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La ridícula Legión Británica que combatió a los Carlistas (cap.2)

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A finales de septiembre de 1835, el Estado Mayor isabelino ordenó la concentración de los efectivos británicos en Vitoria, que era desde donde se gestionaba el bloqueo sobre el País Vasco. Vitoria era el centro de la línea de bloqueo y al cargo de esta misión se encontraba el General del Ejercito del NorteLuis Fernández de Córdova.

Fernández de Córdova obtuvo su primer mando en 1834, bajo el bastón del Marqués de Rodil -Jefe entonces de los ejércitos del Norte. A pesar de carecer de total experiencia al mando de tropa, tras la destitución de Rodil -por a las derrotas que le infundió Zumalacárregui, se le nombró General de esas divisiones, por su lealtad a la monarquía.

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Luis Fernández de Córdova

Los británicos fueron trasladados, a finales de octubre, por mar a Bilbao para, desde allí, tratar de llegar a Vitoria a través del valle de Durango, esas eran las órdenes de Córdova. Espartero, enviado por éste, sería el encargado de proteger los flancos con su división, para que la Legión Auxiliar pudiera avanzar por el valle, una maniobra temeraria, sin duda.

El grueso del ejército cristino permanecería cerca de Vitoria, y Espartero, al avanzar desde Bilbao haría salir a los carlistas que permanecían acantonadas en las cercanías de Bilbao para ir limpiando el camino… al menos, esa era la idea de Córdova.

Era el aniversario de la Acción de Alegría de Álava, una gran victoria de Zumalacárregui ese mismo día, (27 de octubre) de 1834, una fecha peligrosa, Espartero lo pensó mejor e ideó otro plan.

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Retrato de Baldomero Espartero, por Esquivel (1841)

La maniobra de Espartero fue sencilla… se limitó a evitar el Valle de Durango, por el que le habían ordenado avanzar, dando un gran rodeo desde Castro-Urdiales a Medina de Pomar, luego Pancorbo y Miranda llegando, al fin, el 3 de diciembre a Vitoria. Mucho paseo, pero poca batalla, casi mejor con la tropa que le tocaba proteger, unos 5.000 británicos, que más que militares hacían bulto.

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Rodeo de Espartero de Bilbao hacia Vitoria

El 21 de junio de 1813 el combinado anglo-hispano (y algunos portugueses) había liberado Vitoria al mando del Duque de Wellington. Vitoria, esperaban los ingleses, tendría que ser una ciudad agradecida y el recibimiento, al menos, sino entusiasta, que fuera amable… Volvían sus libertadores.

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Entrada de la ciudad de Vitoria en su muralla

Pero, el recibimiento, no fue el esperado. “Los habitantes de Vitoria son más carlistas que partidarios de la reina“, escribió un oficial inglés en su diario esa noche en la capital alavesa.

Era Vitoria un “gigantesco cuartel” con más de 20.000 militares de nacionalidades diferentes, no solo estaban los ingleses, estaban los Legionarios Extranjeros Franceses (a los que llamaron los Argelinos), los Chapelgorris (a los que llamaban los carlistas “peseteros”, pues cobraban una peseta por día, y la mayoría eran desertores de sus filas), las tropas de Espartero -llamadas liberales-, algún que otro portugués de los regimientos auxiliares al mando del Barón de Antes y gente de toda Europa que venía a integrarse en algún ejército -fuera liberal, carlista, auxiliar.

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Descripción del autor: “Los txapelgorris son desertores carlistas y voluntarios de las provincias rebeldes, los cuales se han levantado en armas al servicio de la Reina; la mayoría son alaveses. Este regimiento tiene unos 400 o 500 soldados, siendo su jefe un oficial del frente; tropas ligeras, excelentes en verdad, valientes como leones…”.

Toda esta marabunta complicó la llegada de los ingleses, ya que ni siquiera había alojamientos para ellos, los últimos en llegar.

Los oficiales fueron alojados en casas particulares y para la tropa se habilitaron los fríos y húmedos suelos de los conventos, con un poco de paja. Los regimientos de irlandeses, como iban acompañados de sus mujeres e hijos, se les envió al pueblo de Arriaga, a pocos kilómetros de Vitoria.

Plaza Vieja de Vitoria, en el año 1870
Plaza Vieja de Vitoria, en el año 1870

Tras un día de descanso, iniciaron la instrucción de los ingleses, ante la risas de peseteros y franceses. Pero parecía que ponían empeño los chavales, eso ponen en los informes, y poco a poco se convertían en una fuerza aceptable. El encuentro con los carlistas ya estaba programado, medirían fuerzas en la sierra de Arlabán en unos meses (diciembre).

5 largos meses de instrucción tuvieron los ingleses en Vitoria y allí dejaron su vida alrededor de 1500 de sus compatriotas, haciendo cuentas, morían casi 10 ingleses al día (hubo días en que eran 16). Extrañamente en Bilbao, en donde quedaron algunas unidades, y en otras ciudades en dónde estaban destinados no enfermaban… algo raro pasaba en Vitoria…

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Carta escrita por C.W. Thompson desde Vitoria en 1836.

La Legión Auxiliar Británica vio como comenzaban a diezmarse sus efectivos de manera extrañamente veloz, todo se lo achacaban a las enfermedades… Aunque también la mala alimentación, la falta de las pagas y la moral baja hacía estragos entre ellos. Se realizaron también 300 amputaciones por culpa del frío, complice de la gangrena. Los hospitales rebasaron su capacidad y hubo que habilitar edificios a este efecto, pero de lo que más se quejaron en los diarios en los que se menciona Vitoria era de la alimentación… especial y concretamente de algo básico en la misma: el pan:

“El pan era negro, medio cocido, gelatinosos y maleable como liga de cazar pájaros”

“El pan, que se hacía de cereales rancios, era tan fofo y pastoso que, si lo hubiéramos lanzado contra la pared se habría quedado pegado”

Eso escribieron algunos oficiales, además de esta “bonita” descripción de la capital alavesa:

Puede decirse en verdad que Vitoria es en este momento la ciudad de la muerte

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*[PD: Para los más curiosos os dejo el enlace en donde hay varias cartas de estos ingleses escritas durante el primer conflicto carlista http://www.memoriadigitalvasca.es ]

Miguel Ángel Ferreiro

Militar de carrera, autor de "La Segunda Columna" (Ed.Edaf), director de este proyecto e Historiador del Arte (UNED). Entre África y Europa, como el Mediterráneo.
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