevo capítulo en la historia de la hermandad. Con fe inquebrantable y determinación, los cofrades se propusieron encargar una nueva imagen que perpetuara la devoción a la Virgen de la Soledad. Fue así como, en 1874, el escultor Mariano Bellón dio vida a la actual efigie, dotándola de una belleza conmovedora y un realismo estremecedor. La nueva imagen de Nuestra Señora de la Soledad pronto se ganó el fervor de los toledanos. Su rostro afligido, surcado por lágrimas de cristal, evocaba el dolor inconmensurable de una madre que ha perdido a su hijo. Los fieles encontraron en ella un consuelo en sus propias penas y un modelo de fortaleza ante la adversidad.

 

Redacción

Equipo de Redacción / Notas de Prensa / Agencias

2 comentarios

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