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La historia de fray Hortensio y Calderón de la Barca

Le costó un arresto domiciliario a Calderón

Calderón de la Barca es uno de los grandes genios de la literatura del Siglo de Oro, periodo de creatividad cultural sin precedentes en España –y de gran calidad—, hasta el punto de influir en todas las esferas culturales en Europa. Incluso, como norma general, se toma la muerte del dramaturgo como el final de esta edad dorada.

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Monumento a Pedro Calderón de la Barca en la Plaza de Santa Ana (Madrid)

Una anécdota sobre Calderón de la Barca

Hablar sobre Calderón de la Barca, un hombre ampliamente considerado por los críticos como uno de los mejores dramaturgos de todos los tiempos junto a Sófocles, Molière o Shakespeare; posiblemente me pudiera llevar cientos de páginas; por lo que he decidido traeros hoy, simplemente, una anécdota.

Hablemos de cómo una pulla, que hizo a expensas de un fraile pedante, ha llegado a nuestro tiempo gracias a que ese fraile no pudo encajar bien la burla y tuvo que quejarse a las más altas instancias.

Calderón y el “incidente de las Trinitarias”

La historia comienza en 1629, con un hermano de Calderón, participando en un altercado en Madrid. Las cosas se complicaron y fue apuñalado por un actor llamado Pedro de Villegas. Al ver lo que había hecho huyó junto a sus compañeros de la escena del crimen, dejando allí al malherido, pero fueron perseguidos por los alguaciles armando gran escándalo por la zona.

Se refugiaron en el Monasterio de las Trinitarias Descalzas, en la calle Cantarranas (hoy calle de Lope de Vega), que en ese momento gozaban de la inmunidad eclesiástica, lo que significa que refugiarse en una iglesia o un monasterio te ponía fuera del alcance de la Justicia. Esto no impidió que los alguaciles, y según se dice Calderón y familia, entraran en el monasterio por la fuerza, violando esa inmunidad eclesiástica capturando a los criminales.

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Iglesia del Convento de las Trinitarias Descalzas (wikimedia)

Normalmente, la historia hubiera terminado allí, pero una de las monjas de ese monasterio era una de las hijas de Lope de Vega, una famosa dramaturga, Sor Marcela de San Félix (aunque no tanto como su padre, que fue autor de más de 600 comedias, 3 novelas, 3.000 sonetos, un poema épico, y de alguna manera tuvo tiempo para engendrar 14 niños de 6 mujeres diferentes) con importantes contactos. Evidentemente, esto le causó a Calderón una enemistad con Lope.

En poco tiempo, el suceso llegó a oídos del Rey y de su predicador Fray Hortensio Félix Paravicino, un hombre extremadamente pedante y enemigo confeso del teatro y de los actores. En uno de sus sermones, denunció el hecho y comenzó a reprender a los comediantes por ser libidinosos y escandalosos, las actrices por ser prostitutas, el teatro mismo por corromper los valores morales de la Iglesia y todas esas exageraciones.

A Pedro Calderón de la Barca, cuyo hermano casi muere desangrado aquella noche, no le sentó muy bien por lo que se le ocurrió insertar algunos versos en la comedia que iba a estrenar en el Palacio Real, “El príncipe constante”.

Una oración se fragua

fúnebre, que es sermón de Berbería

panegírico es que digo al agua

y en emponomio horténsico me quejo,

porque este enojo, desde que se fragua

con ella el vino, ya es viejo

La “venganza” del fraile

Hortensio Félix Paravicino se tomó esto tan mal que denunció a Calderón ante el Rey, ante el Presidente del Consejo de Castilla y ante el Juez de los Teatros

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El Greco (Domenikos Theotokopoulos) – Fray Hortensio Félix Paravicino (Google Art Project)
Queja a Gabriel de Trejo Paniagua y Loaisa. Abad, obispo, capellán real, miembro de la Inquisición, oidor, fiscal, cardenal, presidente del Consejo de Castilla.

Grande fue el concepto, y sutil y gustosísima la dicacidad, forzoso el lance que le obligó a don Pedro Calderón no al furor poético que ellos llaman, sino a una furia que tanto sonido muestra de herética como de traidora, blasfemando la palabra de Dios y escarneciendo las honras de los padres de Vuestra Majestad con apodos de Alcorán y sermón de Berbería en la infamia de los teatros.


Respuesta de Gabriel de Trejo Paniagua a fray Hortensio.

Yo no soy poeta, y ella está tan violentada en el lenguaje que apenas se deja entender. No entiendo por dónde se aplica a los sermones de las honras de Sus Majestades, ni cómo ellas se llamen sermón de Berbería, ni otros ningunos sermones del padre fray Hortensio, y para entenderlo he hecho traer el original de la comedia, y va con este a Vuestra Majestad.

Y por él parece que se introduce un lacayo gracioso que desembarcándose del mar entra diciendo mal del agua, y habiendo comenzado esto pregunta el amo qué es lo que dice. Y él responde que se fragua una oración fúnebre que es sermón de Berbería.

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Gabriel Trejo Paniagua

Reparo en el lenguaje tan impropio que usan los españoles por hablar en modos extraordinarios. Y si entiendo estos versos llama oración fúnebre el decir mal del agua que es lo que él dice que iba haciendo, o el despedirse de ella para no volver a ella.

Y el decir que es sermón de Berbería parece forzoso atribuirlo a que como los moros tienen prohibición de beber vino y le desean, dicen mal del agua o se quejan del que a ella les hace. Prosigue en decir que hace al agua un panegírico tomando el nombre que es alabanza por lo que es vituperio, licencia poética.

Prosigue diciendo "y en emponomio horténsico me quejo", que es como si dijese en lenguaje encarecido y exagerado. […]

El nombrar el nombre de fray Hortensio fue muy mal hecho, y en eso considero delito, y en haberlo hecho después de censurada la comedia, pero no le nombra ignominiosamente ni con deshonra, antes parece que con honor de alabar su lenguaje eficaz y efectivo y encarecido, y que con exageración dice lo que le toca, y no es mal testigo de ello este memorial que ha dado.

Pero aunque sea con honor, se debió excusar de nombrarle en la comedia.

Al rey no podía importarle menos, de hecho, le hizo gracia la pulla a la pedantería de Hortensio. El presidente del consejo de Castilla respondió a Hortensio Félix que estaba exagerando por completo a una chanza, y ​​que con el “sermón de Berbería” Calderón no lo estaba acusando de ser un falso converso al cristianismo ni nada de eso, ya que debería ser realmente considerado como un juego de palabras, en vez de Berbería, quería decir “sermón de bobería”, y que Calderón simplemente lo llamó estúpido y pedante.

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Felipe III

El Juez de los Teatros dictaminó que Calderón había actuado ilegalmente, ya que la obra que representaba en Palacio no coincidía con lo que había presentado al Consejo para su aprobación, por lo que Calderón fue sentenciado a una semana de arresto domiciliario. El rey intervino y permitió que Calderón “sufriera” este arresto domiciliario en el propio Palacio Real.

¿Por qué pasó a la historia esta chanza?

La historia interesante, por supuesto, surge de cómo conocemos esos versos. Esas pocas líneas no existen en ninguna versión impresa de la comedia de la época de Calderón, o incluso después, ni siquiera en los manuscritos de Calderón.

La única fuente de en donde aparecen, proviene de la denuncia extremadamente detallada del fraile ofendido. Si no se hubiera quejado, y en lugar de eso hubiera tomado la pulla de otra forma, nadie habría oído hablar de esto.

Fuentes utilizadas:
]Paravino y Arteaga, Hortensio Félix (1629), Memorial del Padre Paravicino contra Don Pedro Calderón de la Barca . Manuscrito en la Biblioteca Nacional de EspañaCruyckshank, Don W. (2013), Don Pedro Calderón . Prensa de la Universidad de Cambridge.Calderón de la Barca, Pedro (1629), El príncipe constante . Edición moderna de Alfredo Rodríguez López-Vázquez (2017, Madrid: Cátedra).
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