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Lujo, desenfreno y estocadas en la corte más escandalosa de Europa.

No soy macho ni hembra,
y si lo miro bien
cualquiera de los dos puedo elegir
¿Pues qué importa a cual se parezca uno?
Mejor los dos juntos
Y habrá doble placer.

El Rey Hermafrodita. Así llamaba satíricamente el pueblo de Francia a Enrique III de Valois, quien gobernó entre 1574 y 1589. Quince años en el trono que fueron una espiral de escándalo, traiciones, comportamiento licencioso y disoluto, transgresión, lujo y estocadas; todo ello en el triste escenario de un país que era devorado por las llamas de una cruenta guerra civil de religión.
Ésta es la historia de la Corte más “Glamurosa” del siglo XVI; como si el Studio 54 de New York, con sus New York Dolls, su David Bowie, Andy Warhol, y su espiral de atuendos estrafalarios, sexo y drogas se trasladara al escenario palaciego y caballeresco de la Francia renacentista.

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Enrique III retratado con los atuendos femeninos a los que era tan aficionado

Cuando subió al trono, el joven Enrique era culto, refinado y sensible, de facciones afiladas, bellas, tez pálida y labios apretados. Estaba muy influido por su madre, Catalina de Médicis, una mujer muy poderosa en su tiempo, hábil política y tan manipuladora como cualquier otro príncipe italiano.
Pronto comenzó a hacerse evidente que el nuevo rey no estaba moldeado con el mismo limo divino que los demás. No existen pruebas de que fuese homosexual, de hecho se le conocieron varios amores femeninos, por lo que se deduce que simplemente era un fiestero libertino. Lo que sí creo yo, a título personal, es que era un hombre muy valiente, pues no sólo hay valentía en sacar la espada y arremeter contra el enemigo, también hacen falta muchos arrestos para vestirse de mujer, maquillarse el rostro, empolvarse el pelo y presentarse en público de esa guisa siendo el rey “cristianísimo” de Francia, causando el consiguiente escándalo y revuelo que os podéis imaginar.

El duque de Anjou es bueno y muy blando, como una ninfa” lo retrató el embajador español don Francés de Álava.

La iglesia lo odiaba y sus súbditos lo ridiculizaban; pero a Enrique no le importaban las críticas. De hecho, todavía fue a más y se hizo acompañar por los “Mignons” o Favoritos del Rey. Éstos eran jovencitos de noble linaje, aniñados, frívolos y vanidosos, los cuales participaban en fiestas fastuosas y continuas bacanales. Al punto comenzó entre ellos una guerra de presunciones y envidias, peleando por llevar el mejor atuendo, el mejor peinado, o conseguir el premio final: dormir en el sacro aposento del monarca. (Lo que Enrique y sus miñones hacían en ese aposento sólo lo saben ellos, por lo que queda a la imaginación del lector).

El acceso a la cámara real adquirió entonces una grandísima importancia, y, al mismo tiempo, los preferidos que podían acceder a tamaña distinción despertaron en los demás un odio furibundo.

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El rey y sus Favoritos

Una discusión por una frivolidad acabó por encender el polvorín; los miñones del rey se separaron en dos bandos, y el domingo 27 de abril de 1578 se citaron en una explanada parisina con el objeto de dirimir sus querellas.

Se presentaron todos con un delirio policromo de vestimentas y galas, cabellos rizados y pendientes a la turquesca. No obstante, aquello no fue menoscabo para la brutalidad que adquirió la escena, pues el duelo fue inusualmente salvaje. En él no sólo participaron los duelistas, sino que sus padrinos y testigos también desnudaron sus espadas y se lanzaron al combate. La sangrienta refriega se saldó con seis de los favoritos del rey muertos y otros tantos heridos. Todos ellos aristócratas en la flor de la vida. Por supuesto, se cebaron sobre todo con los que más frecuentaban los aposentos reales, y al apuesto conde de Caylus, por ejemplo, le llegaron a dar hasta diecinueve cuchilladas.

Dejando a un lado el sin sentido que tiene matarse de esa manera, sin razón alguna, tuvo que resultar peculiar presenciar cómo todos esos chicos emplumados como pavos reales se enzarzaban a tajos y estocadas.

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El Duelo de los Miñones

La vida de Enrique III encontró un trágico final, acorde con su turbulento reinado. Se había ganado innumerables (y poderosos) enemigos, sobre todo entre la Liga Católica, debido a su despreocupación por el gobierno, su ambigüedad sexual y su tolerancia religiosa hacia los hugonotes, sus fiestas sodomitas y gomorritas, su afición a las ropas lujosas y su séquito de efebos que se travestían en público sin cortarse un pelo. Así que, finalmente, cayó víctima de un atentado perpetrado por un fraile dominico, quien le clavó un puñal en el vientre durante una audiencia.  Este suceso puso punto y final a la dinastía de Valois y el trono galo recayó en la Casa de Borbón. Era 1589.

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Enrique III asesinado por el fraile dominico Jacques Clement

El reinado del Rey Hermafrodita es un período oscuro en la historia, y los propios franceses siempre han intentado pasar de puntillas por él. Desde aquí rindo mi homenaje a este atípico personaje, incomprendido y adelantado a su época, pues no pasaría mucho tiempo hasta que, en el siglo XVIII, se pusiera de moda en toda Europa lo que él ya hacía 150 años antes.

_Héctor J. Castro

Nacido en Ferrol, profesor de lengua inglesa y novelista. Su pasión por la Historia lo ha llevado también al modelismo de escenas bélicas, en el que ha conseguido varios premios de pintura y escenografía. En 2016 publicó el primer volumen de su trilogía El Siglo de Acero.

2 comentarios

  1. Si este mozo hubiera nacido en el siglo XXI se lleva de calle el premio de la canción de Eurovisión.

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